Inuyasha contemplaba una vez más la desnudez de la que ahora era su esclava. Con una sonrisa siniestra miro como sus mejillas se sonrojaban, como sus labios estaban entreabiertos. Le gustó la manera en la que su largo cabello se esparcía en las sábanas blancas, la manera en la que aquellos ojos chocolates lo miraban con odio, pero que no podían evitar que la pasión los consumiera. Inuyasha besó los tobillos de la chica haciendo su recorrido hacia arriba donde Kagome se removía inconforme de solo recibir aquellas caricias, quería más, mucho más. Cuando Inuyasha llegó hasta su plato favorito vio como ella respiraba hondo a la espera de lo que él le haría. Era tan fácil controlarla. Al principio pensó que iba a ser difícil por el carácter de la chica, pero otra vez, una vez más tenía una es