Con todo

1326 Words
Yo padezco de depresión, no como en la tele o cuando la gente tiene un mal día y cree que esa tristeza que les desborda es depresión, sino como cuando tienes que bañarte y ponerte ropa, maquillaje, subir al auto y trabajar, sonreír a la gente y solo quieres morir en realidad. La depresión es como llevar contigo un maletín pesado y lleno de sorpresas, a mí me gusta compararlo con un maletín de payaso, porque de cualquier forma lloras. No estoy encerrada en el pasado, no estoy lista para volver ahí nunca más, si pensara demasiado en mi vida anterior tal vez acabaría con la última gota de fortaleza. Cuando tengo lo que considero una crisis de depresión, no quiero ver a Brenda ni a Felipe, porque es fácil mentirle a la gente que no te conoce, reír de sus chistes o fingir que te importan sus palabras, pero cuando tengo que pensar en Felipe o Brenda diciéndome algo importante que probablemente no logre recordar, es mucho más complicado. Al día siguiente fingí lo mejor que pude estar bien, me maquillé, me peiné y me vestí de manera convincente, incluso salí de la cama más temprano para preparar un desayuno espectacular, saqué al perro, lo paseé y le llené de amor. Cuando Felipe despertó nos observó a ambos desayunando. —Buenos días, mi amor —mi novio me miró a los ojos y se acercó a inspeccionarme con la mirada. —Estoy más tranquila, gracias por cuidar de mí anoche. —Sabes que para eso estoy, para las buenas y las malas. —Cielo, tengo que ir a la oficina y trabajar duro y solucionar mi vida. —¿Por qué no nos tomamos el día libre, dormimos hasta tarde y comemos rico? —Estoy bien y prefiero ir a trabajar —respondo y lleno de besos la cabeza de nuestro perro, luego la mejilla de mi novio, quien sigue intentando entender de qué voy, pero no dice nada. —Cierras cuando te vas. —Le recuerdo mientras tomo mis cosas, Felipe me sigue hacia la puerta y Enzo también. —Mina, está bien si no quieres hablar ahora, pero tendré el celular encendido, lo que necesites, cuando necesites, tú solo me llamas y dejaré lo que sea botado. Él me da un beso en los labios y me promete que las ventas subirán tanto como necesito para llegar a la meta. Él me da un segundo beso, uno más lento y más cálido, nuestros cuerpos se tocan y mis manos viajan detrás de su cuello. Felipe nos pone límite y me recuerda que no llegaré a tiempo si no dejamos lo que estamos haciendo. Después de salir del apartamento y de casa, voy directo a la consulta de mi terapeuta, continúo visitando al mismo que tenía en paz y me gusta no tener que poner a nadie al día con los errores del pasado ni del presente. Sabe todo lo que he trabajado para mantenerme limpia, estable, tener esta vida libre de crimen y con el hombre a quien amo. Sus consejos y recomendaciones no me son indiferentes, pero es cuando propone incluir a Brenda y a Felipe cuando me pierdo mucho. —Mina, la gente suele tener un sistema de apoyo. Si Felipe tuviese una enfermedad, tú le ayudarías. —La depresión es como una maleta, tendría que explicarle mi pasado y él fingir que lo entiende, tendría que reconocer que sigo siendo débil y todavía pienso en drogarme. Sabes... no, no puedo. —Brenda, tu mejor amiga. —No, tiene suficiente con Rod. —Entonces, tienes a esta gente, una nueva familia, y estás más sola que nunca. —Estoy... —Tienes que dejarles entrar, sabes que la familia es la familia, se ríen de cuando decías "albon" en lugar de "albóndiga" y también saben que te orinabas en la cama y que a veces, si no había chocolate, quería decir que te lo comiste. —¿En serio? —Sí. —¿Y cómo le cuento a mi novio o a mi mejor amiga que trabajo en el mismo edificio que uno de mis abusadores de la infancia? Que no puedo hacer un nada al respecto porque mi jefe me odia. Mi jefe me grita cada vez que me ve porque alguien pidió un favor para que me dieran el puesto de su amante de oficina ¿Cómo les digo que todos van juntos a comer y a mí me dejan sola en la oficina? ¿Le puedo contar eso a mi novio, el jefe y todopoderoso Felipe, que soy una farsa? —Felipe tiene derecho a saber que eres una farsa, tu jefe tiene un jefe, y sino existe recursos humanos, para protegerte de cualquier abuso que puedes estar viviendo en tu ambiente laboral, Mina. Tus compañeros están frustrados porque no les alcanza para el auto que tú conduces, la ropa que llevas y el novio que tienes, la gente deberá ser menos mierda conforme crece, pero nadie les enseña a lidiar con sus frustraciones en la infancia y por eso hay tantos bullys mayores de edad encerrados en sus fracasos dentro de oficinas. A tu abusador hay que denunciarlo, sabes cuántas niñas y mujeres están en riesgo. Alguien tiene que levantar la voz. —¿Por qué tengo que ser yo? —Mina, tú no eres débil y no eres cualquiera, eres la hija de una persona muy poderosa. Creo que si llamas a tu papá hoy, te comprará la empresa en la que trabajas o una nueva empresa. Tu papá definitivamente necesita terapia, pero está ahí, pendiente, esperando a que le des la mínima oportunidad. —¿Para lastimarme de nuevo? —No, para enmendar las cosas —respondió. —Mina, está pasando por un bache, es difícil, pero lo mejor es que busquemos soluciones, no que te hundas con ello. Fui a trabajar y observé todo el día al conserje, cada vez que pasa, cada vez que me mira, siento que voy a tener un pequeño ataque cardíaco. Intento concentrarme en mi trabajo y logro hacer un par de ventas, y finalmente voy a casa, sabiendo que el terapeuta tiene razón, necesito solucionar cosas, enviar a ese hombre lejos y enfrentarme a mi jefe. Felipe llega a casa con las cosas para cenar y un maletín, yo tomo a Enzo, quien parece reconocerme y viene a llenarme de su amor perruno. —¿Qué estás haciendo? —pregunto mientras Felipe deja las bolsas en la habitación de visitas. —Estoy mudándome, ¿sabes...? ¡Me mudo a este apartamento! —¿Vas a consultármelo? —Es temporal, pero sé que no estás bien por todo el maquillaje, los accesorios y la blusa cerrada hasta el cuello de hoy por la mañana. Algo te pasa y no quieres contarme, entonces tenemos dos opciones, Carmina. —Uh, soy Carmina. —Lo eres, y yo puedo ignorarte a ti, Carmina, y darte espacio y confiar en que va a pasar lo que sea que estés viviendo, pero elijo la segunda opción —informa mi novio mientras se acerca y me da un beso corto en los labios. —Elijo quedarme, en la habitación de al lado, unos días, hasta que quieras que sea para siempre o al menos, así como mínimo, que quieras ponerte de nuevo tu minifalda y menos maquillaje y llevar el pelo atado. —Suenas como un buen hombre. —Soy un buen hombre y quiero pensar que no te acosan en el trabajo o lo que sea, pero si es así, voy a creerte y voy a defenderte. Lo que sea que esté pasando, puedes contármelo, Mina. No soy un polvo, soy el hombre de esta casa, soy el hombre de esta familia, tu hombre. —Los dos reímos y lo abrazo. —Cuando estés lista para decirme lo que te pasa, voy a escuchar y te voy a apoyar con todos los recursos. ¿Entendido?
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