POV KLARA MILLER.
Me encontraba mirándome en el espejo por quinta vez para estar segura de que estaba bella; tenía un compromiso importante para mí padre quien me iba a presentar a uno de los dos pretendientes que tenía para mí; suspiré era bueno vivir en una sociedad de alta categoría pero cuando te decían que debías casarte por medio de un contrato o por destinos de la vida dejaba de ser importante para ti. Aunque, parecía una joven creída, sin escrúpulos y caprichosa igual tenía mi corazón creyendo en el amor donde lo describe por medio de un libro que estaba escribiendo, evidentemente mis padres no sabían de eso o si no me matarían; ya que las letras eran una basura para ellos.
― ¿Estás lista? No quiero llegar tarde Klara ― Manifestó mi padre desde la puerta de mi habitación ―, Debes comportarte como la gran señorita que eres, no me decepciones ― Sentenció serio, saliendo de allí.
Sabía que mi padre me quería, pero tal vez no estaba tan orgulloso de mi; tal vez porque había fallecido mi hermanita esperando que ella fuera más educada y refinada. Aparentaba en frente de ellos, solo por darles gustos pero a veces aprovechaba las noches oscuras y solitarias para escaparme con mi mejor amiga Laura, con ella estudiabamos juntas enseñando el mundo del alcohol, sexo y drogas. Exactamente, no era virgen aunque ellos juraban que sí, así que tendría que fingir con mi futuro marido cuando se consolará el matrimonio. También, había probado la droga aunque solo la marihuana especialmente cuando me sentía estresada, cómo en este momento pero debía aguantar las ganas porque me encontraba con mis padres.
― Mucho gusto, Alvaro Brown ― Manifestó aquel hombre que me estiraba su brazo ―, Es un placer bella dama ― Susurro dándome un suave beso en la mano, mientras le sonreía.
No estaba mal, era un hombre dos años mayor con cabello n***o, cuerpo delgado y una bonita sonrisa pero definitivamente no era mi gusto, porque a mí me encantan con barba y actitud ruda. Estaba luciendo un hermoso y elegante vestido largo, pegado a mi cuerpo color gris con brillantina. Fue una gran fiesta, en compañía de todos al mismo tiempo que hablaba con mi futuro pretendiente, pero sinceramente me aburría dándome sueño.
Decidí irme hacia donde se encontraba mi mamá viendo su bella sonrisa, era la mujer más tierna y humilde que conocía a pesar de ser una mujer de clase toda su vida. Sabía que ella estaba feliz con nosotros, pero al mismo tiempo ella guardaba algún secreto porque en su mirada se notaba la tristeza y nostalgia que conllevaba aunque nunca quiso decirme, dejándolo en el fallecimiento de mi hermana. Allí cogí una copa de vino, yendo hacia la ventana mirando hacia la calle donde sabía que se encontraba la verdadera diversión; pero debía respetar la tradición familiar por encima de todo.
― Espero que la estés pasando bien, prometo que después iremos a dónde desees ― Afirmó mi madre, entendiendo que odiaba este tipo de reuniones ―, Saliste igualita a tu padre digo a mi jaja ― Dijo con una sonrisa nerviosa, sabía que ella no era amante a estás fiestas pero le gustaban.
― Madre me aburre mi pretendiente, no lo quiero para mi ― Confesé aprovechando que mi padre no estaba a nuestro lado ―,Quiero conocer al otro porque evidentemente este me aburre ― Bufé, rodando los ojos ella solo negó con su cabeza recordando que debía tener modales.
Seguí mi camino, dirigiéndome por los alrededores del gran salón mientras terminaba mi copa de vino. Cuando Álvaro se acercó con otra, dónde se la recibí con educación en medio de una sonrisa. Iba a irme, pero empezó a hacerme la conversación teniendo que quedarme a escucharlo.
― Espero pronto nos casemos, igual que cocines rico ― Manifestó haciendo que lo mirara rayado ―, Me enseñaron que las mujeres son para la cocina y la cama ― Prosiguió, ocasionando que mi temperatura subiera.
― ¿Disculpe? Eso era en el siglo pasado, ahora somos mujeres de clase pero independientes ― Confesé mientras se reía en mi cara, voltee a ver a mi padre ―, Tendrá que conseguir sirvienta pero que me atienda a mi y a mis amigas ― Afirme, me señalaba y empezaba a reír más ocasionando que traspasara mis límites dándole una cachetada en la mejilla llamando la atención de todos.
― Klara… ― Replicó mi padre, voltee a verlo y decido irme de la fiesta. Sabía que tendría problemas con mi padre, pero en este momento no me importaba cogiendo un taxi y dirigiéndome al bar de mala muerte dónde se encontraba mi mejor amiga.
Flash back
― ¿Estaremos juntos toda la eternidad? ― Pregunto Orlando, mientras entrelazamos las manos ―, No sabes cuánto deseaba que fueras la mujer para mi vida entera ― Afirmó con seguridad, mirándome con los ojos cristalizados.
― Es lo que más quisiera, pero no puedo abandonar a mi madre ― Dije con dolor en mi corazón ―, Mi padre no perdonaría que los abandonará por un hombre de clase baja ― Confesé derramando una lágrima, la cual limpió con su mano.
― Ellos deben de entender que no somos dos niños, estamos grandes y entendemos el significado del amor ― Afirme con seguridad, volteando a ver el cielo ―, Pero tampoco podemos hacerlo a escondidas, no quiero alejarme de ellos ― Susurré con dudas en los cabeza, una maleta en mi espalda y a punto de tomar una decisión a mis casi 18 años.
― prometo que serás la mujer más feliz del mundo, si te vienes conmigo ― Aseguro dándole un último beso a mi mano, antes de que sus ojos se colocarán blancos y cayera al suelo debido a un impacto de bala en su espalda que atravesó su corazón, perdiendo al amor de mi vida; ya que a mí no me habían tocado.
Fin del flash back
Cuando llegué, ella se quedó mirándome en shock mientras tenía un vaso de vodka en su mano. Solo encogí mis hombros intentando olvidar los recuerdos, sabía que me entendía a pesar de que todo el mundo se quedaba viendome. Una mujer elegante y bien vestida en un sitio de mala muerte, sonaba irónico.
― ¿Esta vez que hizo mi pequeña pelirroja? ― Pregunto con burla, negué con la cabeza ―, Creo que desde que decidiste pintarte el cabello de rojo solo has sido un dolor de cabeza para tus padres ― Concluyó, me rei con ella porque en parte tenía razón, por eso mismo no la podían ver en la casa estando seguros que no tenía ni un contacto después de que me lo prohibieron, exactamente hace cinco meses.
― Mi futuro esposo es un inepto ― Confesé, mientras chocamos nuestros vasos ―, Necesito conocer al otro pretendiente, que asco de vida ― Sentencie suspirando, no podía creer mi mala suerte y eso que era una de las mujeres más cotizadas y con dinero de la sociedad.
― Muy pronto tendrá tu misma suerte, bendecidas por el dinero pero maldecidas por la sociedad ― Afirmo dándome un vaso de vodka nuevo ―, Celebremos la no unión con don estúpido ― Dijo alzando su vaso, hice lo mismo en medio de risas.
Estuvimos toda la noche en medio del baile y del trago, sintiendo como todo inundaba mi ser sintiéndome mucho mejor, mientras mi celular sonaba desesperado con las llamadas de mi madre y de mi padre. Más, porque deje plantando al estúpido que creía que las mujeres solo serviamos para atenderlo y eso que estaba rodeado de empleadas por el dinero, imagínese dónde no fuera así.
Baile toda la noche, sintiéndome liberada más cuando me quite el vestido colocándome la ropa extra que tenía Laura, preparada para mí escapada hasta que me dirigí a mi casa. Allí cogí los zapatos en las manos, entrando con precaución de ser descubierta llegando a las escaleras cuando prendieron la luz de la sala, cerrando los ojos entendiendo que no me iba a librar del regaño.
― Dejaste a tu futuro pretendiente tirado y a nosotros sin importar la apariencia ante los demás ― Manifestó mi padre colocándose de pie ―, Te faltó fue echarle la copa de vino a la cara, ¿Que estabas esperando? ― Sentenció mirándome fijo con superioridad.
― Aquel hombre dijo que las mujeres no servimos, solo me defendí ― Confesé sin agachar la mirada, mirando con nervios ―, Volveré a hacerlo las veces que sea necesario y te advierto de una vez que aquel hombre no es mi esposo ― Sentencie dirigiéndome hacia las escaleras.
― Mañana te vas a disculpar si no quieres ser desheredada ― Ordenó, deteniendo mi paso mientras rodaba los ojos ―, En tres días conocerás a tu otro pretendiente dónde deberás escoger uno entre los dos ― Concluyó, adelantando el paso para dirigirse a su habitación.
Llegué a la mía, sintiendo como mi cuerpo se desplomaba porque en leves palabras tenía que escoger al segundo sin nisiquiera conocerlo por el simple hecho de que detestaba el primero. Me fui a dormir, aunque inicialmente sufrí de insomnio con el temor de volver a recordar aquel suceso; siento que eso ocasionó un antes y un después en mi vida; ya que me han llevado a psicólogos, psiquiatras pero nunca dieron con una respuesta a mi estado más que un post traumático.
No era fácil, dejar ir al amor de tu vida para siempre por el simple hecho de ser de estatus diferentes, lo había conocido en la calle mientras vendía los mejores cholaos que habría probado en mi vida; ya que era Colombiano. Tuvimos una relación a escondidas de casi un año, donde sabía que me amaba porque en ningún momento tuvimos relaciones sexuales. Algo de lo que me arrepiento, pero no podía devolver el tiempo para haberlo defendido antes de que sucediera la tragedia.
Al siguiente día madrugaba hacia el gimnasio donde sacaría todos esos males que inundaban mi alma como hacía desde hace dos años. Sin embargo, en medio de la caminata tropecé con alguien cayendo al suelo, dónde no fue solo el golpe que sentí si no que mi falda deportiva se había rasgado por culpa de la silla con clavos que había al lado.
― Discúlpame, nunca fue mi intención ― Dijo brindándome su mano, no había volteado ni a verlo ― Aunque, también debes mirar por dónde caminas ― Prosiguió recibiendo su mano para intentar tumbarlo después de colocarme de pie pero no lo logré, mirándolo con desprecio.
― Una dama como yo, no debe disculparse con un imbécil como tú ― Afirme acomodando mi falda a pesar del rasgón ―, Ahora no podré ir a ejercitarme, por su culpa ― Sentencie volteandome, pero agarro mi mano.
― Vamos a comprar una nueva, fue mi culpa ― Propuso sorprendiéndome que el imbécil al menos era responsable ―, Mucho gusto, Sebastián Dupont ― Dijo volteando a verlo para sentir mi corazón acelerarse porque tenía un cierto parecido a Orlando, aunque sabía que nunca volvería.