Capítulo 3. Huida con el hombre del casco.

4353 Words
—Si, me quedaré con el casco puesto —Le extendió su otro brazo, el que no estaba lastimado para que Briana lo ayudara. La rubia lo ayudó a ponerse de pie, y este de inmediato se levantó. Para aquel hombre su día estaba completamente arruinado, porque su pequeño momento de escape de su estresante trabajo, fue interrumpido por aquella estrepitosa y dolorosa caída que raspó fuertemente uno de sus brazos, e interrumpió todos los planes que él tenía. Sin embargo, su molestia se hizo aún más evidente, cuando vio su celular en el suelo hecho añicos. Aquel celular era de modelo viejo, un BlackBerry del 2008, que le regaló un ser querido que ya había partido de este mundo y, a su vez, allí contenía muchos recuerdos importantes grabados en fotografías, videos y también varios contactos de amistades muy cercanas a quienes apreciaba mucho. Él siempre cuando salía se llevaba su viejo BlackBerry y dejaba su IPhone en casa para que no supieran donde estaba. Asi que, al ver su apreciado teléfono hecho añicos, se lamentó como si fuera alguien que se hubiese muerto. Entonces, al tenerlo en las manos se le partió en dos, por lo que, con voz melancólica ligada con mucha angustia exclamó: —¡Ahhh, mi teléfono! ¡No puede ser! ¡Nunca le había pasado nada en más de diez años y hoy se tuvo que arruinar, casualmente hoy en su aniversario! Por otro lado, Briana estando de pie, lo miraba extrañada uniendo sus dos cejas porque el hombre actuaba como si ese teléfono fuera un IPhone ultimo modelo. Ella no entendía como un hombre que tenía una moto tan grande y que estaba vestido con ese traje de cuero azabache con rojo, el cual se veía que costaba como unos mil dólares, se lamentaba por aquel aparato de modelo antiguo. «Se nota que tiene dinero, pero como que se los gasta en unas cosas y para otras no. ¿Por qué llora por ese celular tan viejo?» Así que, mirando al hombre que recogía el teléfono con mucha delicadeza como con ánimos de mandarlo a reparar, estando allí callada veía el espectáculo. No le quiso decir nada porque se dijo así misma que cada loco con su tema, y de la cárcel aprendió a no preguntar ni a meterse en los asuntos de los demás. Luego, el hombre metió su preciado celular en uno de sus bolsillos y al dirigir su mirada hacia Briana, quiso drenar la frustración que sentía por su preciado aparato con ella. La rubia estando con sus manos hacía atrás, vio que el hombre venía con ella tocándose con una de sus manos su brazo adolorido, y como no sabía la expresión que tenía en su rostro gracias al casco, un tanto dudosa le preguntó: —¿Todo bien señor? Aquel motociclista estaba más que furioso allí dentro de ese casco, y parecía una olla de presión que botaba mucho humo. Ese hombre paciente y educado de hace rato, desapareció en ese instante gracias a ese último incidente. Entonces, él al estar ya frente a ella, tomando con su mano buena su brazo adolorido le respondió con mucha sátira a su pregunta, dando al inicio de una gran discusión. —¿Todo bien señor? Ay si, la inocente ¡Claro que nada está bien! ¡Usted arruinó todo mi día! ¡Por su culpa me choqué! —¿Cómo que por mi culpa? —frunció Briana el ceño sintiéndose muy indignada porque no hizo nada —¿Acaso yo era la que iba conduciendo? —¡Claro que si fue por su culpa señora! ¡Usted estaba parada en ese barandal de lo más de suicida e hizo que yo me asustara y perdiera el equilibrio! ¡Se arruinó mi celular, me raspé el brazo, y mi moto quien sabe cómo estará. Usted me trajo mucha mala suerte! Briana quien para ella ese día era lleno de mucha amargura como toda su vida, porque a pesar de estar en libertad, no se sentía para nada feliz. No tenía nada, ni un solo centavo y su ex esposo al parecer estaba viviendo la gran vida. Así que, teniendo ese estado de ánimo, la rubia no podía soportar una discusión con un desconocido. —¿Cómo? ¿Qué yo le traje mala suerte? ¡Mire, me hace el favor y no se desquite conmigo! y lo del suicidio…—Se puso algo nerviosa pero decidió mentir y negarlo hasta el final —, pues yo no lo iba a hacer, yo solo estaba parada en esa baranda porque quería ver unas rocas…ya se lo dije hace rato. —¡Ay por Dios señora, ¿Ver esas rocas? Creo que debe formular mejor sus mentiras! —¡Pues crea lo que le dé la gana! ¡Le estoy diciendo la verdad! Además, creía que… por aquí se podía ver el lago Virginia. —¿El lago Virginia? ¡El lago Virginia si usted venia caminando ya lo pasó hace rato porque estaba atrás! ¿Ve que es una mentirosa? Briana se sentía en contra la espada y la pared pero ya no podía aguantar más regaños de un desconocido que estaba oculto debajo de un casco puesto. Él no tenía ni la más mínima idea por el infierno que había pasado esa mujer, y que ahora al salir en libertad no sabía lo que le depararía en su futuro incierto. Así que, lo miró con aspereza, se dio la vuelta y lo dejó allí. Ella en un principio quiso ayudarlo, pero con esa discusión que no iría a ningún lado mejor decidió irse, para no seguir enfrentando el hecho que casi iba a terminar con su vida. El hombre estando allí parado la miró como se iba, y sintiendo mucha frustración porque lo ignoró, fue detrás de ella, y la tomó de un brazo. —¿Por qué se va? ¡Por lo menos présteme su teléfono para llamar a emergencias, ya que el mío se dañó por su culpa! Briana lo miró con algo de enojo, por aquel agarre tan brusco y abusivo. Entonces, mirando el reflejo de su rostro a través de la visera del casco del hombre, le exclamó: —¡Suélteme! ¿Como se atreve a tomarme del brazo asi? —Se soltó de su agarre. —Le dije que me prestara su celular por lo menos para llamar a emergencias. ¿No y que hace rato estaba diciendo que llamemos a emergencias? Briana apretando sus dientes y con su mirada llena de mucho enojo por aquel motociclista tan grosero y brusco con ella sin motivo le contestó: —¡No, no tengo celular! ¿O es que acaso ve que tengo algo en mis manos? ¿una cartera o un bolso? ¡No tengo nada! —¡Ahhh, ¿cómo que no tiene? —¡Si, como lo escuchó, no tengo! ¡Así que me voy, vea cómo se las arregla! Intenté ayudarlo pero lo que recibí fueron gritos de usted inculpándome por su mal manejo de su motocicleta. ¡Si tal vez hubiera casi chocado conmigo porque estaba en medio de la autopista tal vez hubiera sido comprensible, pero no, ni siquiera sucedió eso. Usted se cayó porque le dio la gana! —Já, —sonrió con sátira dentro del casco— ¿Sabe qué? ¡Si, lárguese! Usted fue solo una loca con la quien me topé. —Jajaja ¿enserio me está llamando loca? Tenemos rato hablando y ni siquiera se quita ese casco. Definitivamente, este país está lleno de desquiciados —Dejó de hablar con él, se dio media vuelta y comenzó a caminar dando pasos muy desganados. En ese momento, el hombre estando allí parado, tocando su brazo adolorido con mucho enojo, miró como la rubia se iba. También se volteó y siguió su camino yendo hacia su moto, con mucho malestar quejándose por su dolor de brazo. La moto se encontraba tirada en el barandal de la autopista que estaba pegado hacia una montaña, y en medio de su dolor extendió su brazo bueno, e intentó alzar aquella gran pasada moto tomándola por el manubrio, pero en realidad no pudo; le sería casi que imposible. Necesitaría de su otra mano para levantarla o en este caso de la ayuda de Briana. Entonces, hizo varios intentos para poder alzarla, porque se quería ir a su casa, pero todos fueron en vano. Asi que, él estando ya muy frustrado dejó de alzar la moto y se dijo en pensamientos: «¡Ah, no sé porque está loca se tuvo que interponer en mi camino!» Su brazo herido comenzó a arder por todos esos movimientos y pensó que debajo de esa raspadura quizá tendría una pequeña fractura. Asi que, se sentó en el suelo frente a la moto y comenzó a quejarse un poco más del dolor. —¡Ahhh, duele! Por otro lado, Briana quien no se había alejado mucho porque en realidad había caminado poco, estando allí, podía escuchar los quejidos del hombre. En ese momento, sus pasos comenzaron a ponerse cada vez más lentos porque empezó a sentir pena por él, ya que se encontraba herido y ella quien había caminado varias horas por ahí, solo había visto como dos autos pasar y solo a él. Zaid, su exesposo, había apagado su alma, pero no su empatía, entonces, la rubia detuvo sus pasos y escuchando otro quejido de aquel motorizado, no dudó en voltearse y desde lejos lo vio sentado en el piso tomándose el brazo. «¡Ah, soy la única que está por aquí…hace rato me dijo que lo ayudara a levantar la moto!» pensó. El hombre la vio venir hacía él, y sintiendo algo de vergüenza se levantó de nuevo como pudo. Siendo muy terco volvió a extender su mano hasta el manubrio de la motocicleta para levantarla, pero aún no podía. Por lo tanto, la mujer corrió hacía él y mientras se acercaba le advertía que la esperara. —¡Oye, loco del casco!… ¡Espera un momento! El hombre del casco se detuvo, dirigió su mirada hacia ella y mientras la veía que corría hacia él, no pudo negar que se sintió aliviado porque no podía alzar la motocicleta por él mismo. —Me imagino que se vendrá a disculpar—susurró. Briana paró de correr, y estando algo agitada llegó hacía él y fijamente lo miró. —¡Hey ¿porque hacías eso?! puedes que tengas una fractura por esa caída, ¿te quieres dañar tu brazo sano? —Pues ¿y que más podía hacer? Nadie más pasa por aquí y tú te fuiste. Era obvio que él si necesitaba de su ayuda y que estaba asustado porque estaba muy lejos de su casa, se encontraba lastimado, no tenía como comunicarse con sus conocidos y de paso por ese camino como que no pasaba nadie. Pero jamás demostraría algún tipo de temor, o debilidad ante a esa chica loca como él le decía. Entonces, Briana quien en el fondo era una mujer complaciente, sintió mucha pena por él. —Bueno, recuerda que me fui porque me culpaste de tu caída. Pero bueno, te ayudaré a levantar la moto... ¿Tú crees que sirva? —No lo sé, tendría que ponerla de pie, encenderla y ver si no se le dañó algo. —Mmmm, bueno entonces…yo agarro el otro manubrio y tu el otro. Tratemos de hacerlo al mismo tiempo ¿Si? —Ok —dijo él —Aunque… no necesitaba de tu ayuda pero ya que insistes muchas gracias. En ese instante, Briana al escucharlo quiso devolverse y dejarlo solo de nuevo, porque le cayó muy mal su respuesta, pero lo ignoró, caminó hacia el otro lado de la moto, se agachó para tomar el manubrio y también le respondió con algo de sarcasmo. —Agradezca que hoy estoy benevolente señor, asi que aproveche mi momento de bondad. —Já, que caritativa entonces usted. —extendió su mano para tomar el otro manubrio. —Ok, entonces a la cuenta de tres la alzaremos entre los dos. Se que se ve delgada pero ejerza fuerza en las piernas y así podrá ayudarme. ¿Está lista? —Si… —Uno…dos…tres… ¡Vamos! Y entre los dos, aquella debilucha y aquel hombre herido se sincronizaron y lograron poner de pie esa gran motocicleta bien pesada. Briana mostró una pequeña sonrisa de satisfacción luego de cinco años y mirando la moto ya estando de pie exclamó con algo de alegría: —¡Vaya, lo logramos! El misterioso motorizado, pudo observar que Briana hizo mucho esfuerzo y sintiéndose un poco mal por ella porque no sabía por lo que estaba pasando, doblando su boca hacia un lado dentro del casco le dijo entre dientes: —Pues…muchas gracias, señora. —¿Ah? ¿Qué dijiste? —preguntó Briana quien no logró escucharlo— No te escuché por tu tonto casco encima. —¡Que gracias por ayudarme a levantarla! —gritó — sé que con ese tamaño y ese cuerpo, te cuesta levantar una mosca, pero te esforzaste. —Ahhh, sí, pero te ayudé porque me diste lástima. Te veías bien lamentable allí sentado en el suelo. Y deja de decirme señora, me haces sentir como si tuviera sesenta años. Apenas hace dos días cumplí treinta y tres. El hombre se subió encima de la motocicleta, y pulsando un pequeño botón que tenía en el manubrio, le respondió con sarcasmo: —Bueno, no estás tan joven que digamos. Estas vieja. «¡Run…run…!» sonido de moto encendiéndose. El hombre se alegró al escuchar ese sonido y enseguida se le olvidó el mal rato que tuvo hace rato con su celular, asi que, con una sonrisa allí adentro de su casco exclamó: —¡Si! ¡Si sirve! Mientras que Briana quedó con algo de reconcomio con su comentario acerca de su edad, ya que ese tema la afectaba porque perdió cinco años de su vida en el infierno de la cárcel. —Já, treinta y tres años no es vieja, pero bueno, para las personas las mujeres después de los treinta ya no sirven. En cambio ustedes los hombres nunca son demasiado viejos o jóvenes, pero en fin… ustedes siempre se salen con la suya. Y por lo visto tu moto no se te daño, ya puedes seguir. Adiós, seguiré mi camino. —Se dio la media vuelta y siguió andando. —Oye, mujer, espera, ¿Enserio te molestaste por mi comentario? Solo estaba bromeando. ¡Ustedes las mujeres si se enojan por todo! Si quieres puedo trasladarte hasta la ciudad. Briana se detuvo y le respondió: —No gracias, quiero seguir caminando. —Mujer, luces como una presa fácil para cualquier mala persona que pase por aquí. Creo que allá atrás hay una cárcel y me imagino que los autos que pasan por aquí son porque van hacia allá. —Lo sé, pero en realidad no me interesa, quiero seguir caminando. Además, creo que más peligroso seria subirme contigo en esa motocicleta sabiendo que conducirás con una sola mano. —Llevo veinte años conduciendo motocicletas, se de una técnica de emergencia para conducir con una sola mano. Entonces… ¿rechazaras mi oferta de llevarte? —Si…quiero estar sola. Briana se dio la media vuelta y siguió caminando. En realidad aquel hombre le parecía algo extraño porque nunca se quitó el casco. Asi que mejor decidió seguir andando sola. El motociclista la miró como se iba y mientras accionaba la técnica en sus manubrios para conducir con una sola mano se decía en pensamientos: «¡Ah, esa loca! Pero bueno, allá ella, cada loco con su tema. Tengo demasiadas cosas por las que preocuparme. Fui bueno y se negó a mi oferta» Asi que, él accionó dos botones especiales que tenía esa costosa motocicleta en sus manubrios, los cuales median la velocidad y protegiendo su brazo adolorido, con una sola mano poco a poco, logró tener algo de equilibrio y pudo manejarla con un solo brazo. Briana ya iba más o menos lejos de donde él estaba así que bajando la velocidad, se puso al lado de ella y gritándole para que escuchara le preguntó: —¡¿Entonces no quieres que te lleve?! Briana alzó sus dos cejas sorprendida porque el hombre si estaba conduciendo. Entonces, bajando la velocidad de sus pasos le contestó: —¡No, no gracias, quiero seguir caminando! El motociclista puso sus ojos en blanco y gritándole para que ella lo escuchara le respondió: —¡Ok, que conste que me ofrecí. Adiosss.! El hombre subió un poco la velocidad de su acelerador y dejó a aquella mujer sola caminando por aquel camino solitario. Él la invitó a que se subiera pero ella se negó a su ayuda. Mientras andaba en cuestiones de segundos, posaba su mirada hacía uno de sus espejos retrovisores y veía a Briana, y cada vez se veía mas y más lejos hasta que después no logró verla más. Sin embargo, al conducir, vio a un auto con unos tres hombres de aspecto no muy amigable los cuales iban bebiendo. El conductor era un hombre de piel blanca, de cabeza rapada con unos tatuajes en la cara con dientes podridos, otro era de descendencia latina con tatuajes en el cuello, brazos y cara también, y el otro era un afrodescendiente con tatuajes también en el rostro y dientes de oro. Ellos pertenecían a una especie de pandilla y estaban de celebración porque uno de sus amigos saldría de la cárcel e iban a buscarlo. Enseguida, el motorizado pensó en aquella mujer un tanto debilucha, quien caminaba desamparada y su corazón comenzó a acelerarse. —¡Ah, esa mujer loca. Le advertí que por este lugar pueden pasar ciudadanos no muy buenos! Asi que, no le quedó más remedio que devolverse de nuevo e ir a vigilar a Briana. Los hombres en el auto iban más rápido que él. El motorizado iba un poco más lento porque aquella técnica de conducir con un solo brazo, no le permitiría andar a toda velocidad porque podría perder el equilibrio por completo y tener un accidente mortal. Por lo tanto, aquellos hombres en ese auto llegaron mucho más rápido que él. Y tal como el motociclista lo presintió, los hombres se detuvieron y comenzaron a molestar a Briana. —Oye rubia ¿Cuánto cobras? Jajaja —dijo el conductor. —¿Quieres que te llevemos? Briana caminando un poco más rápido con su corazón acelerado tragaba profundo y sentía como le temblaban las piernas. Así que, no dijo nada y siguió caminando. El conductor del auto siguió un poco más hacia adelante, y aprovechando que no venia nadie, hizo una vuelta en U, para ya no ir en el sentido contrario hacía Briana e ir al lado de ella. Briana mientras caminaba y vio que los hombres se alejaron un poco creyó que se habían ido, pero no, más bien se estaban preparando para ir tras ella. —¡La rubia es para mí! —dijo el hombre de descendencia latina. —¡No, es mía, yo la vi primero! —comentó el afrodescendiente. —¡Ah, es de los tres no se peleen, más adelante hay una gasolinera abandonada, allí podremos gozar con ella! Briana caminaba cada vez más rápido y se lamentaba por no haberse montado en la moto del hombre del casco. —¡Tenía razón, por este sitio pasan personas no muy buenas! De repente, la rubia sintió que venía un auto y al voltearse vio que eran de nuevo los hombres y su corazón quería salirse de su pecho. Ella comenzó a correr, pero era en vano porque los hombres de inmediato la alcanzaron dentro del auto. —Hola, preciosa ¿Por qué corres eh? —dijo el conductor. Briana muy asustada siguió corriendo, pero los hombres se bajaron del auto y fueron corriendo hacia ella para alcanzarla logrando interceptarla. —¡Uy, que preciosa! —comentó el hombre blanco sonriendo con malicia con sus dientes oscuros —¡yo la probaré primero! —¡Oigan, acabé de salir de la cárcel de mujeres por homicidio, no quiero hacerles daño! Los hombres al ver el aspecto de Briana el cual no tenía ningún tipo de tatuajes, y que no se veía para nada como si fuera una expresidiaria, comenzaron a burlarse de ella. —¡Jajaja y yo soy el presidente de la república! —dijo el líder del grupo quien era el hombre de piel blanca bajándose del auto junto con los demás. Entonces, de inmediato se acercaron a ella para atraparla. El líder del grupo la tomó y la aprisionó con uno de sus brazos poniéndolo sobre el cuello de Briana. Entonces, al tenerla en esa posición se acercó a su oído y ella percibiendo su mal aliento por el alcohol lo escuchó decirle: —Serás mía primero y luego ellos se alternarán para follarte, estúpida perra. A Briana la aprisionaban y la atrapaban de esa forma cinco mujeres al mismo tiempo estando en la cárcel, y eran mucho más altas y robustas que esos tres hombres y, a pesar de eso, aun así lograba escaparse de ellas, pero era obvio que luego la atrapaban y la golpeaban en la celda. Pero como pensó que ya no estaba en la celda logró golpear al hombre con uno de sus codos hacia su estómago dejándolo privado. Luego, rápidamente se volteó y doblando su rodilla logró darle en sus partes íntimas, cayendo él de rodillas hacia el suelo. —¡MALDITA ZORRA! —exclamó privado del dolor en el suelo. Seguidamente, los otros dos hombres, quienes estaban algo borrachos al ver como ella luchaba, fueron detrás de ella, y Briana de manera veloz tomó una roca del suelo y se la lanzó al afrodescendiente en toda la cara. Por suerte tuvo mucha puntería. Luego, quedaba el hombre de decendencia latina quien le sacó un gran cuchillo, él creía que ella se asustaría pero Briana estaba cansada de ver que en la cárcel siempre la amenazaban con uno de esos. Ya ella sabía como esquivarlos. En tres ocasiones varias reclusas que la odiaban porque su condena era corta a pesar de ser por homicidio, intentaron matarla por envidia. Bernice en la celda le enseñó como esquivar cuchillos, así que, mirando al hombre con desinterés tragando profundo espero a que viniera. —¡Ven, me enfrenté con mujeres el doble de grandes que tú. Sé que me golpeaban después, pero sobreviví! Mientras que el líder del grupo privado del dolor por el golpe de Briana le gritó a su compañero que quedaba de pie: —¡Mata a esa perra! El hombre escuchó a su líder y fue corriendo hacia ella pero de repente, escuchó unas sirenas policiales que venían desde la cárcel de hombres que quedaba un poco más antes de la cárcel de mujeres, y como en un tiempo él estuvo preso, se acobardó y guardó el cuchillo. Briana con su corazón acelerado aprovechó de esta situación para correr y alejarse de ellos, mientras venía la patrulla policial. Sin embargo, se encontró con aquel motociclista el cual venía por ella. Ella sintió como si hubiera visto un ángel asi que se detuvo de correr y extendiendo hacia arriba sus dos brazos moviéndolos le hizo señas para que se parara. —¡Hey, hey hombre del casco! ¡Ayúdame! Briana en esos cinco años que estuvo en prisión, sabía que los guardias masculinos de las cárceles eran muy malos con las mujeres expresidiarias, asi que, si la atrapaba esa patrulla no estaría para nada bien. Tal vez podrían abusar de su poder y hacerle algo peor de lo que le harían aquellos hombres y si se negaba, podían meterla presa de nuevo. Había muchos cuentos de esos de parte de las reclusas. Asi pues, el hombre del casco se detuvo y ella sin pensarlo dos veces se subió a la moto. —¡Vámonos, viene la policía! El hombre allí parado vio a dos de los tres hombres en el suelo y muy sorprendido en un tono de voz alto para que Briana escuchara le preguntó: —¡¿Tu hiciste eso?! Briana en ese instante, con su corazón acelerado, entrelazó sus manos sobre el vientre del hombre y le respondió: —¡Si…pero deja de hacer preguntas, arranca! El hombre del casco de inmediato hizo una vuelta en U y junto con Briana se fueron de ese lugar. Entonces, en medio del ruido del motor de la motocicleta él manejando con toda la cautela posible le gritó diciéndole: —¡Te lo dije, por aquí era peligroso, pero no me hiciste caso! Briana con sus ojos semicerrados por el viento y el ruido de la motocicleta le contestó gritándole: —¡Pues sí, tenías razón, pero como pude me defendí! —¡Pero de todas maneras, es peligroso para una mujer andar así por ahí! —¡Si, pero no tenía dinero como para tomar un taxi! El hombre se sentía un poco mal por lo que le sucedió a Briana así que, se atrevió a decirle: —¡Oye… ¿quieres ir a comer? Tengo hambre y… quisiera que me acompañaras. Briana quien no había comido nada desde ayer al mediodía no dudó en responderle: —¡Pues... si, pero tu pagas… sabes que no tengo ni un centavo! Mientras tanto, en un lujoso lugar de Washington D.C —¡Oh, Zaid mi amor! ¡Gracias por este anillo tan hermoso, la verdad siempre lo quise tu siempre me consientes bebé! En ese instante, Zaid Yusuf, quien estaba rodeado de muchas personas importantes ese día, se acercó a la mujer y le susurró al oido con una sonrisa hipócrita: —¡Sonrie más Jenna, y alegrate más! Nota de la autora Lily Andrews. Parece que la carcel le enseñó muchas cosas a Briana, y hasta ahora ha tenido mucha suerte con ese motociclista misterioso ¿Será que se quitará el casco para comer? Pues eso lo veremos en el siguiente episodio.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD