Prólogo
El viento soplaba con fuerza mientras la respiración de la chica se hacia cada vez más fuerte. No podía detenerse. No debía detenerse. Su cuerpo anhelaba un poco de descanso, pero Kagome sabía que no debía parar, ellos la encontrarían y la devolverían a ese lugar.
—Se fue por allá, que no escape—el grito de uno de sus perseguidores la hizo llorar en silencio. Las calientes lágrimas que viajaban por sus mejillas eran lo único que le daba calor en aquella fría noche.
Los rasguños por los árboles del bosque hacían que Kagome mordiera sus labios. Ella no debía dar a conocer su posición, ellos eran muy inteligentes. Detuvo su paso al escuchar pisadas y se escondió detrás de uno de los árboles.
La luna apenas era visible aquella noche, las nubes oscuras cubrían todo y eso le regalaba una pequeña ventaja en su plan de huida. Ella tenía control dentro del bosque, lo conocía como la palma de su mano, esa era la única ventaja que tenía sobre ellos.
La ropa que apenas cubría su cuerpo hizo que Kagome suspirara, tenía mucho frío, pero por nada del mundo debía volver a ese lugar, no al lado de ese maniático, no al lado de un hombre que detestaba y que definitivamente no amaba.
Cuando los pasos se hicieron lejanos ella salió de su escondite y evitando hacer ruido caminó en la oscuridad del bosque. Cerró los ojos para que su sentido auditivo se concentre y encuentre la posición de sus enemigos. No había movimiento, eso significaba que se alejaron.
Kagome dio un paso y un gemido de dolor cubrió todo el bosque. Las piernas de la chica fallaron y la hicieron caer. Sentía que su piel ardía, que su corazón dolía, que sus sentidos se encontraban entumecidos. Sentía que moría. Su mano fue a su cuello donde la marca que aquel desgraciado puso en su piel, esa marca era como una hoguera, era fuego, fuego que amenazaba con destruir su cuerpo.
—Así que aquí está—Kagome levantó la vista y miró a uno de los tantos hombres que servían a ese—así que la marca comenzó a funcionar, es una lástima. Si no te llevamos pronto el dolor te matará, espero que eso sea una lección que no debes huir de nuestro señor. Si el Señor Sesshomaru es de poca paciencia la de su hermano menor es nula. Ahora eres de él, acéptalo de una vez por todas niña. No intentes escapar—Kagome vio aquella humillación tras sus ojos cansados por tanto dolor, vio cómo esposaban sus manos y como su corazón solo hacia odiar a ese hombre.
Kagome solo tenía ganas de martarlo, matarlo como el mató a el hombre que ella amaba, destruirlo como lo hizo él con sus ilusiones y acabarlo como lo hizo con el amor que un día le tuvo a su padre. Inuyasha Taisho era para ella sinónimo de sufrimiento y dolor, pero también sinónimo de venganza por parte de ella. Kagome lo destruiría como él la había destruido a ella.