Nos quedamos

2104 Words
Felipe parece tenso, yo no estoy relajada, pero si estuviera en el mismo lugar que Carlota, estaría igualmente sorprendida por todo. Su hermano ha experimentado un cambio físico impresionante, tiene una novia y va a heredar millones de la familia. Es demasiado. Felipe se lleva la mano al bolsillo y me pregunta si me apetece un día de spa. —¿Un día de spa? —repitió. —Sí, masajes, mascarillas, peinado… ¿Tienes algo que ponerte? —pregunta. —Tengo vestidos, pero no sé si son apropiados. —Bueno, coordinaré para que traigan algunos vestidos y una estilista, porque la verdad no voy a permitir que mi hermana haga más comentarios, especialmente sobre algo tan trivial como la ropa. Mis trajes no me quedan bien y mandé a hacer un par, quiero que los veas y me digas qué te parece. Felipe está organizando varias cosas, nuestra visita al spa y que nos mimen. Finalmente, responde una llamada de Ibraham, mientras tanto, preparo un café y reflexiono un poco sobre mi vida. He visto muchas veces en la televisión e internet cuando le hacen esa pregunta a la gente: dinero o felicidad, y eso debería haber quedado claro para todos. El dinero tiene una gran cuota de infelicidad, por ejemplo, Carlota no aprecia haber crecido en una familia bicultural que la ama y la ha cuidado, porque está enfocada en su bolsillo. Enrique parece haberse enfocado en crear su propio nombre, Lux no es su único local ni el más exitoso. Por otro lado, Felipe parece estar atrapado en una montaña gigantesca de dinero, pero eso no lo hace sonreír más ni estar menos atormentado o inseguro. Él cierra la computadora y busca una taza de café, me ve impresionado y me pregunta si mi lengua ha dejado de percibir la temperatura de la bebida que acabo de probar. —Quería pasar la mañana contigo, así que enviaré un último correo y solo seremos tú y yo. —Haz lo que necesites, creo que iré a casa y volveré en una hora. —No quiero que te vayas —dice y pone su brazo para impedir mi salida. Le doy un beso en la mejilla, él sigue trabajando, cierra la computadora, tira el teléfono sobre la mesa y me abraza. Yo acaricio su espalda y él me agarra como si nunca quisiera dejarme ir, yo tampoco quiero, porque prefiero ser feliz con él que estar sentada sobre una montaña de dinero con Álvaro. Reparto besos por la mejilla de Felipe, le beso, y él a mí. Sus manos bajan hacia mis nalgas y me acercan a su cuerpo, sigo besándole mientras acaricio su cuerpo, busco deshacerme de su camisa. Felipe sonríe y me quita el abrigo. —Estás muy guapo —susurro contra su oído y él se ríe. —Gracias —responde y sonríe. Felipe estira y refuerza su agarre sobre mi cintura, puedo sentir cuán agradecido y feliz está, me besa en el cuello y cada uno de los pechos. Le acaricio el pelo todavía húmedo de su carrera por el parque hacia mí. Tomo su mano y me acerco a él, le doy un beso en los nudillos de los dedos, ambos nos quedamos en silencio, mirándonos. Felipe busca mis labios y yo me acerco al espacio entre sus piernas, acaricio sus brazos desnudos, musculosos y fuertes. Mi mano se desliza por su cuerpo masculino, mientras él reparte besos y me saca la camisa. Me besa en los labios y me mira a los ojos. —¿Qué tal si nos damos una ducha e iniciamos el día de una manera productiva? No es salvaje, él se lo piensa y me cuida. Eso me resulta perfecto, maravilloso y mágico. A mí me gusta eso, con esto podría vivir toda mi vida, con Felipe amándome de pies a cabeza, sin importar el tiempo, como si yo fuera el centro de su universo. Me hace el amor y lo entiendo, sé que Raúl tiene razón. Es algo que se hace con una persona a la que le entregarías cualquier tipo de miedo, vulnerabilidad, dolor, y por alguna razón, tu cuerpo, tu mente y tu alma detectan que están siendo cuidados, valorados y protegidos de por vida. Yo elijo ser feliz, elijo a Felipe, cualquier día de la semana o el mes, en la salud y en la enfermedad, y él me hace saber que es justo lo que quiere. Nos acostamos un rato en la cama, me cubro con la cobija y le cubro a él. Felipe acaricia el flequillo falso y ruego los ojos. —Voy a renunciar a esto. —Gracias a Dios —los dos nos reímos y él me da un beso. —Me gustas tal cual eres. —A mí también me gustas, pero creo que te vendría bien un corte. —¿Sí? —Tienes unos ojos preciosos y una cara divina, mi amor, muy marcada y sexy. La gente tiene derecho a ver todo lo que es mío y nunca tocarlo —Felipe se ríe. —Mis abogados se contactarán hoy mismo con Maddison y le entregarán el dinero para finalizarlo. —No llevamos ni una hora juntos oficialmente. —Válido, pero así duremos una semana, no quiero que vuelvas a hacer esto, Mina. Quiero que la próxima vez solo tengas que elegir entre el amor y el amor. Punto. —Gracias —respondo y él me besa. Felipe ve la hora y se asegura de que en veinte minutos tenemos que estar del otro lado de la ciudad para nuestra sesión de masajes y acupuntura. —¿Acu... qué? —Acupuntura, cielo. —Vale, estás drogado —respondo y me pongo en pie. Voy a la habitación de visitas y busco algunas cosas que dejé con anterioridad, me pongo ropa interior y unos pantalones, pero no tengo camisa, así que regreso a la habitación de Felipe y lo veo vestirse. —En serio, nada te queda. Creo, Felipe, que Dios quiere que vayamos de compras. —Llamaré a una personal shopper y me enviará ropa temporal. Lo que sí haremos es donar la ropa a gente que la necesite. —Eres tan bueno con los demás, pero necesitamos ir juntos de compras. —Si te haces la acupuntura, yo voy de shopping. —Vale, ¿qué tanto puede doler? —él se ríe y me pasa una de sus camisas. Felipe es un sádico. Me han dado un masaje maravilloso, me han dado un té especial para relajarme y después me han metido agujas hasta en la planta de los pies. Lo raro es que sí me siento aliviada, relajada. La relajación aumenta cuando Felipe me lleva al centro comercial y me aseguro de que tenga todo para ir a probar el viaje, estar cómodo y bien vestido. Felipe insiste en comprar algunas cosas para mí, y le aseguro que tengo cosas, pero de todas formas... Cuando regresamos a casa, lo hacemos con las compras, la comida y ya hay personas dentro esperándonos. Felipe me presenta a su sastre y este nos muestra los modelos que ha diseñado para él. Yo sonrío y tomo asiento para esperar a que la pasarela inicie. Felipe se ríe y toma un par de trajes para probárselos. —Mina, ¿ya sabes qué te pondrás? —pregunta el hombre y niego con la cabeza. —Es tu presentación en sociedad, planena comerte Corregido: —Ya, qué animador —respondo. —Felipe, no se ha molestado en presionarte un poco —se queja Jean Paul mientras hace un par de llamados. No le contestan y él decide elegir colores para intentar comprar algo ya hecho en lugar de algo a medida. Sugiere un dorado a juego con mi tono de piel y los ojos maravillosos de mi novio. Me encanta la idea, pero siento que dorado es como anunciar que me he ganado la lotería, y prefiero algo más sencillo, algo más yo. —¿Está mal un rosado? ¿Un tono claro, pálido, platinado? Ojalá seda, recto y sencillo. —Sé quién tiene el vestido perfecto, voy a llamarle para ver si está por aquí y te aviso. Felipe regresa con un traje n***o muy bonito, le queda perfecto, tres piezas. Los dos sonreímos y Jean Paul, su sastre, le anima a probarse el gris, porque si consigue el vestido perfecto para mí, puede que sea mejor ir en una especie de gris platino. Él se lo prueba y Jean Paul confirma que en unos minutos vendrá una amiga suya a mostrarme unos vestidos, mientras tanto, vemos a Felipe, muy guapo, muy sexy con su traje, y Jean Paul me felicita por el diamante en bruto que he logrado pulir. Yo sonrío orgullosa y él se va de la habitación en busca de algo cómodo que ponerse. Una chica me hace las uñas de los pies y otra las de las manos. Me decido por colores básicos, porque no sé qué terminaré poniéndome, e incluso acepto que me acorten un poco la longitud de las uñas. Me río cuando veo a Felipe tomar asiento y esperar a que le corten las uñas de las manos y los pies, le realicen una pedicura. —Me enojan los pies cayosos —comenta Felipe. —Y las manos. —Tú, ¿de qué tienes callos? —le pregunto. —De sostener el control—responde muy serio. —Mentira. —Sí, es mentira. Solo me gustan las manos como de modelo de manos. —Jean Paul y yo reímos, y él nos dice que se ha vuelto más consciente del aspecto de sus manos desde que despegó su negocio, y entonces todos querían grabarlos jugando o tomarles fotos, y se dio cuenta de que tenía las manos más bonitas de su empresa. Nosotros reímos con más fuerza, porque cada quien tiene sus vanidades, pero las de Felipe nos superan. Una hora más tarde, la amiga de Jean Paul ingresa con unos vestidos, en compañía de su hijo pequeño. —Perdón por la tardanza, y perdón por traerlo —dice y señala a su hijo. —La verdad, he venido por ti y tus favores, necios —advierte y los dos nos reímos. —Moad, te vas al sofá y no vuelves a moverte hasta que mamá te llame, ¿vale? —La mujer sonríe y se acerca a mí, se presenta como Niza, y me sonríe. —Creo que tendremos que hacer unos cambios, porque eres delgada, pero tienes pechos grandes. Pruébate estos y de ahí en adelante veremos, te quedarás preciosa. El pequeño observa a Felipe y Felipe a él, los dos sonríen. —Tú eres el de los videojuegos, ¿cierto? —Sí, y tú juegas, ¿cierto? —El pequeño asiente y su madre intenta no reírse. —Moad. —Perdón, mamá. —¿Quieres ver lo más cool de la vida, algo que podrás tener cuando tu mamá no te diga que no juegues videojuegos? —pregunta Felipe y el pequeño asiente. —¿Puedo llevármelo? —Moad, de verdad no hagas una locura, en serio —ruega su mamá. —Sí, mamá. Vamos —Felipe se ríe y le toma de la mano y se lo lleva corriendo. —Felipe será un padrazo, nos conocemos desde los cinco años y es la persona más paternalista que he conocido. ¿Has visto cómo es con sus sobrinos? Su hermana es muy seria, pero él la derrite un poco. —¿De qué videojuegos hablan? —De todos los que pueda estar jugando tu hijo, el hombre es un artista. —¿Quieren café, algo de comer? —pregunto. —Tú no deberías comer, pero nosotros beberemos un café, iré a prepararlo —me dice Jean Paul y Niza rueda los ojos, antes de ayudarme con el vestido. La mujer me acompaña a la habitación y me muestra los dos vestidos. Uno es rosado, como lo pedí, con un poco de chifón en el cual van las flores bordadas de una forma tan delicada. Va con un tirante grueso y cubre por completo el pecho. Ella me dice que puede coser la parte trasera en tan solo unas horas para que me quede a medida. Luego me muestra uno tal cual lo pedí: es casi un batón, escote al cuello, con la espalda al descubierto. Lo veo en el espejo y me ha quedado perfecto. Ella sonríe y me dice que tiene que ajustarlo un poco en la cintura, subir el tirante y ajustar ligeramente el ruedo, pero con un par de horas lograré verme más que preciosa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD