POV KIARA SUÁREZ
Estaba sentada y aburrida en la sala de espera de un hospital, había perdido la cuenta de las veces que ya había estado aquí antes, sentada en la misma silla, esperando a mi madre, sus citas médicas eran infinitas, siempre tenía que hacerse exámenes y tomar muchos medicamentos a diario. Desde que le diagnosticaron cáncer hace no más de tres años, esta se volvió nuestra rutina, no me gusta que venga sola, por eso prefiero perder clases, mi padre no puede acompañarla por sus pesados turnos en la constructora, la angustia me carcomía un poco, esperaba que todo estuviera en lo medianamente posible bien y no empeorando. Su tratamiento era muy caro y no contábamos con el dinero, claro que yo siempre trataba de conseguirlo a como diera lugar.
Mucho tiempo me pregunté cómo hacía mi padre para pagarme una universidad tan buena, pero vivíamos tan mal, había dinero para mi educación, pero no para la salud de mi madre. ¿Cómo era eso posible? Prefería mil veces no estudiar a cambio de proveer ese dinero a las quimioterapias que ella necesitaba. Había cumplido veintitrés años, no podría quejarme de la vida que me tocó, porque realmente era feliz, a pesar de vivir con lo justo y necesario, tuve la dicha de tener un hogar, mis padres eran amorosos y me brindaron mucha seguridad. Crecí viendo a mi padre estirar su sueldo hasta más no poder, ahorrando hasta el más miserable centavo, mi madre también trabajaba y lo ayudaba, pero aun así no era suficiente y claro que cuando su estado de salud desmejoró por completo, le tocó renunciar a su empleo por eso nos faltaba dinero casi siempre para unas cosas, pero para mí educación nunca faltaba ni un dólar. Era como si tuviese un tipo de seguro estudiantil que se encargaba de todos esos gastos, en las escuelas que estudiaba nos pedían útiles costosos o aparatos electrónicos, siempre los tuve sin falta, no comprendía cómo ni por qué. ¿Acaso era más importante para mi padre comprarme la tablet última generación que solicitaban los profesores ciertas clases, antes que la quimioterapia que podría salvar a mi madre? No era justo, nunca lo sería. Sin embargo, jamás se lo refute, siempre estuvo preocupado e interesado en que yo fuera una profesional, no faltaba mucho para mi graduación. Lo cual era un alivio, porque así todo el dinero que entrara a la casa, sería destinado para salvar a mi madre.
Como todos los días salí del campus de la universidad, luego de haber terminado mi última clase, estudiaba publicidad y marketing, con una extensión en diseño gráfico, ya que había ganado mitad de una beca por mi excelente promedio. Tome el metro y me quede en la estación más cercana a la Av. Lincoln, llegue al edificio Golden Hugh, salude al portero que ya me conocía y subí en el elevador, al llegar al último piso, fui en busca de mi mejor amiga, Mia, para ser adinerada, no era hueca y por eso nos llevábamos muy bien. Toqué el timbre y la señora del aseo, me abrió la puerta.
―Hola, Rosa. Mía me está esperando. ―notifique, me sonrió con dulzura y me indico que se encontraba en su habitación. Le agradecí y caminé por los pasillos hasta donde se encontraba, la puerta está abierta y entré con toda confianza, se encontraba arreglándose. ―, ¿Qué hay, rojita? ―la saludé, solía decirle rojita, porque tenía un cabello espectacularmente rojo, pero un rojo intenso y lo mejor de todo natural.
―¡Me asustaste! ―exclama luego de pegar un brinco, la había sorprendido. ―, Pasa, pasa y cierra la puerta. ― hago lo que me pide y me siento en el borde de su cama, la miró con intriga. ―, ¡Hoy es un gran día para irnos de cacería! ―avisa con emoción, sonrío con alegría, lo necesito. Solemos referirnos a “cacería” con el arte de robar ricos, tal como ella. Yo lo hago por el dinero, ella por la adrenalina que siente. ¿Absurdo no?
―¡Genial! Lo necesito, cuéntame los detalles―la incitó y ella asiente satisfecha, mientras busca en su enorme armario dos pelucas, una de cabello largo en color n***o y una de un cabello mas corto en un tono rubio.
―Hoy habrá un evento en el casino de mi tío, puros peces gordos, Kiara― responde, mientras frota sus manos―, El riesgo es grande, puesto que la mayoría me conocen por los eventos que ha hecho mi padre, por eso debemos ir muy disfrazadas, al menos yo. ―termina y asiento.
Después de tomar una ducha en su lujoso baño, me aplico un poco de sus hidratantes y olorosos perfumes, elijo colocarme un vestido azul marino ceñido al cuerpo, tiene una abertura en la rodilla derecha, bastante sensual, me gusta como me queda. Mia me presta unos tacones plateados bastantes altos y un bolso a juego, parezco otra, como siempre hago, disfrazarme para que nadie me reconozca, me veo elegante, sensual y bastante diferente, parezco de la alta sociedad. Me rio de mi misma y salgo al encuentro con Mia, me levanta sus pulgares en señal de que me veo bien, le devuelvo el gesto al verla con ese conjunto en color vino, luce preciosa como siempre, nos debatimos en las pelucas, ella escoge la rubia, por lo que me queda la negra para mí. Ya viéndonos en el espejo, con el maquillaje y peluca, somos otras por completo, nos reímos y salimos del edificio, Mia conduce su auto y lo estaciona con prudencia lejos del casino, al entrar me percato de la gran seguridad que hay en todo el perímetro, por la presencia de algunos políticos y demás personas importantes.
― ¿Lista? ¡A por nuestra presa! ―divirtió y me reí, nos bajamos del coche y caminamos hasta la entrada.
Al llegar a la puerta dos gorilas enormes nos ven de arriba abajo, ruedo los ojos y finjo mi mejor sonrisa, nos dejan pasar y el lugar se encuentra lleno, pocas mujeres y muchos hombres por doquier, nos hacemos una seña y cada una se va por un pasillo diferente, Mia se fue al salón de cartas, donde la mayoría juega póker y yo me fui a los juegos de mesa, no sin antes pasarme por el bar y pedir una copa de champagne, camine refina y estirada tal como me había enseñado alguna vez mi mejor amiga, intercambié un par de miradas con varios personajes, pero ninguno había logrado llamar mi atención, hasta que lo vi a él. Un hombre con traje del gran diseñador Raf Simons, logra impactarme con su porte elegante y presuntuoso, justo lo que buscamos. Chocamos miradas y sus ojos brillan al verme de pies a cabeza, finjo no mirarlo y concentrarme en las apuestas de una mesa, cuando se acerca a mí.
― ¿Disfrutando la noche? ―inquiere al acercarse a mi oído, dándole un sorbo a su vaso de whisky.
―Eso intento ¿Y usted? ¿Está disfrutando su noche? ―inquiero en respuesta, hago un sutil gesto sensual al beber de mi copa, su sonrisa de lado, me da entender que ha caído.
―Ahora que la encuentro, creería que sí―responde coqueto, sonrió enseñándole mis dientes y me mira con atención―, ¿Le gustaría acompañarme a la mesa? Creo que su presencia me daría buena fortuna―pide, asiento complaciente y me tiende su brazo, le coloco mi mano y lo acompañó hasta una mesa cercana. ―, Mi nombre es Alessandro Rizzo, un gusto.
―Espero ser buen amuleto de suerte―respondo al tomar asiento al lado suyo, se ríe y su sonrisa es armónica. ―, Mucho gusto, mi nombre es Ashley Campbell.
Asiente satisfecho al saber mi nombre, intento no reírme, pero es inevitable cuando doy un nombre falso, observó que apuesta fichas de las grandes, cada una va por los diez mil dólares, me sorprendo al ver tanto dinero en juego. Estos ricachones no saben nada de la vida, ¿Acaso saben cuánta falta le hace ese dinero a una familia como la mía por ejemplo? ¡Bah! Son tan vacíos que no les importa perder cantidades exuberantes de dinero solo por apostar al azar, para su buena suerte y la mía también gana la ronda, pide una botella de whisky que según mis cálculos está valorada en dos mil dólares.
―¿Le gusta el whisky? Quiero que celebremos mi victoria, claro si le apetece―inquiere y le sonrío asintiendo, antes de entrar, Mia y yo nos tomamos unas pastillas para el hígado, de esa forma podemos ingerir bastante alcohol sin embriagarnos. Y es mucho más fácil cazarlos ebrios, por supuesto.
―Por supuesto, es decir, ¿A quién no le gusta un buen whisky? ―respondo sin tener idea alguna, no me gusta esa bebida, pero aun así la aceptaría por mi presa. ―Además, fue victorioso.
―Toda la razón, quisiera saber más de usted, Ashley. ―responde y pienso muy bien mi mentira, claro que él no puede saberlo.
―Soy estudiante de medicina, mis padres son socios del casino, me gusta venir a distraerme un poco. ―respondo sonando convincente, él asiente asombrado y le cambió la conversación. ―, ¿Y usted? Tiene que decirme algo también. ―divierto y sonríe, típico de estos, aquí viene la parte donde alardean de lo que son y tienen. Mi favorita, claro, para lo que me dedico.
―Soy abogado, trabajo con el bufete de la sexta avenida, ya sabe con los mejores del país. ―divierte guiñando su ojo izquierdo, sonrío por compromiso y hago cálculo mental de cuanto puede tener en sus cuentas, ya que los honorarios de los abogados de esa avenida son altísimos. ―, ¿Y cuéntame, Ashley, que hace una señorita tan preciosa como tú sola? Es decir, eres increíblemente hermosa como para divagar por un casino sin compañía. ―su tono seductor me causa náuseas, pero finjo una sonrisa mientras paso un mechón de cabello detrás de mi oreja.
―Me halaga, Alessandro. No me encuentro sola, vine con una amiga, pero creo que encontró mejor compañía ―respondo con una sonrisa tomando un sorbo largo de esa asquerosa bebida, prefería el champagne, pero tenía que convencerlo de que me llevaría a su departamento.
―Entonces su amiga se ha enloquecido, ¿Por qué cambiarla a usted? Eso es imperdonable― respondió coqueto, sonreí achinando mis ojos, la segunda ronda comenzó por suerte y desvió su atención a la mesa.
La noche tomó el curso como siempre, mi presa jugaba y tomaba, ganó unas cuantas mesas y otras perdió, para mi suerte ganó mucho mas de lo que perdió, por lo que se iría con dinero, le había escrito a Mia y me había dicho que ya tenia a su presa también, me pasaría recogiendo cuando el trabajo estuviera hecho, luego de muchas técnicas de seducción y algunos tragos más, logre convencer al hombre de llevarme a su casa, salimos del casino y subimos a su auto, platicábamos de temas generales nada en específico, al llegar a su departamento ubicado en otra de las mejores avenidas de la ciudad, guardo su auto en el subterráneo y subimos al ascensor, fue entonces donde me tomo de la cintura y me beso, le seguí el juego, intentando evitarlo lo más posible fingiendo que lo hacía para “provocarlo”, llegamos a su piso, me ofreció un trago y sirvió dos, fue al baño y aproveche a ponerle “nuestro polvito mágico” a su bebida, después de un rato regreso, me volvió a besar y le insistí en brindar por la noche y toda la cosa, se bebió su vaso completo y sonreí con suficiencia, era cuestión de tiempo para que le hiciera efecto y se durmiera profundamente.
Cuando por fin cayó inconsciente en el sofá, rebusque por todo su departamento y conseguí un bolso de viaje, guarde todo lo que encontré de valor, como sus relojes, joyas, el dinero que ganó y como si me hubiese iluminado encontré una laptop de lujo, también me la lleve, salí corriendo del lugar, mientras bajaba por el ascensor le marcaba al móvil de Mia, no me atendía, al llegar al lobby, camine con normalidad para no alertar al guardia, estaba distraída cuando choque con alguien, me levante rápidamente y tome el bolso con nerviosismo, alce mi vista y me encontré con un hombre extremadamente guapo, su mirada era jodidamente sexy, su cabello n***o y piel bronceada, esa barba, dios, me derretía.
―¡Lo siento! No me fije―me disculpo y él sonríe en respuesta.
―No te preocupes, estoy bien―responde acomodando su traje que había desordenado, ―, ¿Nos hemos visto antes? ―pregunta con curiosidad, lo miro confundida.
―No lo creo, vivo al otro lado de Manhattan. ―miento y él se disculpa con una sonrisa.
―Creo que te he visto en el club, ¿podría ser? ―inquiere insistente, vuelvo a negar con una sonrisa. ―, Bueno de no ser así, mucho gusto, Sebastián Dupont.