Capítulo I
La leve luz de la luna se filtraba por la madera de este insípido lugar. El frío entumeció mi cuerpo de nuevo, sabia que debía ya estar acostumbrada después de trece años encerrada en este asqueroso sótano, pero no era así. Escuché un auto estacionarse, mi cuerpo tembló inmediatamente conociendo quien era. Cada paso que daba por la casa mi corazón se aceleraba, me acurruque en lo que podría decir que era mi cama: un pedazo de cartón sobre el húmedo suelo.
Todo el lugar olía a humedad por las filtraciones de agua, no habían muebles ni otros objetos, ya todas esas cosas fueron extraídas por él, para que no las pudiera usar de ninguna manera. Escuché la puerta abrirse, luego pasos bajando las escaleras, la única bombilla de luz que existía fue encendida por él.
—Toma, mañana vendrá a verte un hombre muy importante. Necesito que subas temprano al cuarto de invitados, te duches, te pongas este vestido y te arregles un poco—me dijo mi padre lanzándome una bolsa plástica—. Ahora ve a la cocina y prepárame algo de comer, muero de hambre—me ordenó. Me puse de pie lentamente, mi cuerpo parecía envejecido, no tenía la misma energía y fuerza que debía de tener una chica de dieciocho años, subí los escalones lentamente—¡Date prisa, con esa lentitud me moriré de hambre!—gritó enfurecido. No tuve otra opción que subir más rápido, mis pies descalzos estaba entumecidos de frio a tal punto que me dolía caminar. Como pude llegué a la cocina donde por unos minutos podía tener algo de calor. Comencé a prepararle la comida como todos los días, cuando terminé se la serví. Él se sentó en el comedor a devorar del platillo, mientras yo me quedaba de pie en la misma esquina de siempre donde él me pedía que me quedara para verlo comer. Mi estómago comenzó a gruñir en ese momento de hambre, ya que no había probado alimento hace un día.—Ten—pronunció mi padre lanzando el plato al suelo para que comiera de sus sobras.
Me desplace hace el plato, me puse de rodillas y lo tomé con mi mano. Comencé a comer la sobras que él había dejado con mis dedos. Lo devore rápidamente como un perro hambriento, está era mi vida: con un padre que me había encerrado, tenía que resistir las humillaciones, torturas y maltratos por parte del hombre cuyo deber era cuidarme y protegerme. No sabía leer, escribir, no tenía modales y sobre todo no sabía que era el amor. Muchas veces intenté escapar, pero me arrepentía ya que no conocía como era el mundo exterior, tampoco tenía conocimiento de algún otro familiar, ya que él me alejó de todo y todos: simplemente no era nada, solo era un ser insignificante.
***
Al día siguiente me levanté despacio, por el resplandor en el exterior me di cuenta que era de día. En ese momento mi padre llegó y abrió la puerta quintándole el candado, me ordenó que subiera a la habitación de invitados, tomé la bolsa plástica y subí rápidamente. Cuando llegué me duché por un largo tiempo, debía aprovechar a limpiar mi cuerpo ya que él solo me permitía usar el baño una vez al mes, mientras que las necesidades fisiológicas las tenia que hacer en recipiente especial en el sótano. Salí de la ducha, me sequé y me puse el vestido que me había dado mi padre, este era color rojo un poco holgado, pero que me quedaba a la perfección. Me vi al espejo y pude ver mi cuerpo delgado y mi rostro algo descuidado. Tomé las otras cosas de la bolsa de plástico y comencé a maquillarme, aprendí al hacerlo durante un programa de televisión que tuve la oportunidad de ver un día que mi padre se había quedado dormido en el sofá. Luego me cepille mi cabello castaño que hacían juego con mis ojos esmeraldas, y por último me puse los tacones, los cuales todavía no dominaba por completo.
Bajé a la sala de estar donde mi padre me esperaba, se veía nervioso y un tanto asustado era muy extraño verlo así, pensé que seguramente se debía por la visita de ese hombre.
—En unos minutos un hombre muy importante vendrá a verte, si todo sale bien te irás con él—me informó fríamente.
Solo asentí con la cabeza. Estaba acostumbrada a no preguntar nada, a no reclamar ni replicar, era como un robot siguiendo las ordenes de un ser cruel y sin sentimientos. El timbre se hizo escuchar por toda la casa. Mi padre abrió la puerta rápidamente, el invitado ingresó a la sala junto a otros hombres vestidos de n***o, esté me vio de pies a cabeza, su mirada me puso nerviosa, no estaba acostumbrada a estar cerca de otras personas que no fuese mi padre.
—Señor Foster, ella es Diana, mi hija—me presentó mi padre con nerviosismo.
Él me vio de nuevo de una manera sería, yo también lo miré directamente a lo ojos, era un hombre apuesto de alrededor de veintiocho años, su piel morena combinaban a la perfección con sus ojos casi negros, una leve barba adornaba su quijada dándole un aspecto de autoridad, su traje n***o marcaba su corpulento cuerpo.
—Antes de darte una respuesta, debo hablar con la chica a solas—le respondió el imponente hombre a mi padre.
—Claro, pueden hablar en mi oficina que está al fondo a la derecha—le mencionó mi padre tartamudeando—. Hija, enséñale el lugar al señor—me pidió.
Caminé hasta el pasillo donde se encontraba la oficina de mi padre, este hombre me siguió. Una vez adentro, él tomó asiento, me pidió que me sentara también, así que lo obedecí.
—¿Sabes que tu padre te vendió para cubrir su deuda?—me preguntó de golpe.
Lo vi sorprendida, no solo por la brusquedad de la noticia, sino también por el contenido de la misma. Comencé a sentir un nudo en la garganta, y no sabía porque si ya debía esperar que mi padre hiciera algo así, quizás guardaba la esperanza que él cambiará, pero que ingenua fui. Las lágrimas amenazaban por salir, pero tragué saliva para no llorar, bajé la mirada para asimilar la noticia.
—No lo sabia—pude responder en voz baja.
—Eso veo—musitó—. ¿Sabes quién soy y lo que implicaría si te llevo conmigo?— volvió a preguntar.
No tenía ni la menor idea de quién era él y a que se dedicaba. Era un completo desconocido para mi.
—No sé quién es usted, lo siento—me disculpe tratando de sostenerle la mirada.
Él simplemente sonrió ante ni respuesta.
—Mi nombre es Alexander Foster, tengo mucho poder y dinero, puedo hacer que un país entero este bajo mis pies —respondió—. Te daré la opción de elegir entre quedarte o irte conmigo—mencionó mirándome fijamente—. ¿Cuál es tu decisión?—interrogó de inmediato.
Me quedé en silencio ante sus palabras ¿Irme o quedarme? Esa era la pregunta de mi vida, quizás la más importante. Comencé a repasar mi vida junto a mi padre y me pregunté si existía otro infierno parecido a este. Quizás estaba loca, pero no podía desaprovechar está oportunidad de alejarme de aquí, no sabía que me iba a esperar junto a este hombre, pero debía arriésgame. Después de varios minutos tomé una decisión.
—Me iré con usted—respondí con seguridad.
Él sonrió satisfecho, se puso de pie y acomodó su traje.
—Comprada—pronunció de manera triunfante.
Advertencia: Está historia tiene escenas de violencia leves. Es meramente ficticia, así que todo lo que sucede no lo tomen a mal. La escribi en el año 2008. Fue mi primera historia.