Como todas las mañanas bajé a desayunar junto a Foster, él me veía con detenimiento y eso me puso nerviosa, ya que hoy escaparía con Ricardo. —¿Pasa algo?—le pregunté disimulado mi nerviosismo. Él guardó silencio por un momento. —Es hora de irme—fue lo único que dijo poniéndose de pie con su expresión seria. Cuando salió de la casa, me puse de pie y lo miré por la ventana. Cuando él se alejó salí de ahí directamente a la caballeriza, no llevaba maleta, ya que nada de ahí me pertenecía, pero en todo el camino tenía un mal presentimiento. Al llegar me encontré con Ricardo quién me abrazó y me besó con intensidad; sin embargo, en ese momento un ruido nos puso en alerta: la puerta fue abierta de un solo golpe. José y Diego quienes eran empleados de la hacienda ingresaron acercándose inmedi