Me paralizo. Me quedo fría al verlo entrar por la puerta con el plato en su mano con la rebanada de pastel de maracuyá que mencionó ir a buscarme.
Podría ser una escena linda de admirar, pero es todo lo contrario. Ares está mirándome en espera de una respuesta inmediata. Respuesta que podría darle, pero el temor que me está causando sus oscuros ojos me impide hacerlo.
—¿Laverde? —se dirige a él con esa postura impenetrable—. No debo de pedirte que me respondas, ¿o sí?
El hombre levanta su cabeza dando por hecho de que ya no hay vuelta atrás. Siento vergüenza por mí misma, porque a causa de mí, ahora tendrá problemas y eso era justo lo que quería evitarle.
—Yo te lo diré —interfiero al fin con mi corazón martillando con fuerza—. El señor Laverde no tiene nada que ver, Ares. Si me permit
