Decepcionarse

1778 Words
Si amas algo, déjalo ir o sé feliz, o lo que sea que Álvaro crea que está haciendo, es mejor que el acoso en la puerta de mi casa. El hombre se despide unos minutos más tarde con un beso y un abrazo de lo más inocente. No hay agarrón de nalgas ni estrujada de tetas exóticas, solo un beso de cura y un abrazo que le das a un conocido en el supermercado. Yo trato de sonreír y él me promete que no reirá por el frente, sino por el estacionamiento, para evitar encontrarse con Felipe. Yo me baño, me peino y confirmo mi salida con Maximiliano. Para entonces tengo unos 300 mensajes de Felipe y como 100 llamadas, por no hablar de que la portería insiste en llamar a la policía. En su lugar, le escribo un mensaje a su hermano. Mina: Necesito salir de mi edificio y tu hermano está haciendo imposible e incómodo para mis vecinos. Enrique: Perdón, perdón por Carlota, mi abuelo y yo le hemos dejado claro que si se mete contigo, seremos mucho más estrictos con sus gastos. Como los chiquitos, de todas formas, me he asegurado de que no diga nada. Damián y yo crecimos juntos, no voy a permitirle a mi hermana hacerle daño a su padre. Mina: Gracias. Enrique: Ya voy de camino por Felipe. Mina: Enviaré sus cosas por mensajería en unos días. Enrique: Gracias. Maximiliano me dice que está en mi edificio esperándome y que mi novio está furioso con los guardias. Me escribe para saber si estoy bien y decido bajar porque todo me suena a que llamarán a la policía a Felipe. Cuando llego al primer piso, lo tienen aprisionado contra el suelo mientras intentan ponerle las esposas. —Mina, solo escúchame, dame una oportunidad. —Felipe, no quiero hablar. —Tengo que disculparme. —No hacen falta las esposas —interviene Max y uno de los guardias se disculpa conmigo pero asegura que ya han habido quejas de otros vecinos al pasar. Yo me disculpo de inmediato y le pido a Felipe que se vaya. —Mina, no quise decir... —No importa, simplemente no quiero estar contigo. No vamos a volver ni hoy ni mañana. No quiero excusas. Vete de mi apartamento, Felipe. Siéntate y espera a tu hermano. —Mina, solo... —Maximiliano se pone en medio y le pide que me deje ir. Llama a su hermano y consigue el número de Enrique. Llama y le advierte que va a llevarme lejos del apartamento y cuando regrese no quiere verlo ahí dando gritos. Maximiliano me toma del brazo y yo me limpio las lágrimas y el maquillaje. —¿Llevas pañuelo? —Soy muy alérgico —responde. —Es eso o la mano. —Los dos reímos y él me acaricia el pelo. —Escuché algo... unos amigos estaban. ¿Estás bien? —Sentía que tarde o temprano me decepcionaría. —Sé lo que es amar a alguien y que te decepcionen en el alma. —¿Sí? —Mi ex está embarazada, no sabe quién es el papá, y he pasado tanto tiempo pensando que se nos va a pasar y vamos a vivir esta vida preciosa. La verdad es que estábamos obligándonos constantemente a vivir esa parte de nuestras vidas que nos encantaba. —Ya... ¿Quieres ser papá? —Sí. —¿La amas? —Creo que sí. —Los dos se ríen. —Eso es lo que importa, todos rompemos y tenemos sexo loco y dormimos con otra gente. Hay gente que adopta, Max. Si la amas lo suficiente, sus hijos son 100 % tuyos. —Los dos compartimos una mirada y él ríe antes de ir a ver el edificio, compra el primero que vemos y luego me propone ir a comer. Pero todo lo que se nos ocurra será solo para ser felices. Maximiliano conduce hacia Seinvillage a toda velocidad y me lleva a una feria. Le confieso que esa era una de mis actividades favoritas con Brenda, mi mejor amiga. Nos escapábamos a las ferias pastorales y le pedíamos a la gente un boleto, nos montábamos en todo. Luego de una semana, a los conductores del turno les daba lástima ver a las huérfanas. Max me mira y saca un rollo de dinero. —Yo tenía un papá harto de sus hijos, traía a todos nuestros amigos y nos dejaba subir en todo. Compraba un montón de etiquetas y nos volvíamos locos. Hoy vamos a hacerlo al estilo Waitly y arrasaremos con el parque. El que gane más puntos elige qué compraremos al final. Los dos reímos y Maximiliano me contagia de su competitividad. Me lleva por todos los juegos, incluso en aquellos en los que sentimos que vamos a morir. Por los que nos llenan de risa, los dos tomamos asiento en una banca. Me pregunta: —Puedes conducir. —En dos horas, cuando se me pase el mareo. —Los dos reímos. —Mina, lo que dije es en serio. —¿Qué? —Sé que planeas irte a México y en unos dos años querrás irte a Italia a cultivar tomates venenosos. Pero somos familia, cuando me necesites llámame. ¿Vale? —No somos familia. —Lo que tú y mi papá digan. Solo que sepas que estoy acostumbrado a sus mentiras, no sé siquiera acostumbrarme a las tuyas. —Tú tienes una familia muy feliz y en lugar de estar sentado aquí conmigo deberías estar ahí con ella. —¿Con quién? —La mamá de tus hijos, este que no sabes de quién y los próximos dos. Si te hace feliz, no la dejes sola. Maximiliano me muestra su parte favorita de todo esto, que es el área de comida. Ordena un cono de tres bolas de helado y como es algo aburrido, las pide todas del mismo sabor. Compra una pizza enorme, pero tengo que reconocer que es buena, y también ordena papas fritas para comer en el auto. Le pregunto si su dieta se basa en todo esto y él me asegura que cree fielmente en el día de trampa y que esta ha sido la nuestra. De vuelta a la ciudad, yo conduzco y Maximiliano ajusta su asiento. —Oye, Mina, sé que las relaciones están llenas de egos y miedos y cosas malas, pero hay cosas que no se perdonan. —Usé drogas y me prostituí. —Mi papá me contó esa parte de tu vida y quedó claro que necesitas estar feliz, pero no con alguien que pueda tirarte del brazo y humillarte frente a medio Mainvillage, ¿lo entiendes? —Me quedó claro. —No vuelvas con él, eso es lo que quiero decirte. —Sí, ya entendí. —Vale. Maximiliano sigue con su celular y silba. —Ufff, han saltado la casa de Carlota Ferroso con ella y los niños dentro. —¿Están bien? —Sí... solo... los ladrones han dejado la caja fuerte abierta en el patio. —No suelen llevarse la caja fuerte. —Bueno, se llevaron las joyas y el dinero. —Vale, están bien. —No... aquí están los documentos sucios de su marido, se han llevado preso a su marido. —Max me muestra la imagen de Carlota sosteniendo el pecho de sus hijos mientras la mira asustada mientras se lo llevan. Su marido. Solo puedo pensar en una persona: Álvaro. En cuanto llegamos a Mainvillage, Maximiliano me desea todo el éxito del mundo, me abraza y me hace prometer que si Ferroso o cualquiera viene a joderme la vida, lo llamaré, y se lo prometo. Mientras subo en el elevador, le comparto la noticia a Álvaro. Álvaro Es una pena, no sabes todo lo que había en esa caja fuerte. Mina Te metiste en esa casa. Álvaro Estaba durmiendo contigo, Mina. Eso fue en horas de la madrugada y la señora Ferroso llamó a la policía. De haber sabido que solo era un susto, las cosas habrían sido diferentes. Mina Álvaro... Álvaro Mina... Cuando entro a mi apartamento, veo a mi padre. Está sentado esperándome y yo me acerco. Demetrio se pone en pie y me da un beso en la frente. Me dice que Felipe no tenía ningún derecho de tratarme como lo hizo. —Lo hemos dejado. —Lo sé, cielo, y es lo mejor. —Lo entiendo, pero Max va a ser papá, tendrá un bebé, y Carlota me ha amenazado con decírselo a todo el mundo. Y le he dicho a un amigo, y ha montado todo esto para vengarse. Y sabes qué, no quiero ser un secreto o la tía que nadie conoce. Yo... no quiero estar sola. —Está bien, cielo, está bien —dice en un intento de calmar mi llanto, y yo me abrazo a mi padre con la esperanza de que, por una vez, diga la verdad. —No se los vas a decir —respondo decepcionada. —Mina... no es... —¿Sabes qué? Así como no puedo ser lo que Felipe quiere, no puedes ser el papá que quieres ser para mí y lo mejor es que te vayas. Que me dejes y me olvides, somos socios, eso somos—Respondo y me acerco hacia la salida, tocó el botón para que el elevador venga a mi piso y él se vaya y Demetrio me ve dolido. —Tú puedes ir a donde sea, yo siempre voy a amarte y cuidarte Mina—dice mi padre mientras sube el elevador. —Te quiero en mi vida, eres un pedazo de mí, solo… no es el momento. —Nunca ha sido el momento y no voy a permitirte decepcionarme por siempre. Los dos nos quedamos en silencio mirándonos mientras las puertas se cierran. Me quedo sola en una casa vacía llena de silencio, lloro hasta probablemente quedarme dormida y me despierto ahí, contra la baldosa fría y los rayos del sol iluminando la habitación. El intercomunicador suena insistentemente y voy a tomar la llamada. —Dígale al señor Ferroso que le pondré una orden de restricción. —Disculpe, señorita Mina, es su amigo Álvaro, dice que está preocupado por usted y que nos aseguráramos de que estuviese viva. —Estoy bien, déjelo subir. Me levanto del suelo y voy a poner un poco de café, luego corro hacia la ducha y me intento vestir con algo que no esté lleno de sudor, de feria, lágrimas y risas. Cuando vuelvo a salir, Álvaro está en mi comedor con otro hombre, lo señala y lo presenta como su abogado, yo me acerco y estrecho la mano del hombre. —Quiero hacerte una propuesta—responde Álvaro.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD