La cara que das

1149 Words
La gente suele decir que los veintes son para dos cosas, construir la mejor versión de ti misma, esa persona admirable que quieres ser, o disfrutarlos al máximo porque no volverás. Yo algunos días veo por qué Raúl, Mickey, Rod, mi padre y cualquier hombre que se me acerca ve en mí las ganas y el hambre por hacer algo, sin entender cuál es el rumbo correcto. También he escuchado en las películas de hoy ese tono feminista, empoderado y positivo que recuerda una y otra vez a las mujeres por qué no deben dejar que sus vidas pasen por un hombre o para que un hombre tenga más. Ellos están genéticamente destinados a tener todo lo que se proponen en la vida, a nosotras nos toma el doble de esfuerzo y si no le sumamos un hijo, es aún más difícil. A pesar de haber disfrutado de dos semanas fantásticas con Felipe, habíamos tocado por encima los términos de nuestra relación, y si bien tenía razón en que no necesitamos dos apartamentos, no necesitamos espacio, también no tenemos claro cuál es nuestro futuro y eso pesa, tal vez no a él, pero sí a mí. —¿Estás bien? ¿No te ha gustado? —me pregunta Felipe. —Esto está espectacular, muchas gracias. Tenemos una vista fascinante, comida deliciosa y la compañía es perfecta para mí. El mesero se acerca con la cuenta y yo la tomo inmediatamente, Felipe intenta quitármela de la mano y los dos nos disculpamos con el mesero para poder hablarlo en privado. —Yo te he invitado —me recuerda Felipe. —Sí, y yo he comido y vivido de ti toda la semana, ¿qué es una cuenta? —Es un restaurante caro y te he invitado yo. —Por eso quiero pagarla. —Mina, siempre que estés conmigo no vas a necesitar tomar la cuenta o trabajar. Me complace invitarte —responde y toma la cuenta de mi mano. —Felipe, yo no sé siquiera si quiero quedarme en casa y esperarte todo el día. —¿Qué quieres decir con eso? ¿Quieres estudiar? ¿Iniciar un negocio? —No sé lo que quiero, pero sé que no deseo ser tu mantenida y menos que tu familia tenga la oportunidad de echármelo en cara. Felipe le da su tarjeta al mesero y deja una propina bastante sustanciosa, este agradece y se aparta con la cuenta. Felipe y yo nos quedamos mirando, él sonríe porque se ha salido con la suya, y en un intento por apaciguarme y se inclina para darme un beso en la mejilla. El mesero regresa poco después con la cuenta y Felipe y yo nos dirigimos al exterior, caminamos un poco por el pueblo y Felipe reconoce que su abuelo ha sabido sorprenderlos a todos. Le ha heredado todas sus compañías a su hijo porque sabe reconocer que Felipe ha sido quien se ha esforzado por mantener el nombre y el dinero fluyendo en la familia desde que él se retiró. La mitad de su fortuna en cuanto a propiedades, joyas y efectivo, se lo había heredado a Felipe, su nieto, porque era el único que había sabido entregarse a un proyecto, iniciarlo desde cero y poner trabajo duro en ello. Incluso, lo había defendido de las críticas cuando sus amigos y familia le decían que sus videojuegos eran una estupidez. Además, le dio treinta millones a Enrique y a Franco, otros de sus nietos, puesto que tal vez no habían obtenido los mismos resultados que Felipe, pero habían construido carreras por su cuenta. A los demás, les dio un millón. —¿Un millón? —repite Mina impresionada. —Sí. —Como en su historia, les ha dado la oportunidad de que construyan algo —Felipe ve a su novia sorprendido. —Bueno, nadie lo ha tomado así, casi todos se fueron de inmediato y están muy molestos con él. —¿Por qué ha entregado todo su dinero? —No, le quedó un montón, calculo que ha dado la mitad y se ha dejado la otra. Dio a entender que esa parte la donaría tras su muerte, al igual que las propiedades que mantendría para sí mismo. —Wow. —Lo sé. —¿No entiendo cómo todo esto tiene que ver con el hecho de que no quiero ser una mantenida? —Durante los próximos meses trabajaré en muchos proyectos fuera del país. Si tienes un trabajo de oficina o algo similar, nos veremos poco. Puedes, en su lugar, estudiar algo más. Dame un año y cuando regresemos o esté todo más asentado, podemos hablar de otras decisiones de carrera. —Felipe, ¿no sientes que vas demasiado rápido? —No quiero dejarte en un país y verte dos veces cada tres meses, quiero estar contigo. —Yo quiero estar contigo, pero no estoy lista para dar tantos saltos, Felipe. Estoy renunciando a un trabajo en el que me pagan bien, a una casa, estabilidad económica, por seguirte a ti. Y poner mi vida en pausa, ¿te suena algo positivo para mí? —¿Podemos buscar un intermedio? —pide Felipe. —Sí, pero parte del intermedio es para mí. Es volver a mi casa y darme un poco de tiempo para pensar cuál es mi siguiente paso, porque tú tienes planes maravillosos para ti, Felipe, pero... no sé si sea lo mejor para mí. Un par de días más tarde regresamos a casa. Felipe no está complacido con la idea de que yo regrese a mi apartamento, y tampoco acepta quedarse en el mío. Sé que tengo que reunirme con Madison y sé que tengo que encontrar un trabajo y meditar todas las locuras que pasan por la cabeza de Felipe. Él se despide de mí frente a la puerta de mi casa y es evidente que más que decepcionado, está enojado. Le doy un abrazo y le aseguro que han sido las mejores vacaciones de mi vida. Él me llena de besos y me pregunta: —¿Estás segura de que quieres quedarte aquí, sola? —Me gustaría tener un novio que se quede conmigo. —Ya, pero es que quieres espacio. —Sí, lo que más me apetece es que no estés enojado —Felipe sonríe. —Está bien, encontraré la forma de convencerte. —Los dos reímos y él vuelve a besarme. Yo me despido y abro la puerta para meter el maletín, le veo partir en su auto y luego enciendo la luz y observo la habitación. Está llena de fotos, de recuadros. Las fotos de la gala benéfica. Voy corriendo hacia donde está el sobre en el que sospecho que su comprador ha dejado algo que necesito saber. Es un privilegio estar contigo, Mina, que no se te olvide nunca y que jamás se te borre la sonrisa. Sé feliz, mereces ser plenamente feliz. Álvaro.
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