El llanto de la duquesa resonó en el salón, la mujer que debía permanecer fuerte por sus hijos se desplomó sobre el féretro y miró a su esposo con gran dolor.
El duque Agustín Santes de tan solo cuarenta y dos años, falleció de un infarto y fue velado por su familia. Sus hijos permanecieron en silencio, vistieron el luto tal y como la tradición lo dictaba, caminaron al cementerio y lanzaron rosas a su tumba.
Y al caer la noche, el ministro llegó a la mansión para reunirse con la familia.
– Lady Santes, lamento mucho su pérdida – recitó el ministro sin esperar una respuesta – la emperatriz me informó de la situación, de acuerdo a su disposición, el vizconde Grellier estará a cargo de la administración del ducado y de los talleres de herrería hasta que la familia tenga un heredero digno.
La duquesa se levantó – ¿qué ha dicho?, el hombre que traicionó a mi esposo y provocó la muerte de inocentes, es quien dirigirá el ducado, ¿quién permitió esto?
– La emperatriz – respondió el ministro y la duquesa perdió fuerza en las piernas – apresuraremos la boda de la señorita Elsa y en cuanto a la situación del joven Felipe, la posesión del título sucederá solo en caso de que demuestre tener la madurez necesaria para mantener el título, esta medida es para evitar que cometa los mismos errores de su padre, en caso contrario, se le concederá el título de marques y el territorio seguirá siendo administrado por el vizconde.
La duquesa miró hacia la derecha en dónde estaban sentados sus hijos y apretó las manos en puños – ¿quién decidirá sí mi hijo es digno?
– La emperatriz.
Silvana entendió que ese era un mensaje para ella. El futuro de su familia dependía de lo bien que pudiera desempeñar su papel.
– Para terminar – continúo el ministro – la emperatriz ha decidido tomar la tutoría de la señorita Silvana Santes y enviarla a un monasterio. En caso de que no esté de acuerdo, lady Santes y considerando los actos criminales de su esposo, la familia será desterrada.
– ¡Se atreve a amenazarme!
– Mi trabajo es informar.
– Necesito que salga ahora – dijo la duquesa – AHORA.
El ministro se levantó y tomó los documentos, entendía que la diferencia de rangos era inmensa, pero le molestó mucho la forma en que la duquesa le habló – con su permiso, lady Santes.
– Ustedes también – dijo la duquesa mirando a sus hijos y se quedó a solas con Silvana – dime claramente, ¿qué es lo que está pasando?
¡Cómo debía decirlo!
– Mamá, sobre papá, ¡qué pasaría si él fuera culpable!
La duquesa frunció el ceño – no lo es, cariño, él siempre ha sido un hombre responsable, los talleres, contratar a los mejores herreros del ducado, todo fue idea suya, tu abuelo no quería, pero él tenía el sueño de diseñar escudos y estaba tan entusiasmado, sí lo hubieras visto – sus ojos lagrimaron y la abrazó – no importa lo que las personas digan, o que el mundo entero se ponga en contra, nuestra determinación no debe fallar, ¡tu padre es inocente!
Viendo la esperanza brillar en los ojos de su madre, Silvana no se atrevió a decir lo contrario.
– Ahora dime, ¿qué sucedió con la emperatriz?
– Ella quiere que me case con su hijo.
– Te está poniendo de su lado para controlar al príncipe heredero – comprendió la duquesa y se sentó – Silvana, esto es muy importante – tomó su mano y la apretó – a partir de ahora pasaremos por mucho y no podremos estar juntos, tendremos que ser muy fuertes – acarició su mejilla – tú más que nadie, tienes que escuchar a la emperatriz y hacer todo lo que te pida, debes convertirte en la pieza más importante de su plan para que podamos demostrar que tu padre es inocente y que el vizconde Grellier es el verdadero culpable, ¡lo entiendes!
Silvana asintió guardando en secreto todo lo que sabía y de pronto, se levantó – mamá, me siento un poco mal – corrió al jardín para vomitar.
Su mundo entero daba vueltas, por un lado, su padre, confesando que era culpa suya y entregándola como moneda de cambio, su madre aferrada a una mentira y del otro lado, la emperatriz, la mujer que ordenó el asesinato de su padre y a quien debía obedecer por el resto de su vida.
– Profesora – miró a su maestra con lágrimas en los ojos – usted tenía razón, los monstruos reales, son aterradores.
La señora Dersan la abrazó – señorita Silvana – la llamó y sonrió – es una de las estudiantes más inteligentes y asombrosas de las que he tenido el gusto de educar, lo hará bien.
En el segundo día del funeral la familia Constantino llegó a tiempo y pidió hablar con la duquesa para cancelar el compromiso de Elsa. La duquesa se mantuvo de pie, escuchando las excusas y manteniendo la calma para que sus hijos no la vieran como una mujer frágil, sino como el nuevo soporte que los mantendría unidos.
– Mis padres enviaron una carta, no pudieron venir, es temporada de incendios, los caminos son peligrosos – respiró profundamente – como saben, dejaremos la casa en una semana, Silvana irá a un convento por órdenes de la emperatriz. Felipe tú vendrás conmigo, iremos con los abuelos para que sigas tus estudios, y Elsa – miró a su hija mayor cuyos ojos estaban hinchados de tanto llorar – va a ser difícil – sostuvo sus mejillas – pero nos levantaremos y un día todos sabrán que su papá es inocente y regresaremos aquí – les aseguró y abrazó a sus tres hijos.
El momento para decir la verdad se perdió y con lágrimas en los ojos Silvana agradeció no haber comido desde el desayuno, para no tener algo en su estómago que pudiera vomitar.
Al día siguiente mientras ellos empacaban, los hombres del vizconde Grellier confiscaban los muebles para cubrir las compensaciones a las familias de los soldados fallecidos.
– ¿Por qué nos está pasando esto? – gimió Elsa – nunca le hicimos daño a otros, ¿por qué el vizconde nos traicionó? – lloró cubriéndose el rostro.
Felipe no hablaba, solo lloraba.
El vizconde era socio de negocios del duque y también un amigo de la infancia, desde muy jóvenes Silvana y sus hermanos convivieron con los hijos del vizconde, había tantas fiestas, anécdotas e historias, que no lo comprendían.
– Yo – empezó a decir Silvana y se quedó sin palabras, porque una persona herida, no podía sanar las heridas de los demás – voy a extrañarlos.
Elsa se levantó de su silla para abrazar a Silvana y Felipe fue el siguiente. Eran los últimos momentos en que los tres estarían juntos, actuando como una familia que no se desboronaba.
En el cuarto día después del funeral, Silvana escuchó un escándalo que venía del patio y bajó los escalones.
Denis Grellier era un soldado que trabajaba para la familia Santes, no tenía parentesco directo con el vizconde, tampoco eran conocidos, pero los sirvientes de la mansión que perdieron su trabajo lo miraron con desdén y uno de ellos accidentalmente vació una cubeta de agua sucia sobre Denis.
Él se levantó, sacudió un poco su cabello y continúo con su trabajo.
– No debieron hacerlo – dijo Silvana y escuchó su voz demasiado aguda, tosió un poco – será diferente cuando los empleados del vizconde lleguen.
– También me iré – dijo Denis – soy un empleado de la familia Santes, con su permiso.
Fue extraño, y Silvana entendió que había juzgado a un hombre por su apellido, no por su persona – me permitieron llevar una escolta al convento, me gustaría que fuera usted.
Siendo una orden Denis la aceptó – como ordene, señorita.
La semana se completó muy rápidamente y la familia Santes terminó de empacar sus pertenencias.
– No olviden empacar correctamente – les dijo la duquesa – los objetos importantes se quedarán en el banco, Elsa, te conseguí un empleo con la familia Stephen, será temporal – agregó al ver el rostro de su hija mayor – esta situación, todo, será temporal y mejorará el día en que Silvana se convierta en la princesa heredera.
Elsa y Felipe no lo sabían y miraron a su hermana.
– Todos nosotros tenemos un papel que cumplir, para que estemos de nuevo juntos. Un día la familia Grellier pagará por lo que hizo y volveremos a esta mansión, se los prometo.
Los tres asintieron y volvieron a abrazarse antes de tomar rumbos distintos.
En el interior del carruaje Silvana sintió un fuerte dolor en el pecho y presionó con su mano
– Respire despacio – le dijo la lady Fátima Stephen, madre del actual conde Stephen, y le pasó un abanico – en el monasterio ya conocen su situación, se alojará en la mansión Gaucher, tendrá profesores privados, asistirá a misa diariamente y al igual que las otras estudiantes, servirá a la comunidad, téngalo muy presente señorita Santes, no sería justo sí usted fuera la única que no estuviera obligada a barrer, limpiar o tallar los pisos de la iglesia.
Su tiempo en el monasterio no sería diferente al de cualquier otra joven enviada por sus padres para corregir su actitud, acercarse a dios o mejorar la imagen de la familia – lo entiendo.
– ¿Sabe tocar el violín?
– No, sé tocar un poco el piano – no lo hacía muy bien, pero era más fácil aprender a tocar un instrumento con el que ya estaba familiarizada.
– A su alteza, el príncipe Jonás le gusta la melodía del violín, aprenderá – respondió lady Stephen – ¿le gustan los mariscos?
– Si, mucho.
– El príncipe Jonás no los tolera, a partir de hoy dejará de comerlos – continuó.
Nuevo color favorito: el azul.
Pasatiempos: jardinería y bordado.
Aptitudes: geografía, historia y leyes.
Música, lectura, apreciación artística y vino favorito, durante todo el viaje Silvana memorizó los gustos, pasatiempos y ambiciones del príncipe Jonás, que a partir de ese día debían coincidir con los suyos.
Su gusto por la literatura y la poesía no eran útiles y debían desaparecer, así como su interés en el dibujo y el grabado en madera y metal, todo sería borrado para dibujar encima una mejor versión, como un vestido hecho a la medida del príncipe heredero Jonás Audrey.
Su futuro esposo.
Tras cinco días de viaje llegaron al monasterio, un lugar hermoso perdido en la parte alta de un risco, con una hermosa vista paradisiaca y cien escalones.
Porque las personas no iban a los monasterios a disfrutar del paisaje, ellos iban a rezar y en el caso de Silvana, ella estaba ahí en preparación para el resto de su vida.
– Bienvenida lady Stephen, señorita Santes, soy el monje Charlon, será un placer cuidarla durante su estancia, le mostraré su habitación.
Silvana siguió al monje calvo y escuchó mentalmente todas las bromas que su hermano Felipe haría al respecto, luego imaginó a Elsa suplicando que la dejaran montar a caballo y al final, la voz de su padre cayó como un balde de agua fría.
“Mi hija entiende su papel en el mundo, una vez que yo hable con ella, hará todo lo que usted le pida”
El monje se detuvo frente a un cuarto pequeño con paredes de piedra, una ventana con cortinas, una cama individual, un armario y una mesa con un banco, esa era su habitación, el pequeño escondite en dónde se prepararía sin que nadie en el imperio lo supiera, para ser la princesa heredera.
Lady Stephen también miró la habitación – no esté tan triste, venga aquí – abrió la puerta del fondo y la condujo a un cuarto mucho más grande – ser la ahijada de la emperatriz tiene sus pequeñas ventajas – le sonrió – observe la marca – golpeó la puerta para llamar la atención de Silvana hacia la flor de cinco pétalos grabada – aprenderá su significado con el tiempo.
Silvana la observó muy fijamente y después la habitación, una cama más grande no garantizaba un mejor sueño y el color de las cortinas no haría diferencia alguna en la cantidad de luz que emitiría el día, pero entendió, que no podía ser una persona lamentable por el resto de su vida – lady Stephen, muchas gracias – sonrió tan felizmente como le fue posible.
– Mucho mejor – le apretó la mejilla – mi señora dijo que era inteligente, es bueno saber que no fue una falsa impresión.
En su camino, mientras escuchaba las anécdotas del príncipe Jonás, Silvana recordó una historia.
Hubo una vez un inmenso dragón que atacó una pequeña aldea, quemó los cultivos y calcinó a las ovejas, lo que provocó que las personas pasaran frío y hambre durante la temporada invernal.
Al borde del colapso, un héroe apareció y cabalgó hacia las montañas para lograr lo imposible, ¡asesinar al dragón!
La batalla fue larga, por más de tres días el héroe escapó del dragón, colocó trampas y fue hiriéndolo lentamente hasta que logró derrotarlo. Todos estaban felices.
Más tarde, al irse, los caballeros descubrieron un huevo y decidieron destruirlo, pero el héroe no pudo hacerlo, porque la criatura era inocente y no merecía ser sacrificada, entonces el huevo se abrió, el dragón nació y viendo los ojos del héroe, lo tomó como su padre.
La historia continúo avanzando, el dragón creció, le juró su lealtad al héroe y lo acompañó en sus aventuras, volviéndolo el más fuerte de todos, el único que podía montar un dragón.
En una primera lectura Silvana se sintió muy emocionada, devoró las páginas hasta llegar al desenlace y después volvió a leerlo, fue cuando notó algo extraño.
En el fondo, era la historia de un dragón que se convirtió en la mascota del hombre que asesinó a su familia.