PREFACIO II

2606 Words
— Son hermosas, serán la nueva generación de la familia — Manifestó su padre con orgullo, cuando Massimo entró a la habitación —, Pero debemos hablar, está claro que tendrán el apellido de los Millers — sentenció, donde los tres estuvieron de acuerdo. Sin embargo, Samantha se sentía destrozada al traicionar y guardar el secreto a Arturo, lo que ella no sabía era que su hermano lo había buscado para darle la gran noticia, porque no podía soportar la idea de ver infeliz a su hermanita al lado de otro hombre y más cuando lo descubrió siéndole infiel con su propia secretaria. Massimo iba saliendo de la habitación, hacia la sala de espera para darle la noticia a sus padres aunque le desagradaba tener que criar dos hijos de otro bastardo pero todo era por los negocios y que su imperio creciera aún más, gracias a ese incidente lograba ganarle en acciones al propio dueño de imperios Montenegro, dominando todo a su antojo. Su sonrisa se borró, cuando escuchó a un hombre llamar a las enfermeras para saber donde se encontraba Samantha y sus dos hijas. — ¿Quién es usted y por qué busca a mi mujer? — Pregunto serio, con superioridad ante un hombre de bajos estratos —, ¿Como se le ocurre venir en esas fachas? debería darle vergüenza. — Sentenció mirándolo de pies a cabeza, él se encontraba con su uniforme de obrero. — Soy el padre de las niñas de Samantha — Confesó con seguridad, aunque todo el mundo se le fuera encima quería luchar por ella y su amor prohibido —, Vengo a reclamar lo que es mío — Afirmó, sintiéndose intimidado cuando Massimo se acercó cogiendolo del hombro para salir del hospital, Arturo intentó zafarse pero se sentia una basura ante toda la gente más cuando lo miraban como una persona loca. — ¿Cuánto quiere? — Interrogó sacando su chequera y un bolígrafo —, Se que viene es por dinero, dígame y se desaparece de la vida de los Montenegro — Afirmó con seguridad, impaciente ante su silencio. — Quiero a mi mujer y a mis hijas — Dijo nuevamente intentando irse, pero se lo impidió el guardaespaldas de Massimo —, No puede quedarse con lo que es mio, soy el padre — Exclamó soltandose, sin importarle nada ni nadie. — Samantha nunca será suya, porque arruinará su futuro y usted no es nadie — Confesó colocando una cifra extremadamente grande en el cheque —, Le propongo que tome este dinero y a una de las niñas — Propuso ocasionando que Arturo abriera los ojos de la impresión, más al ver la cantidad en el cheque. — ¿Me va a entregar una de las niñas? — Cuestiono, Massimo asintió —, ¿Por qué no me entrega a las dos entonces? igual ellas, son un estorbo para usted y sus planes — Comentó, guardando el cheque en el bolsillo trasero de su pantalón. — Le entregare solo una, me haré cargo de ella por debajo pasandole una mensualidad pero solo con una condición — Manifestó acercándose tomándolo de la camisa —, Usted se va a desaparecer de nuestras vidas, hará de cuenta que la otra niña y Smanatha están muertas ¿estamos? — Dijo mirándolo con desprecio y asco, porque al final todas las personas tenían un precio. — ¿Y si no quiero? ¿Qué va a hacer? — Dijo enfrentándolo a pesar del miedo que sentía. Sin embargo, terminó aceptandolo porque era mejor tener un pedacito de su vida y de su amor prohibido a su lado que tenerlo todo perdido. Se quedó afuera con el guardaespaldas esperando a la señal de Massimo quien entró al hospital; habló con el médico encargado de Samantha quien era íntimo amigo y le debía uno que otro favor. — ¿Está loco? cómo daremos como muerta a una de las niñas y sacarla de acá — Dijo colocando sus manos en su cabello —, Debe entender, eso es un delito — Justificó negándose, pero al ver como Massimo saco la libreta de la deuda que tenía, tuvo que resignarse y aceptarlo para evitar inconvenientes en su propia familia. Tal como lo planeo, Kiara la más pequeña fue sacada del hospital sin que se dieran cuenta a media noche; donde Arturo tuvo que esperar todo ese tiempo aguantando frío para poder tener entre sus brazos a una de sus ángeles, sintiendo su corazón acelerarse y sus ojos cristalizarse ante su presencia teniendo la belleza de su propia madre. Mientras que Klara, había quedado sola en la incubadora llorando una gran parte de la noche al sentirse incompleta; ya que dicen que los gemelos y mellizos tienen una conexión especial que cuando se separan es como si hubieran matado la mitad de su corazón. Al siguiente día, Samantha se había levantado animada porque le iban a dar de alta con sus dos pequeñas princesas, quienes eran su adoración más porque eran fruto del amor real y único que iba a tener durante toda su vida. Sin embargo, se sintió extraña al ver como solo le traían una de las niñas y detrás venía el médico, con cara de todo menos de buenas noticias. — ¿Dónde está Kiara? porque las puedo identificar por un pequeño lunar en su manita — Dijo con nervios, mirando a todos lados —, ¿Que sucede? no entiendo qué está pasando — Exclamó alterada, Massimo entraba a la habitación haciéndose el desentendido e inocente. — Señora Samantha y señor Massimo lamento darles una mala noticia — Dijo el doctor mirando al culpable de la situación —, Kiara falleció anoche, le dio un paro respiratorio lo siento a veces sucede cuando nacen mellizos o gemelos — Confesó con tristeza, Samantha no podía creer lo que estaba escuchando empezando a derramar lágrimas sin control; Massimo se hizo a su lado abrazándola, para darle todo su cariño, respeto y compañía en medio de su dolor. Al rato, llegó el abuelo con el hermano de Samantha enterándose de lo sucedido exclamando el cuerpo de su nieta, pero Massimo se le adelantó manifestando que ya la había llevado a medicina legal y que la entregarian pero en cenizas tal como lo había solicitado. No había más opciones, era un castigo divino del cielo por haber entregado su virginidad antes del consagrado matrimonio, pero al menos quedaba una esperanza en la familia Klara Miller Montenegro. Por otro lado, Arturo había llegado a su habitación, con la pequeña en brazos quien iniciaba a llorar pero la calmo dándole un biberón después de buscar por internet como prepararlo, Massimo le había entregado una pañalera con objetos básicos, pero debía comprar lo demás aprovechando el dinero que le habían entregado. — No puedo tenerlas a todas, pero al menos contigo siento que mi vida sigue teniendo sentido Kiara — Manifestó acariciando su manito, mientras lo miraba fijamente —, Perdoname por separarte de tu madre y hermana, pero seremos felices los dos juntos sin la presencia de ellas — Aseguró recostandose a su lado, quedándose dormido pero despertandose cada cierto tiempo para verificar que se encontraba bien y que no fuera un sueño, era padre finalmente. Habían pasado cinco años desde aquel acontecimiento, donde las gemelas habían crecido cada una en su propio ambiente y estatus. Por el lado de Klara, creció con las mejores comodidades, desde pequeña había tenido estimulación en las diferentes áreas de su vida con terapeutas, siendo querida y amada por todos; aunque al mismo tiempo malcriada al ser consentida con todo lo que deseaba, su madre Samanha sentía que era la mejor forma de llenar el vacío de haber perdido a Kiara, siendo el entierro el episodio más doloroso de su vida. Se había enterado también, que su hermano le había manifestado a Arturo sobre las niñas, pero no había dado la cara dándose cuenta que era un hombre que no valía la pena por no haber luchado por ellas, sintiendo que su única razón de ser era Klara; ya que su esposo empezó a mostrarse frío con ella al punto que la golpeó fisicamente cuando no cumplia con sus deberes especialmente al no haber quedado embarazada de nuevo, dándole un hijo propiamente de su sangre. Klara ya tenía cinco años, era una niña hermosa de cabello castaño claro con su mirada sensual en sus pupilas verdes, su piel suave y blanca como un copito de nieve y delgada. Corría por toda la casa, siendo traviesa haciendo regañar a las empleadas de servicio por sus propias locuras. Era amada por su abuelo, por su tío y por su padre aunque al mismo tiempo se sentía intimidada; al sentir que guardaba algún rencor sobre ella porque la regañaba por todo lo que hacía. Se encontraba en el jardín, estudiando y aprendiendo con su corta edad, no solo eso si no en clases de natación, estimulación, actividades recreativas y refuerzo de sus estudios siendo el orgullo de la familia, su abuelo esperaba que no lo decepcionara tal como había hecho su madre. Mientras que Kiara, había tenido una vida distinta al vivir en la pobreza, donde Massimo le daba una limosna a Arturo para ayudar en su proceso de crianza; no eran lo que habían acordado por eso mismo habia pensado en ir a enfrentarlo si no contaría toda la verdad; ya que la niña merecía todos los lujos al igual que su hermana aunque no supiera de su existencia. Entró a jardín también, teniendo dificultades de lenguaje inicialmente por falta de estimulación pero era criada con todo el amor de su vida; especialmente porque Arturo, había conseguido un nuevo amor cuando la niña tenía dos años, sintiendo que aquella mujer era adecuada para ayudarle a criar a su hija, era una mujer fabulosa, de su clase y estudiada llamada Carmen, quien Kiara pensaba que era su madre sintiéndose a gusto a su lado, con su familia feliz teniendo su cabello liso en color castaño claro, su piel blanca como un copito de nieve con su mirada verde como las esmeraldas; siendo la admiración y envidia de todo el barrio. Arturo se fue a enfrentar a Massimo en su oficina, primero educadamente anunciándose con la secretaria, pero al ver que se hacía negar aprovechó un descuido del guardia para adentrarse a la oficina, donde lograron detenerlo cuando abrió la puerta siendo visto por Massimo, quien pidió que los dejaran a solas. — El trato era que nunca más volveríamos a saber de usted y su asquerosa vida ¿Que sucedió? — preguntó con asco, mirando todo lo que tocaba para pasar un desinfectante —, ¿Es un hombre ambicioso? — No soy ambicioso, pero si quedamos que iba a ayudar a Kiara en su crianza — Dijo con seguridad mirando a todos lados, alertandolo —, Necesito una mensualidad más alta para sus objetos personales, no se preocupe que no tomo ni una mínima parte de ese dinero para mi — Sentencio, porque por su hija era capaz de todo. — Tome y lárguese, todos los meses le consignare lo adecuado hasta sus dieciocho años después depende de usted — Comentó colocándose de pie, entregando un cheque —, Vuelvo a saber de usted y no sale vivo, así que piense en que su hija no quede huérfana — Amenazó señalando la puerta, viendo como Arturo salía de su oficina con felicidad porque quería darle un gran futuro a su hija, tal como sucedía con la otra donde se quedó viendo una pared al ver una foto de Samantha con Massimo y su otra hija, que ni siquiera sabía cómo se llamaba pero debía olvidarla, para siempre. Massimo se sintió estresado por la visita de Arturo, dañando su día. Por eso mismo, decidió irse de la oficina para un bar cercano donde le gustaba tomar, desajustando su corbata porque se sentía ahogado ante su mentira y todo lo que traía con ella. Sin embargo, no se arrepentía porque gracias a eso manejaba los negocios de ambas familias, siendo el hombre más rico y apuesto de Nueva York, solo que tenia un terrible dolor en su corazón al ver que la estupida de su mujer no era capaz de darle un progenitor, para sentirse un verdadero hombre. Ahogó sus penas en el alcohol, empezando con un vaso, dos, tres, y así hasta sentirse mareado y que su vida no tenía sentido al vivir una mentira disfrazada en la familia perfecta. Llegó las nueve de la noche y no aparecía por la casa, Samantha estaba preocupada mientras se encargaba de Klara, esperando que estuviera bien si no la culpaba y la golpeaba por cualquier error o problema que hubiera tenido. Su padre, decidió ir en busca de él al enterarse que se encontraba moribundo en un bar, sentía decepción más porque eso perjudicaba la imagen de la familia, su chofer lo llevó lo más rápido posible llegando para verlo con su camisa desabotonada y con un olor a tufo que se sentía hasta la otra esquina, dando asco. — Querido suegro has venido por mi, el hombre que ha arruinado la vida de tu hija — Dijo con burla, sin importarle nada —, ¿Sabe? A veces hubiera preferido quedarme con Kiara en vez de Klara, tal vez sería más educada — confesó dándole un trago a su vaso de cerveza, el señor Philip no entendía a qué se refería. — ¿De qué estás hablando? Kiara falleció — Dijo con tristeza, recordando el acontecimiento —, Vámonos, está demasiado tomado — Mencionó tomando el vaso, para dejarlo en la barra. — ¿De qué hablo? Kiara está viva querido suegro, solo que con el bastardo de su padre — Confesó, haciendo que abriera los ojos —, Esa niña es hermosa, pero es un peligro para nosotros — Mencionó antes de caer al suelo, debido al exceso de tragos donde el señor Philip llamó a su chofer para ayudarlo a meter al vehículo. No logró dormir toda la noche, pensando en la confesión que le había hecho su yerno sin saber si era verdad o no. Al siguiente día, quiso enfrentarlo pero prefirió dejarlo así al ver la resaca que traía. Sin embargo, contrató a un investigador privado para indagar de la presencia y existencia de Kiara dándose cuenta que era verdad, se llamaba Kiara Suarez Moreno siendo registrada bajo los dos apellidos de su padre; el mismo obrero del cual se había enamorado su hija. — ¿Abogado? necesito que venga a mi oficina — Solciito apenas recibió los reportes, estaba decidido —, Sere justo por una vez en la vida; ya que soy el principal culpable de lo que está sucediendo — Afirmó para sí mismo, en media hora llegó el abogado a quien le entregó su testamento final por si algun dia fallecia; estando orgulloso de la decisión que había tomado a tiempo para salir de su oficina a reunirse con su familia Montenegro para celebrar el quinto cumpleaños de su nieta adorada con todas las de la ley teniendo a la princesa sofía como representante; mientras que Arturo en su humilde hogar llegó con una torta, unos globos y una gaseosa para cantarle y partirle la torta a su adorada Kiara en compañía de su esposa por permitirle otro año a su lado. Samantha por su lado, celebraba el cumpleaños de su hermosa hija pero al mismo tiempo el fallecimiento de su otra hija. Porque en su interior, había muerto una parte de su corazón con su pequeña, esperando algún día verla en el cielo.
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