Me quedo sin habla, sin saber que decir o hacer, sin poder creer semejante bulto notorio que tiene debajo la tela de su pantalón. Yo nada más estaba haciéndole un masaje, el dejó de quejarse y sentí que se relajó. No consideré que estuviera pasando eso mientras yo lo masajeaba.
«Qué vergüenza»
—Abigaíl, mírame.
—¿Qué se supone que está pasando por tu cabeza, Ares? —pregunto sorprendida sin dejar de ver—. ¡Eres increíble…!
Protesto sin poder creer que en serio ha tenido una erección a causa de un simple masaje.
«¿No se supone que tenía un calambre?»
—Ya deja de mirar, Abigaíl —me pide tajante
—¡Pero es que es algo muy notorio! —levanto mis manos y decido verlo a la cara—. Último masaje que te hago, Ares.
Me levanto de la cama para ir al baño a lavar mis manos y buscar la manera de c
