Seis

1034 Words
Con aquel vestido provocativo puesto Kagome descendió por las escaleras con cada curva de su cuerpo siendo revelado por aquella tela. Tragó sintiendo el amargo sabor del miedo que tenía gracias a la expectativa de lo que iba a pasar. Cuando llegó al lugar indicado su ceño se frunció a la vez que el desconcierto la dominaba. El salón estaba iluminado por velas por todos lados, un extraño aroma rondaba por todo el lugar. Un camino de extraños signos guiaban a la chica hasta el centro. Tres retratos de cuerpos sin rostro permanecían en cada esquina. Kagome tocaba sus manos sin saber qué hacer o hacia donde mirar porque mientras más miraba, se encontraba todo peor que lo anterior. Su piel se erizó sintiendo frío en todas las partes de su cuerpo. De pronto Kagome sintió sus sentidos entumecidos. Su vista ya no era tan perfecta por lo que prefirio sentarse justo en el centro de aquel extraño lugar que aún no comprendía por qué estaba en aquellas condiciones. Escuchando pasos acercarse Kagome se quiso levantar pero sus piernas no le respondieron. Lamió sus labios al sentirlos secos. Aún cuando sua sentidos estaban nublados, ella se irguió y levantó la mirada. Los ojos duros de Inuyasha cayeron en aquel cuerpo y sonrió. Kagome atrapada en su mirada se levantó aún cuando sus piernas protestaban por aquel movimiento. Una melodía extraña y que jamás había apreciado arropó el lugar, sonaba sensual y terrorifico. Kagome tragó en seco viendo que Inuyasha usaba una extraña ropa. Su cuerpo era cubierto de ropas blancas con dorado que lo hacían ver como algún Dios. Quiso hablar, pero no salía ni un solo sonido de su boca. Inuyasha se acercó a ella y Kagome se intimidó. Parpadeó tratando de que su vista no se viera tan extraña. Todo a su alrededor era borroso, todo a excepción de Inuyasha quien se veía nítido. —Hoy seremos marido y mujer Kagome—su voz sonó fuerte y clara. Kagome no dijo nada a pesar de que moría por decir muchas cosas—así son las ceremonias aquí, solos tú y yo—ella no quiso mirarlo, pero sus ojos no se apartaban de aquel hombre que parecía sacado de sueño. —Yo... Sintió dolor al hablar. Inuyasha sonrió sabiendo que ella no podría hacer nada para impediese la ceremonia. —Siéntate—Kagome obedeció sintiendo el peso de sus palabras. Inuyasha tomó un poco del jugo de manzanas y la dejó caer en el cuerpo de Kagome quien lo miraba con sorpresa. Luego el olor se intensificó haciendo que la piel de Kagome fuese de gallina. Inuyasha se arrodillo ante ella y la miró a los ojos, diciendo cosas raras en un idioma desconocido se acercó. Sus manos acabaron en el cuello de la chica y la acercó rozando sus labios. Luego tomó de ella como si fuese de él aquellos labios. Kagome abrió los ojos con sorpresa y se dejó besar. Sintiendo la torpeza con la que ella respondía Inuyasha actuó como un excelente besador robándole el aire a la chica, era notable que nunca había besado. El cuerpo de Kagome se relajó sin razón y los labios de Inuyasha viajaron a su cuello haciendo que la azabache cierre los ojos al sentirlo así. Luego la manos de Inuyasha tocaban su entrepierna y el calor corporal de la chica incrementó tanto que parecía que su cuerpo eran llamas ardientes. Inuyasha lamía y acariciaba sin tocar nada en concreto volviendo loca a la chica. Inuyasha sonrió sobre la piel al ver como sus pezones se marcaban sobre la ropa. Kagome suspiró nerviosa, su mente estaba en blaco. —Por... Favor—su voz era atropellada. Inuyasha sabía que aún no era el momento por lo que beso y lamió como desquiciado su cuello. Sus manos subieron más arriba llegando a la intimidad de la chica notando humedad en ella. Su dedo acaricio sobre la tela y los sentidos de Kagome solo se centraron en un punto; en Inuyasha. Gimió con la cabeza hacia atrás dándole acceso a su cuerpo y cuando Inuyasha vio en que segundos su cuerpo iba a convulsionar los colmillos que nadie veía cayeron el el cuello de la chica para luego hundirse ahí. El fuego que Kagome sentía y todo aquel placer fue sustituido por un dolor agonizante que la hizo gritar tocando su cuello. Inuyasha se alejó de ella viéndola caer al suelo del dolor. —¿Qué... Qué... Demo... Nios... Me... Hi... Cis... Te?—gritó de dolor. Quemaba, ardía, dolia. Sentía que cada parte de su cuerpo se rompía del dolor. Que cada terminación nerviosa de su cuerpo no podría más. Saliva salía de sus labios por los quejidos. Inuyasha lamió la sangre sintiendo el placer que antes de él morderla, ella sentía. Es receptiva Pensó mirándola de pie completamente limpio mientras ella era un desastre en el suelo. Se retorcía del dolor y la música de antes ahora era más fuerte y la aturdia. Kagome sentía que iba a enloquecer de dolor. Jadeba en busca de aire que calmase el dolor que sentía su cuerpo, pero nada parecía ayudar. Miró con ojos suplicantes a Inuyasha para que la ayude y la salve de aquella agonía que amanezaba con destrozarla. —Debes sentir dolor para que la ceremonia se cúlmine—respondió Inuyasha ante sus ojos suplicantes. Kagome sentía que en cualquier momento se desmayaría del dolor y fue así, el dolor fue tan intenso luego de un rato que su cuerpo no resistió y se detuvo quedando inerte en el suelo frío. Inuyasha se arrodilló y levantó su vestido. Solo faltaba la última parte. Dejó a su vista la parte intimida de la chica donde dejó caer sus dientes en los labios menores de la chica. El cuerpo inerte de Kagome reaccionó teniendo un orgasmo. Inuyasha mordió allí también para luego alejarse y arreglar su ropa. La ceremonia estaba completada. Sonrió sintiendo la energía de la chica brotar a su cuerpo. La vida de la chica pasando a la suya. ¡Como le encantaba eso! Solo esperaba que aquella chica durara más que las demás y algo de decía que iba a ser así.
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