Resolver y partir

1761 Words
“La vida puede ser extrañamente confusa, pero sepan que en medio de todo el caos y el colapso sigue la claridad”. Frase que creé yo, Mina Smirnova. A pesar de que Felipe había expuesto su caso muy bien por el teléfono y Álvaro había optado por darme espacio y dejarme pensar las cosas, mis pensamientos me alejaron de Mainvillage, porque tengo una oferta laboral, una responsabilidad, una oportunidad conmigo misma. Al día siguiente empecé a empacar mis cosas y las de Felipe tan pronto como estuvieron empacadas en una caja y selladas, con todo y el anillo las envié de vuelta. Envié las suyas tan pronto como fue posible, y me hice cargo de todas mis cosas, incluso de mis negocios. Dejé apoderados para las propiedades (Raúl), que mis proyectos continuaran en buen camino y fuesen entregadas las laves postconstrucción a su arrendatario (Max) e intenté enviar todas las cosas importantes a un lugar seguro. Yo envié todas mis cosas a una de esas bodegas y llamé al socio de Demetrio para anunciar mi llegada en las próximas horas. Álvaro intentó contactarse, pero decidí que si era tan complicado y tan lleno de mierda, la distancia y el silencio eran buenos. El día antes de irme, fui a despedirme de la gente importante y a dejarles unos cuantos recursos y entonces me encontré a la persona más adulta y confundida del mundo en un techo bajo el sol del mediodía buscando el peligro. Él me mira y parece resbalarse, corro en su dirección. Rod se agarra del borde de la canoa de su casa y después baja con toda tranquilidad. Él me mira como si fuera algo gracioso y yo me quedo en silencio. —¿Estás usando de nuevo? —No, la casa tiene goteras y viene la época lluviosa. —Compra el material y pide ayuda. Deja de hacer estupideces. Ella no está lista para perderte. —Brenda estará mejor si muero. —No tengo pruebas pero tampoco dudas —él se ríe. —El problema es que me voy a vivir a México por unos meses, así que no tienes permiso para morirte y dejarla sola. —México está larguísimo y a ti no te gustan los frijoles. —No me gustan, pero ahí hacen unos muy buenos y pueden venir a visitar y ver el mar. —No tenemos pasaporte. —Bueno, si vengo los visito —respondo mientras me quejo y le meto un sobre con dinero en la parte de atrás de los pantalones. —Si algo grave pasa, si necesita para la matrícula, ahí tienes. Pero, puedes llamarme y depositaré, tengo amigos aquí. ¿Entendido? —Estamos bien con el préstamo, pero eres muy buena, gracias. —Te quiero y la adoro a ella, así que no me traiciones. No llamando a saludar y menos si algo malo pasa. —Vale, pero prométeme algo. —Dispara. —No vas a hacer una estupidez, ni nada raro o ilegal, ni vas a salir con hombres que creen que se les infla la polla porque tienen dinero, ni hombres malos o peligrosos. Y sé que es xenofóbico, pero cuidado con los mexicanos. —¿Por qué he visto unos guapos? —Tienen carácter fuerte y tú eres capaz de matar a un hombre y todo su linaje familiar si te grita. —Mejor pide que tengan cuidado los hombres. —Los dos ríen. —Y llámame —pide Rodrigo. —Si estás cansada, aburrida, nerviosa, con miedo o lo que sea, llámame e iré. ¿Entendido? —Sí. Brenda se acerca a nosotros corriendo y nos da un abrazo, me llena de besos y me entrega un pequeño regalo e insiste en que lo abra rápido. Es una foto de las dos, una de cuando estábamos pequeñas, la primera vez que Rod nos visitó nos tomó esa fotografía y prometimos ser mejores amigas siempre. Yo le prometí a su padre cuidarla todo el tiempo y él prometió cuidar de mí. Sonrió y su padre la regaña por darme el regalo antes, pero me lleva al interior de su casa. Me muestran mi sorpresa, han decorado con globos. Rod me ha comprado rosas muy lindas y ha preparado mi pastel favorito con pescado y papas fritas, les doy un beso y un abrazo, a ambos, y me quedo un par de minutos más abrazada a Brenda. Ella me acaricia el pelo y la espalda. Me hace prometer no conseguir una mejor amiga nueva, su padre niega con la cabeza y yo sonrío. —Tú eres la que tiene otra mejor amiga —le recuerdo. —Es tu amiga también. —Clara no es mi amiga. —Mina, es nuestra amiga. —Me hace quedar como la tercera amiga y soy tu mejor amiga, para su información. —Okay, Brenda; Mina no es de tu propiedad, vamos a desearle que todo le salga bien y que regrese pronto más feliz y encaminada, con una carrera exitosa y todo el amor que da lo reciba de vuelta. Mina, Brenda puede tener otras amigas. —Rod, no tienes permiso de morirte hasta que Brenda haya encontrado un hombre sexy que le caliente la cama y Brenda, no todo es estudiar. —Mina, no salgas con nadie inapropiado ni embarazada porque Felipe puede ser inmaduro, pero es un buen muchacho, tal vez... en seis meses, se les pase... —¡No! —la detengo. —Comamos, no hablemos de eso. —Vino a pedirme consejos para elegir pedir tu mano, al próximo dile que para tener mi mano hay que aprender mi cerebro y tomar mi corazón. —Wow... —interviene Rod mientras nos sirve a ambas —No tengo nada de qué preocuparme. —comenta el hombre. —Van a estar solteras toda la vida. —Brenda y yo nos reímos. Rod nos da un beso en la frente a cada una y escucho un rato a Brenda parloteando sobre Clara, nuestra compañera de cuarto de infancia, la amiga de Brenda. Por más que escucho sobre ella, más pienso que no ha cambiado y que no me gusta que Brenda esté retomando su relación con ella. Pero como la persona buena que soy, no digo nada más, porque el tiempo se lo dirá y esta vez ella estará grande para entenderlo. Mi tarde con los Silva solo me recuerda que tengo raíces, que siempre podré volver, y que sin importar a dónde vaya o en qué me convierta, sin importar el ADN o la historia, nos tenemos los unos a los otros, tenemos la espalda del otro cubierta. Me cuesta despedirme de verdad, irme y dejarles a solas, pero sé que todos estaremos bien y eso hago, pensar en lo positivo, en lo grande de la oportunidad que la vida me ha presentado. La oportunidad de tener un trabajo que me hará creer en diferentes áreas de la vida. Por primera vez no creo que necesite raspar la olla o sobrevivir, solo, vivir la experiencia. Y eso no es gracias a Felipe, al menos no en exclusivo. Él, sino a Raúl, la persona que me abrió un poco los ojos y me enseñó que los límites me los estaba poniendo yo. Que la que no creía que podía construir algo desde cero, limpio y duradero, era yo. En la noche lo invito a cenar, mi amigo me da uno de esos abrazos que me llegan al alma, uno largo y jugoso. Le manoseo la espalda solo para hacerle reír y me recuerda que llevamos casi dos años siendo amigos y me da un regalo. Me entrega una caja con una sorpresa. —¿Qué es esto? —pregunto emocionada. —Es un súper regalo. —¿Sí? —pregunto. —Es todo rosado para que puedas descansar en tu mundo rosa, hay cinco pijamas y cinco vestidos de baño. —¿Sabes que voy a trabajar en una hacienda? —Te verás bien en bikini alrededor de caballos —los dos nos reímos y le doy las gracias. —¿Vendrás a verme? —Iré siempre que me necesites, somos amigos, como hermanos. —Vale. —Vale. —¿Cómo está el bebé? —pregunto. —Estamos locos y enamorados. Los dos nos reímos y él me pregunta por mi proyecto en México, como este se ha convertido en mi bebé, le muestro las fotos y él me muestra algunas de su hijo. Al finalizar nuestra cena, me deja en casa y me pregunta si quiero que me lleve al aeropuerto temprano en la mañana, pero me niego, prefiero hacerlo sola para no llorar. Al día siguiente, despierto temprano, me arreglo para ir ala aeropuerto y tomo mis maletas. A las tres treinta de la mañana, llego al lobby de mi apartamento y él está ahí, en ropa deportiva, esperándome. Le miro, me acerco y se pone en pie sonriente. —¿Álvaro, qué haces aquí? —Sé que estás intentando escapar de ti misma Mina, o de mí. —Responde y asiento. —No soy del tipo que se da por vencido. —¿Ahh, no? —No —dice y me enseña su maleta. Me quedo seria mirándolo, y él se ríe. —Irás a dejarme, me aseguraré de que estés cómoda y segura y me devolveré, pero dejar a tu familia, amigos, tu casa, romper con el hombre de tus sueños y dejar de tener sexo con el mejor hombre que ha pasado por tu cama, es increíblemente duro. Puede que necesites un brazo o un hombro o un ride de regreso. —No me dejes regresar a menos que haya terminado el trabajo. —Genial. —Gracias —le digo y me acerco para abrazarlo. Álvaro me abraza de vuelta. Me quedo abrazada a su cuerpo y él al mío, me da un beso en la mejilla, me acaricia la espalda despacio y me hace sentir segura, protegida y querida. —Vamos, solo tienes boleto de ida porque en mi avión privado no puedes devolverte. —Me río y lo miro a los ojos. Me aparto un poco a los ojos y le miro. —¿Esperarías unos meses por mí? —Esperaría años —responde y me da un beso corto sobre los labios. —Ahora, vámonos. Es privado, pero hay un tiempo de despegue. ¡Qué buenos comentarios dejan! Son demasiado analíticos, eso me hace pensar que tal vez no llego a millones, pero sí a las mujeres correctas y eso me encanta. Muchas gracias por participar, me emociona muchísimo leerlas.
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