Las buenas y las malas

1355 Words
Seis meses más tarde. ¿Has pensado en la vida perfecta? En la que hay una persona esperándote en casa y un trabajo en el que te sientes llena de vida, una salud estable, amigos, amor y familia. ¿Es el sueño normal de la gente o solo es el mío? Llego a casa después de volver de estudiar, me quito los zapatos y me pongo cómoda frente al televisor en el cual pasan una noticia trágica. El timbre del elevador suena y Felipe ingresa en casa. Le miro sonriente y él se acerca a mí con algo cobijado entre sus brazos. —He ido hoy al parque. —Ajá. —Y me he encontrado algo —cierro los ojos y me cubro el rostro con una almohada. —Espero que no sea un gato. —¿Perdón? —No me gustan los gatos, lo siento. Él se queda en silencio. —Es un perro, pero necesito que abras los ojos. Obedezco, bro los ojos porque un perro es algo que nos puede encantar a los dos, y este que tiene ese montón de manchas y es una mezcla entre chiguagua, mestizo y salchicha, nos enloquece a ambos. El pequeño entre los brazos de mi novio tiene al menos unos seis meses, es tan solo un bebé y alguien le ha dejado a su suerte, según felipe. —Felipe, ¿te lo robaste? —digo mientras voy acercándome al perrito. —Sí. —Felipe... —No había nadie y pregunté un par de veces si era de alguien, lo subí al auto y lo llevé a una veterinaria y no tiene chip ni nada —dice mientras el perro le mira como dándole la razón. —¿Cómo entiendes eres, cómo te llamas? —pregunto y lo cargo, es un hermoso perrito, no hace nada más que olerme y ver a Felipe asustado, como pidiéndole que no le deje ir nunca en la vida. —¿Estamos listos para tener un perro? —pregunta Felipe y yo me río. —Mi amor, tú solito te has adoptado un perro, ves lo difícil que es todo esto. —Bueno, me lo he adoptado pensando en los dos, he traído los papeles y podemos adoptarlo legalmente juntos. —Y si te vas a Nueva York, ¿con quién se queda el perro? Ibrahim había decidido que el peso de irse a vivir a otro país, manejar todas una fusión y expansión era un reto que no le quedaba grande. Sus amigos, quienes confían en él, estaban encantados en turnarse para viajar y solucionar asuntos de la empresa y yo, la verdad, me sentía afortunada de tener a Felipe tan cerca. Estos seis meses de relación han sido intensos, ha sido una búsqueda de un intermedio en nuestra relación, lidiar con nuestros sueños y metas para el futuro. Y lo más complicado en realidad ha sido manejar los celos innecesarios de Felipe y la locura de su familia. Para esto último, hemos optado por mantenernos distanciados. Yo siempre trato de que él pase tiempo con su familia, que no se pierda de actividades, compromisos y cenas, que sepan que estamos juntos, pero trato de no involucrarme demasiado con ellos. —Seis meses cada uno —ruedo los ojos y él sonríe emocionado como si fuera lo más fácil del mundo. Felipe me llena de besos y yo le abrazo. —Ok, adoptemos, pero si rompemos tengo derecho de visitación bimensual. —Ay Dios, contigo, no vamos a terminar, dilo. —Ajá, ajá, ajá. —respondo y Felipe se ríe. Así pongo mi firma en los papeles y le pregunto a mi novio cómo lo ha llamado. —Estoy entre Enzo y Pier. —Veo seria a Felipe. —Enzo, se llama Enzo porque Pier es algo imposible de pronunciar. Felipe se ríe y yo pongo a Enzo en el suelo. Él invita a explorar, pero le recuerdo que sus necesidades se hacen en el césped. Parece entender lo contrario y mi novio le indica de inmediato que ahí no es, que se hace afuera. Felipe, por supuesto, limpia mi piso y yo le digo que es momento de hacer unas compras. Felipe me dice que prefiere cambiarse un momento antes de ir, y yo le dejo para quedarme en el sofá con Enzo mientras le explico que con esas actitudes se hace obvio por qué lo dejaron en el parque. Él pone toda su atención y solo quiero reírme y llenarle de besos. —Mi amor, ¿te apetece comprar la cena hoy? —¿Cómo que quiere comer el señor hoy? —No sé, algo rico. —Intento no reírme, pero así inician todos los dramas de comida de Felipe. Ha dejado de dieta, pero ahora se toma muy en serio el ejercicio, la proteína, la creatina. De verdad que he creado un monstruo y no sé dónde se apaga. Para ser honestos, somos monstruos juntos y hacemos lo más snob que he hecho en la vida. No solo le hemos comprado más al perro de lo que un niño sin techo desearía tener a lo largo de su vida, sino que hemos comprado dos de todo para no confundirle. ¿Se puede confundir a un perro? —Si viviéramos juntos nos hubiéramos ahorrado tanto dinero. —Tira de refilón mi novio cuando nos dirigimos a la cocina. —¿Quieres vivir conmigo para ahorrar? Felipe sostiene bien la correa del perro, se acerca a mí y me rodea con su brazo disponible, contra mi mejilla y cerca de mi oído murmura: —Quiero vivir contigo, para estrujarte una nalga en la noche e invitarte a hacer todo lo que paso soñado a lo largo de la noche, tan solo abrir mis ojos en la mañana. —No sé, tienes que pedírmelo bien, con ganas y seguridad. —Los dos reímos y Felipe me da un beso en los labios.—¿Estás con tu período? —No me siento con ganas. —Está bien, ¿quieres un masaje o algo? —Quiero ducharme y meterme en la cama. —Mina, no te estreses tanto por las ventas. Felipe probablemente no lo entienda porque a él se le da fenomenal los negocios. Yo, como agente de bienes raíces, gano bien con los negocios que mantengo con mi padre. Fluye bien, pero para la compañía en la que trabajo, todo depende de lo que venda. No tengo un título universitario y me lo recuerdan constantemente. A veces siento que si quiero sobresalir en la vida, necesito un título universitario y probablemente cuando lo obtenga, van a encontrar otra forma de hacerme sentir estúpida, ineficiente y como un fracaso absoluto. Días como hoy solo quiero beber una copa de vino y no volver a parar. —Mi salario, al ser agente, depende de las comisiones. —le recuerdo—. No me puedo dar el lujo de que me despidan. —Tal vez no sea lo peor. —Felipe... —No, mi amor, trabajas un montón, no lo disfrutas, te tratan mal y te pagan mal. —Solo quiero ir a bañarme de verdad. —Felipe anuncia que sacará al perro, luego lo pondrá en la cama antes de ir a prepararse para dormir. Yo voy a la habitación, busco un pijama y pongo el aire acondicionado antes de ir a tomar una ducha. Una larga ducha para calmar los nervios. Me quedo bajo el agua todo lo que es posible intentando no llorar, pero las lágrimas se me escapan. Escucho a Felipe y al perro cuando ingresan a la habitación. Felipe toca la puerta e ingresa al baño. Comienza a desnudarse y se acerca a la cabina. —¿Me das un par de minutos más? —pregunto. —Pensé en ducharnos juntos. —Solo, perdón. —¿Mi amor, estás llorando? A nadie le enseñan a lidiar con el fracaso, la decepción y el dolor. Pero a muy poca gente le toca sobrevivir a las cosas terribles que están en sus cabezas. La depresión para mí puede ser un pensamiento o un espiral que nunca se acaba.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD