Briana estaba muy ebria, y a la vez muy decepcionada de como seria su vida ahora. Ya que parecía una postguerra. Se dice que cuando hay una guerra lo peor que viene para esa ciudad o ese país es la post guerra ya que hay que levantarse de las cenizas y así se sentía ella. Estaba muy asustada, por lo que, con esa embriaguez sacó todo lo que su corazón profesaba. Sin embargo, William, cuya vida no era fácil por tener al país en sus hombros y también porque a puertas cerradas su matrimonio no estaba en buenos términos, decidió escuchar a esa chica la cual se veía mucho más desdichada que él. William la miraba fijamente a través de esa mascarilla, estando callado y viendo como la mujer lloraba. Sus ojos azules de mirada dulce sintieron mucha pena por ella.
—¿Cómo que tu exesposo planeó todo?
Briana tomando de la botella que le quitó William, con las lágrimas corriendo por sus mejillas le respondió con voz de borracha y luego puso su mirada en la botella:
—Si, todo fue un asqueroso plan, ahora estoy aquí sin nada y sin mi bebé. Iba a ser mi primer hijo. Era un varón…. Solo tenía siete meses de embarazo, me faltaban dos mesecitos para tenerlo en mis brazos—Briana con la botella de cerveza imitó como si tuviera un bebé — pero él me lo quitó… Sabes, yo se todo de los bebés desde que tenia siete años de edad.
» Asi que iba a ser una excelente madre, me iba a retirar de la empresa para ser mamá a tiempo completo. Ese era mi sueño, tal vez el de muchas mujeres es ser… doctoras pero yo quería ser mamá. —volvió a tomar de la botella de cerveza como si fuera agua y se levantó de la mesa estando muy mareada para ir hasta la cocina por más botellas de cerveza.
En ese mismo instante, William al ver que se levantó fue por ella, y sujetándola de uno de sus brazos le quitó la botella. Briana estaba tan mareada que ya no podía casi ni sostenerse de pie, por lo que, William la tuvo que sostener con su brazo, el que no estaba herido, de la cintura y pegarla hacia su pecho. Asi que, estando los dos de pie, él bajando su mirada hacía la chica borracha a pocos centímetros de su rostro le dijo:
—¡Ya, no puedes beber más, mírate, no te puedes ni siquiera levantar!
Briana mirándolo con ojos de borracha le respondió haciendo una sonrisa:
—Dame la botella, hoy quiero beber, no me importa si estoy borracha. Además, si estoy así borracha a punto de desmayarme quizá es bueno para ti. Podemos tener sexo en el motel de al lado, asi te puedo pagar este pollo y las cervezas. De igual manera ya no tengo nada que perder. Tienes unos ojos hermosos y una boca linda—alzó sus brazos y con sus manos intentó quitarle la mascarilla y estando muy mareada continuó diciéndole —…ven dame un beso tengo como cinco años sin tener sexo. —Se acercó a él para besarlo pero William alejó su rostro.
Aquella mujer no sabía que le estaba pidiendo sexo estando borracha, al presidente de la nación. Si algún día se enteraba de lo que hizo, la vergüenza iba a ser tan grande que hubiese preferido nacer de nuevo al no decirle esa proposición tan bochornosa al hombre más importante de todo el continente americano. Entonces, él rápidamente la llevó hasta la mesa y de inmediato la sentó.
—¡Oye, mujer estas bien borracha! ¡Y no, no vamos a tener sexo, ni siquiera puedes ponerte de pie!
—¿Por qué? ¿Estoy muy fea? La he pasado muy mal por cinco años, no sé lo que es un labial o una base de maquillaje —comenzó a llorar mirándolo estando muy mareada —Creo que con un baño estaré bien. Anda, ven, ten sexo conmigo, te pagaré este pollo —Se volvió a levantar de la silla para abrazarlo pero William la detuvo de inmediato con una de sus manos.
—No, no estas fea. Y no voy a tener sexo contigo y menos en ese estado, ese pollo lo que costó fueron 10 dólares, además soy un hombre casado.
En ese instante, Briana estando muy mareada sonreía mirándolo casi que con un ojo cerrado y el otro entreabierto. Y estando a punto de caerse con voz de borracha le preguntó:
—Já, ¿Estas casado? Los hombres casados siempre engañan a sus esposas, já asi como lo hacía mi ex conmigo.
—Si, tengo… cinco años de casado pero no soy como tu ex.
—Ah, si claro… eres todo un santo. Y dime ¿haces el amor con tu esposa con esa mascarilla? Jajaja eres bien raro.
Briana sentada en la silla, estaba apunto de caerse hacia atrás, pero William quien estaba de pie la sostuvo de nuevo con su brazo que estaba en buen estado. Asi que, con uno de sus pies rodó una silla, la arrimó hacia donde estaba ella y se sentó a su lado porque la mujer estaba a punto de cerrar sus ojos y caerse de la borrachera. William estando sentado a su lado, la abrazó de medio lado para que no se cayera pero Briana se desplomó rendida de la borrachera hacia su regazo. William trató de levantarla pero la mujer se negó, parecía que quería dormir.
—¡Oye! —tocaba la espalda de Briana —¡Levántate, tienes que decirme a donde vives! Ahhh, se durmió…
William al verla que se quedó dormida, sintió pena por ella y la dejó allí en sus piernas. Entonces, él teniendo a Briana durmiendo en su regazo, estando muy incómodo con toda esta situación susurró:
—¡Ahhh, esperaré a que venga Javier y la llevaremos al motel del lado, esta mujer cada vez más arruinó mis planes —miró las botellas de cerveza y vio que tenían mucho grado de alcohol —Mmmm, con razón se desmayó si se tomó nueve de estas.
Luego, aquel señor barrigón de cabello canoso parecido a un Santa Claus de los bajos mundos, se acercó a ellos con otra cesta de más pollo y dos botellas más de cerveza.
—¡Vaya, su novia se durmió rápido eh! Con esta lluvia si quieren pueden descansar en el motel de al lado, yo soy el dueño jejeje. Hay habitaciones disponibles y no se preocupen están muy limpias.
«¿Limpias? No lo creo» pensó William.
Seguidamente, en ese instante, antes de ellos conversar, dos motorizados de mal aspecto entraron al lugar. Eran de piel blanca llena de muchos tatuajes, algo regordetes, con barbas tupidas, y estaban vestidos de cuero. A su vez, tenían una actitud tipo en búsqueda de pelea. Asi que, uno de ellos se acercó hacia el mostrador y de mala gana le dijeron al señor amable que atendía el lugar lo siguiente:
—¡Oye viejo, dame una habitación!
El señor los conocía y como se dijo anteriormente, estaba acostumbrado a todo tipo de gente rara que entrara ahí, asi que, con una sonrisa les entregó una de las llaves.
—Tomen caballeros, vayan al lado y mi hijo los atenderá.
Los hombres tomaron la llave y al momento de salir, miraron a William y a Briana de forma despectiva con algo de ira como para buscar pelea. El presidente enseguida miró hacia otro lado porque sabía cómo eran ese tipo de hombres, y con Briana estando en su regazo tomó una de las cervezas que estaban en ese lugar y le dio un sorbo para despistar.
«No estoy en condiciones como para ponerme a luchar. Tampoco… puedo decir que esta mujer viene sola o si no quien sabe que le harán. A lo mejor este señor puede pensar mal y llamar a las autoridades si le digo que me la encontré en la calle» pensó él tomando aquel sorbo.
Asi que, William en ese mismo instante, volvió a sentir pena por Briana y más si se quedaba sola en aquel motel. Él quiso aclararle a ese señor que ellos dos no eran nada, pero al ver aquellos hombres llegar entrar a ese lugar, dedujo que la mejor opción era fingir que era algo de la chica, para que no le sucediera nada. Luego, el señor con su caminar algo cojo de lo gordo que era, se fue hasta la mesa donde estaba William para darle algunas de las llaves para entregárselas por si quería descansar.
—Ya que los caballeros quisieron unas habitaciones, le daré esta. La 109 por si después llegan más. Siempre cuando está el clima así de lluvioso, llegan muchos motorizados a dormir asi que tome, se nota que tiene un brazo adolorido ¿y que se cayó cierto? Lo digo porque su traje esta raspado.
—Si…—contestó William con algo de incomodidad.
—Bueno, conducir con esa calle tan resbalosa seria muy peligroso, si quiere vayan y descansen mientras después sale el sol y seca la autopista.
En ese instante, William, el presidente de la nación, pensó que no se quedaría en ese lugar y menos dejaría a esa mujer, estando borracha en ese estado con aquellos motorizados peligrosos. Por lo que pensó en llevarla a otro sitio un poco mejor.
—No, no se preocupe señor. Mi… novia y yo no nos quedaremos por mucho tiempo. Estoy esperando a un amigo.
—¡Ahhh, pues haberlo dicho antes! Entonces guardaré la llave —miró que Briana estaba con la boca abierta durmiendo de lo borracha que estaba y sonrió— jajaja y parece que las cervezas le hicieron estragos. Son bien fuertes, ya con tres estás mareado y ella se tomó casi que diez jajaja, bueno lo dejo, si necesita algo me dice caballero estaré en la cocina.
William haciendo una sonrisa fingida a través de esa máscara le contestó:
—Muchas gracias, y le agradezco por haberme prestado el teléfono.
No pasó ni siquiera un minuto, de esa conversación cuando William desde la ventana miró que venía en una camioneta blindada de color negr0 su guardaespaldas llamado: Javier Diaz. Aquel hombre era de origen cubano, con puertorriqueño pero nacido en Los Estados Unidos. Javier tenia como unos 37 años y era contemporáneo con el presidente y al serlo los dos se la llevaban muy bien. Javier media como un metro con noventa centímetros, era muy musculoso, de piel bronceada, ya que su madre era morena pero su padre de tez blanca, sus ojos eran achinados de color verde, los cuales cuando te miraban fijo, sentías como si debías confesarle hasta el más mínimo pecado, pero lo que más gustaba de su rostro, eran sus labios carnosos. Al igual que William su presencia impactaba gracias a su musculatura y que siempre te sobrepasaba. Su rostro siempre estaba serio y te daba a entender que no le podías tener confianza de lo intimidante que era. Pero en realidad si lo conocías y él te apreciaba, Javier era todo un amor.
Asi que, William se alegró en verlo porque en verdad, no se quería quedar en aquel motel y menos con aquella mujer extraña, un tanto “fácil”, la cual lo podía meter en problemas. Javier conocía cada autopista del estado de Washington DC, por lo tanto, el presidente al solo decirle unas cuantas descripciones del lugar donde estaba sabía que Javier (el GPS como él le decía) iría de inmediato. Asi que, aquel hombre estacionó la camioneta, y muy preocupado por el mandatario de la nación corrió enseguida hacia el restaurante. William desde adentro con Briana en su regazo le hizo señas, y Javier no dudó en entrar. La campanita de la puerta al ingresar al restaurante de mala muerte sonó y Javier al ver al presidente sano y salvo le volvió el alma al cuerpo.
—¡Señor ¿Cómo esta?! ¿se siente bien?! —miró a Briana quien ya estaba roncando—¿Y quién es esa mujer?
—Shhh baja la voz. —susurró—Esta mujer fue la que arruinó mi día de escape. Vamos a llevarla para un hotel en la ciudad y después iremos al hospital privado para que me hagan unos chequeos… creo que tengo una fractura.
Javier muy ansioso por el estado del presidente, comenzó a revisar su brazo y vio que se veía algo mal.
—¡Señor, su brazo se ve algo dislocado. Y creo que esta será la ultima vez que sale sin mí o con el anillo de hombres de seguridad. Es muy peligroso y más que estamos ahora en elecciones!
—Si lo sé. Pero bueno, toma a la mujer y llevémosla a un hotel. A uno bueno, se ve que tuvo un mal día. ¿Tienes efectivo? quiero dejarle a este hombre una propina.
Enseguida, Javier con mucha facilidad tomó a Briana casi que desmayada del regazo del presidente y la puso en uno de sus hombros como si fuera una pequeña pluma. Y mientras la tenía ahí sacó su billetera dándole un billete de cincuenta dólares al mandatario de la nación.
—¡Tome señor!
—¿Qué?, ¿cincuenta dólares? Dame todo lo que tienes ahí hombre, que tacaño eres. Cuando estemos en la casa blanca te lo devolveré.
—Perdón señor—comentó Javier con algo de vergüenza y sacó todos los billetes.
Javier le dio como unos mil dólares y el presidente aun cubierto con esa mascarilla, fue hasta la cocina y le dio el fajo de billetes al señor. El señor al recibirlos casi cae de nalgas, pero él con su brazo bueno lo detuvo.
—No se caiga señor. Fue muy amable con nosotros y el pollo estaba bueno.
—¡Ah! ¡Muchas gracias, hijo, que Dios te bendiga!
—De nada. Hasta pronto.
Aquel buen hombre, no sabía que tocó la mano del mandatario de la nación y tampoco sabía que su suerte cambiaria. Luego, Javier, acostó a Briana en la parte trasera de la camioneta y después, montó aquella motocicleta en otro compartimiento que tenía aquel gran vehículo. Ambos se fueron con la mujer estando casi que en coma gracias a esas fuertes cervezas que se bebió. Mientras conducían Javier y el presidente se dispusieron a conversar.
—¿Entonces… mi esposa no ha llegado?
—No, no ha llegado señor. Le dije que si venia le avisaba.
—Se ha tardado bastante de aquel congreso con el secretario Kane. —comentó el presidente en un tono de voz, algo triste.
Javier conduciendo lo miró con disimulo de reojos y tragando profundo le contestó:
—Si… se ha tardado un poco señor.
—Me imagino que en Nueva York la invitaron a muchos sitios, por eso…tiene ya casi dos días sin venir.
William sospechaba en que pasos andaba su esposa con el secretario Kane, pero se callaba porque sabía que si se enteraba, seria el fin de su matrimonio y un escandalo en toda la nación. Javier, su mano derecha, sabía que el presidente era engañado, pero en más de una ocasión se lo guardó porque el presidente le rogó que no se metiera en sus asuntos personales. Asi que, desde hace dos años, las cosas se pusieron incomodas al momento de hablar de Linda y sus desapariciones en “eventos como primera dama”
Mientras tanto, la esposa del presidente…
En el hotel plaza de la ciudad de Nueva York, Linda Steward, una ex actriz muy famosa de Hollywood como de unos treinta y cinco años de edad. Ella era una hermosa pelirroja de piel muy blanca, de esbelto cuerpo con lindas pecas en su cara. Lo que más llamaba la atención de Linda, era que siempre estaba a la moda y su cabello largo rojizo siempre estaba bien cuidado y su presencia era muy imponente si estabas al frente de ella. Le decían: Linda” Jessica Rabitt”. Linda y William se conocieron hace siete años atrás en una fiesta cuando él estaba concursando para ser candidato, y fue amor a primera vista. Sin embargo, ese amor poco a poco se fue desbaratando porque Linda, no era la mujer que él pensaba que era.
Era mentirosa y manipuladora y, a su vez, no podían tener hijos debido a ciertos problemas que la mujer tenía en su matriz, gracias a la práctica de tres abortos, cuando era más joven y estaba en el estrellato. Ahora a sus treinta y cinco años, Linda al momento de quedar en estado, el peso del bebé la matriz no lo resistía y tenia abortos espontáneos. Sin embargo, William la aceptó porque la amaba a pesar de que él si quería tener hijos. No obstante, Linda no quería William, solo lo usaba para ser “La primera dama”. Asi que, lo engañaba a escondidas con los políticos dentro de la casa blanca, que ella consideraba “sexis”. Esta vez, estaba con el secretario Kane de unos cuarenta y cinco años y estando en el hotel plaza en la suite presidencial, sostenían relaciones íntimas. Ambos, tenían una relación a escondidas de William desde hace dos años atrás y creían que él no sospechaba. Entonces, al terminar de intimar, Richard se separó de Linda y estando los dos mirando hacia el techo, con sus respiraciones agitadas sostuvieron una pequeña conversación.
—¡Ahh lo haces tan bien! William anteriormente era un buen amante, pero como es un hombre ocupado, ya ni me toca...pero contigo el sexo es más rico porque es a escondidas —dijo linda resoplando mirando hacia el techo —¡Uff, como me encantan estas vacaciones!
—Si… pero creo que ya es hora que nos larguemos aquí, o si no, William puede sospechar.
—Nah, William no sospecha nada. Me ha aceptado a pesar de que no puedo darle hijos y soy su esposa la gran Linda Steward así que, no me puede dejar
Nota de la autora Lily Andrews.
Pobre presidente William, vive una vida infeliz gracias a su "Jessica Rabbit " que le monta los cuernos, pero no puede decir nada porque un divorcio a estas alturas le vendria mal. Pero que pasará con él y Briana? lo sabremos en el proximo episodio