Kagome no podía evitar mirar la tarde lluviosa que a través del cristal acontecía. No se movía para nada y aun cuando las sirvientas de Inuyasha le ordenaron cosas por parte de su señor, Kagome las ignoró centrándose en el torrente de agua que bajaba con fuerza desde el cielo. Justo hoy Hoyo y yo estaríamos bajo la lluvia. Una sonrisa triste se posó en sus labios. Extrañaba aquel chico de sonrisa dulce que siempre lograba enamorarla cada día más. Se abrazó a ella misma sin perder de vista las gotas de lluvia que se pegaban al cristal para bajar luego lentamente. —¿Te gusta la lluvia?—escuchó su voz, pero justo ese día no estaba de humor para aguantar aquel hombre que solo buscaba su cuerpo. Se quedó en silencio y en menos de un minuto sintió la palma caliente de ese hombre en su cuello