Capítulo 7. Quiero separarme de ti.

4112 Words
Minutos después… Linda y el secretario se alistaron rápidamente, para ir a una conferencia de prensa en donde ella era la invitada de honor; ya que, siempre la invitaban a eventos muy importantes, por su belleza y su buena manera de expresarse la cual hacia creer a todos que era una mujer correcta y de buenos sentimientos. Sin embargo, después de terminar, la mujer y el secretario escapándose unos cuantos segundos del ojo vigilante de sus guardaespaldas, no dudó en toquetearse detrás de unas escaleras junto con su amante de manera sugerente. Linda tocaba las partes íntimas de su amante, a escondidas de todos, pero no sabía que alguien si había estado vigilando todos sus movimientos desde hace días atrás. Asi que, el secretario Kane pendiente de que no los vieran, quitándole las manos de su entrepierna le dijo: —¡Linda ya, ¿O es que quieres que me dé una erección aquí?! Linda pegada a él, acariciando sus partes intimas mirándolo con mucho deseo le respondió susurrándole al oído: —Es que me encantó como lo hicimos hace rato. Quedé con ganas de más. Además, sé que cuando vayamos a Washington no tendremos más tiempo y también William se la pasa super ocupado. Ya con hoy cumplimos casi tres meses que no tenemos relaciones, asi que, quiero aprovecharte lo más que pueda porque hoy nos vamos. —Ok… esta bien, hagámoslo por ultima vez antes de irnos, pero no me obligues a hacerte nada en Washington. Mira que no quiero que nos descubran. Linda metiendo su mano en el bolsillo del hombre tocando su virilidad la cual ya se estaba poniendo algo rígida, contestó: —Ah, ya te dije que no nos van a descubrir. William se la pasa ocupado y él me ama con locura, asi que tranquilo mi amor, no nos pasará nada. Mientras tanto, el presidente y Briana… La rubia todavía se encontraba totalmente desmayada en la parte trasera de aquel lujoso y gran vehículo, sin saber a donde la llevaban. A su vez, ya iban a ser las cuatro de la tarde y por suerte aquella lluvia tan pesada ya había cesado. Por lo tanto, el cielo ya comenzaba a aclararse un poco asi que, Javier, el guardaespaldas, aceleró la velocidad y se fueron directo hasta la ciudad. Sin embargo, William miró hacia atrás y vio que la rubia con lo rápido que iba Javier conduciendo se movía mucho estando allí acostada. —Oye, detén el auto un momento. —¿Por qué señor? —La mujer se puede caer. —Pero le puse el cinturón de seguridad señor, no creo que se caiga tan rápido. —Si pero, se que más adelante el camino es algo rustico y quizá se pueda caer del asiento. Asi que, Javier tal y como el presidente se lo ordenó, se detuvo y él de inmediato se bajó y se fue al asiento de atrás para detener que Briana se cayera al suelo del auto, más adelante con aquel camino un tanto rocoso. Por lo tanto, se sentó a su lado y con su brazo el que tenía bueno, la tomó del hombro para evitar que se cayera. Mientras que, Javier al conducir, por el espejo retrovisor, veía como el presidente se preocupaba por aquella extraña mujer. «Que raro, el presidente siempre mide su distancia hacía las personas, pero con esta extraña hasta la toca. ¿Será que la conoce?» pensó Javier alzando una de sus cejas. Por otro lado, William abrazando a Briana de medio lado, con la mano tocando su hombro, se decía lo siguiente en pensamientos: «Esta mujer arruinó mi día libre, pero también me hizo dar a entender que no puedo salir otra vez más sin guardias de seguridad, ya que algo me puede pasar. También está peor que yo y por suerte no la veré más» Luego, pasaron por aquel camino rocoso sintiendo como el auto se movía con algo de brusquedad, por lo que, el presidente abrazó un poco más fuerte a Briana, evitando que no se cayera. Fue un acto muy caballero y generoso de su parte. Sin embargo, a pesar de que el auto se movía, Briana no se despertaba, cosa que al presidente le llamó un poco su atención. «Esta mujer no se despierta ni siquiera con estos movimientos, ¿será que le sucedió algo?» Enseguida, llevó una de sus manos hacia su nariz para corroborar que respiraba, y si, la mujer lo hacía correctamente. Lo que él no sabía era que Briana dormía profundamente no solo por esa gran borrachera que tuvo, si no, porque también tenia cinco años sin dormir bien. Todas las noches era una tortura porque algunas de esas mujeres encerradas algunas veces hacían mucho ruido, para no dejar que las otras descansaran bien. Asi que, era la primera vez, que Briana estando fuera de la cárcel podría dormir un poco mejor, a pesar de esos movimientos del auto. Luego, Javier mirando al presidente por el retrovisor sosteniendo a Briana, le dijo lo siguiente: —Señor, dentro de unos diez minutos llegaremos a la ciudad, ¿Dígame en que hotel quiere que dejemos a esa mujer? —Dejémosla en uno bueno, luego que cuando se despierte ella misma se vaya hasta su casa. —En cual señor, en el ¿Sheraton Heights? —Si, en ese mismo… allí puede desayunar y echarse un baño. Le dejaremos todo p**o. Quince minutos después… Los hombres estando detenidos frente al hotel, tenían puesta su atención en Briana, la cual no respondía a sus llamados. El presidente le daba pequeños toques a su cara pero la mujer a ninguno de ellos respondía. Asi que, el presidente, se quitó la mascarilla en forma de pasamontaña y con su rostro algo preocupado mirando a Javier, uniendo sus dos cejas le comentó: —¿Será que a esta mujer le pasó algo? La verdad no se como alguien puede dormir asi. Yo he estado ebrio pero jamás caí en la inconciencia como lo hizo esta mujer. —Mmmm, pareciera que tuvo tiempo sin beber. Recuerdo que así me puse yo con mis primeras cervezas cuando tenía como quince años. —Si…creo que tuvo tiempo sin beber. Me dijo prácticamente que hoy era su día de celebración y que… tenía cinco años sin tener sexo. Que me iba a pagar la comida que le compré acostándose conmigo. Enseguida, Javier alzó sus dos cejas en señal de asombro y le contestó: —¿Cinco años sin tener sexo? ¿Y de donde salió, de un bunker? O… tal vez de alguna secta loca de esas que están en el campo, asi como las mujeres que las tenía encerradas el campesino ese loco en un sótano. Pero… señor debe decirme como se la consiguió. —Me la conseguí en la carretera cuando iba en la moto. Choqué contra el barandal porque me asusté al verla. Parecía como si se quisiera matar. Pero según ella estaba viendo las rocas del lugar así que, no se si creerle o no. —¿Y como se llama? —paseó su vista sobre ella —no tiene cartera ni nada por el estilo ¿De dónde salió esta mujer? —No lo sé, no me dijo su nombre, como te dije me la encontré en la autopista. De hecho no nos dijimos nuestros nombres, pasaron tantas cosas en el lapsus de dos horas. —suspiró —Si quieres di que es una mujer que te encontraste en una calle regístrala con tu nombre cuando llegues al hotel y no te tardes mucho, recuerda que no debo ausentarme tanto. —Mejor la registro como… mi novia. De todas maneras soy algo popular en este hotel. —No tienes que decírmelo porque lo sé Pero bueno, di lo que quieras, de todas maneras no veremos más a esta mujer. Tal vez, cuando se levante y se vea que está en un hotel descansará y luego se irá a su casa. Vamos, llévala y no te tardes mucho. —Esta bien señor, no me tardo. Enseguida, Javier le quitó el cinturón de seguridad a Briana, la tomó de la cintura, y la cargó sin ningún esfuerzo, poniéndosela en sus brazos. Luego, al llegar a la recepción, con Briana desmayada con el cabello tapándole la cara, como era conocido por todos (ya que siempre llevaba mujeres allí) creyeron que era otra de sus conquistas. Entonces, la recepcionista la cual a pesar de que Javier llevaba a muchas féminas a ese hotel, con una sonrisa lo atendió. —Hola, ¿Cómo estás? disculpa, es que…me la encontré en una fiesta tirada en el suelo, me dio algo de pena y decidí traerla aquí mientras se le pasaba la borrachera y para que no le hicieran nada malo. La recepcionista quien era una chica de origen asiático, muy delgada, que usaba lentes, usaba un uniforme de color azul marino, con falda, pegado a su cuerpo. Así que, ella mirándolo con cara de enamorada, porque quería ser una de las víctimas del guapo Javier por lo menos una vez en la vida, suspirando con su mirada fija hacia él, pensó: «¡Ay, no puede ser, hasta tiene buen corazón con las mujeres y es todo un caballero. Este bombón no es tan malo a pesar de todo!» Luego, ella con su mirada hacía él de inmediato le pidió sus datos: —¿Y sabe como se llama esa mujer? Javier, con Briana desmayada en sus brazos, contestó: —No, pero si quiere… regístrela con mi nombre. De todas maneras tu lo sabes, siempre vez que vengo aquí. —Le guiñó el ojo. La mujer un tanto nerviosa porque Javier le guiñó el ojo tragando profundo comenzó a ponerle sus datos en el sistema, y enseguida registró a Briana en una de las suites de lujo en donde Javier siempre se registraba. Luego, ella le entregó la llave, y con su corazón acelerado mirando a Javier con una sonrisa, acomodó sus gafas con una de sus manos y algo temblorosa por aquel guiño de ojo seductor le entregó la llave. —No-no se preocupe señor Javier, la chica estará en buenas manos aquí con nosotros. —Muchas gracias, por ser tan amable conmigo, te traeré un regalo. —Le guiñó otra vez el ojo y le hizo una sonrisa pícara. La mujer quedó boquiabierta, porque era la primera vez, que Javier por lo menos se fijaba en ella. Pero lo que ella no sabía era que el hombre estaba actuando de esa forma, solo para que no pusiera problemas en que la mujer desmayada se quedara ahí. Asi que, mientras caminaba hacia el ascensor, Briana comenzó a despertarse tosiendo un poco. «Cof, cof...» sonido de tos Javier ya estando dentro del ascensor, con una de sus manos le quitó el cabello de la cara a Briana, y al estar muy cerca de ella, pudo observar que la rubia era de lindo semblante. Entonces, con su mirada puesta en ella, viendo como movía su rostro aún con sus ojos cerrados, se dijo en pensamientos: «Vaya, la mujer loca como dice el señor presidente no es tan fea. Como el auto estaba oscuro no la divisé bien… y ya se está despertando, por lo menos no está tan mal» Aquel ascensor era de los super rápidos, por lo que en menos de tres minutos, ambos llegaron. Javier estando allí continuaba mirando a la mujer para ver si se despertaba, pero más bien comenzó a roncar, por lo que no dudó en soltar una pequeña risilla burlona, en voz baja en ese mismo instante. «Jajaja, si ronca entonces esas cervezas fueron como un analgésico, ¿Pero cómo se llamará? ¿Por qué caminaba por esa autopista?» «ting, ting» sonido del ascensor avisando que llegaron a la suite presidencial Javier de inmediato salió con Briana roncando en sus brazos, y al ver a uno de los botones quien era un chico como de unos veinte años pelirrojo con aspecto de nerd, que pasaba por ese pasillo, como tenía las manos ocupadas con ella y no quería que se despertara le pidió el favor al joven que le sacara la llave de la suite de uno de sus bolsillos. Aquel chico lo conocía y se alegró en verlo porque como Javier siempre frecuentaba ese lugar con sus amantes, cuando le llevaba la comida a la habitación le daba grandes propinas. —¡Claro que sí señor Javier, lo ayudaré a abrir la puerta! —Muchas gracias, —Lo miró con rareza —¿Cómo… sabes mi nombre? El chico abriéndole la puerta, con una sonrisa le contestó: —Señor, usted siempre me da buenas propinas cuando viene a este lugar. La semana pasada vino con una linda morena. Javier un tanto apenado le respondió: —Ah, jejeje, sí. Parece que… soy popular aquí. —Un poco señor. Lo que pasa es que todos los que trabajamos aquí tenemos mente fotográfica. —abrió la puerta —¡Pase por favor! —Muchas gracias —dijo Javier pasando junto con Briana en sus brazos y continuó diciéndole al botones: —ayúdame a encender la luz por favor. —¡Claro señor! —respondió el joven con la esperanza que Javier le entregara algo de otra buena propina Javier enseguida puso a Briana con mucho cuidado sobre aquella grande y muy fina cama, la cual tenía almohadas de plumas y sabanas de algodón egipcio típicas de un hotel cinco estrellas. Javier la dejó ahí y al ver que ella se dobló para descansar mejor, a pesar de que no la conocía se sintió muy bien por ella y esbozó una leve sonrisa. Luego, como no podía quedarse por mucho tiempo, antes de salir de la habitación le apagó la luz y al cerrar la puerta, vio al chico botones que lo esperaba. Javier al verlo, le sonrió con malicia y con su mirada puesta en él le respondió con aquella voz gruesa que lo caracterizaba: —¿Estas esperando una pequeña propina no es cierto? El chico apenado con sus mejillas coloradas bajó su mirada hacia él suelo y le contestó mintiéndole: —No señor, como no cerró la puerta estaba aquí por si necesitaba alguna otra cosa que quisiera del restaurante. Javier con una sonrisa de inmediato sacó su billetera, y le dio tres billetes de cien dólares. —Toma, ya me acordé de ti, eres muy servicial. Quisiera que vigilaras a esta mujer y me dijeras cuando se levante y se vaya de aquí del hotel. Dame tu número de teléfono. El joven tomó los billetes y se alegró mucho al recibirlos ya que ese día no habían ido muchos huéspedes. Entonces, con una sonrisa de oreja a oreja le respondió: —¡Gracias, señor, y sí le avisaré— sacó su teléfono celular y le pidió el numero a Javier para agregarlo. Y asi, Javier estaría pendiente, de que pasaría con aquella misteriosa mujer cuando se levantara. A su vez, él sabía que el presidente tarde o temprano preguntaría por ella, el día de mañana. Minutos después, el hombre bajó hasta la recepción y salió del hotel corriendo porque el presidente, ya se había ausentado un poco de sus labores y también porque había que si tenía una fractura. Todos en la casa blanca sabían que él se ausentaba los días trece de cada mes, pero solo unas pocas horas. Entonces, llegando hasta su auto, miró al hombre quejando un poco del dolor en el brazo y algo asustado le exclamó: —¡Señor, no se preocupe! ¡Ya vamos pronto al hospital privado! —Si, vamos rápido… ¿Y la mujer? ¿Se despertó? —No, más bien estaba roncando. Se acomodó en la cama y se quedó dormida. —Mmmm, claro ¡Auch! —Se quejaba del dolor. Y de este modo, Javier y el presidente fueron hasta la casa blanca, para ser atendido en un hospital secreto que tenían todos los mandatarios y trabajadores de ese lugar. Siete horas después… Ya eran como las once de la noche y el presidente fue atendido de emergencia. Era obvio que tenía una pequeña fractura en su brazo izquierdo, pero no tan grave. Sin embargo, si tenía que usar un cabestrillo para que sanara mucho mejor. Seguidamente, William, después que salió de aquel hospital, atendió algunos asuntos debido a un grupo de terroristas químicos los cuales estaban empezando hacer estragos en el país. —Señor, desmantelamos varios laboratorios en Pensilvania, pero gracias a varios informantes hicieron otros laboratorios en Oregón y la gente está consumiendo esa droga. —dijo un super intendente acompañado del ministro de la salud. —Ahhh, destruimos unos para que luego hagan otros. —contestó William muy preocupado caminando en su oficina de la casa blanca —Bueno, traten de buscar como puedan a los cabecillas. —miró al ministro de la salud —¿Cuántas personas ya la están consumiendo? —Ya dos estados señor y la droga es bien adictiva. La verdad no se quien es el que le provee esos químicos tan fuertes a esos laboratorios clandestinos. Tengo el presentimiento que debe ser alguna farmacéutica que le está proveyendo la materia prima esos delincuentes. De repente, uno de los guardaespaldas de William el cual era muy callado, le hizo señas de que se su esposa Linda ya había llegado. William habló por unos minutos más con el ministro de la salud y el super intendente de narcóticos para tratar de encontrar a aquella farmacéutica que le estaba proveyendo la materia prima esos narcotraficantes. Minutos después… Los caballeros se fueron y William con su cabestrillo en el brazo se sentó en su silla presidencial para hablar con uno de sus guardaespaldas. —Ok, ¿qué me tienes? El guardaespaldas, sacó un sobre amarillo el cual contenía varias fotografías allí adentro. —Sus sospechas eran ciertas señor. La señora Linda y el secretario Kane son amantes. William tomó el sobre y pudo observar varias fotos de Linda, su esposa, besándose, yendo a la habitación de hotel y tocándole las partes intimas al secretario Kane. El presidente desde hace meses atrás lo sospechaba, pero ya se cansó y estaba harto de guardar las apariencias. —¿Y dónde está ella? —Está en su habitación señor, preguntó por usted y le dijeron que estaba en una junta. Fui a imprimir las fotos y me vine directo hasta acá. William estaba más que enojado, pero trató de guardar las apariencias porque sabía que por ahí habían trabajadores de la casa blanca y tal vez, podían sospechar lo que pasaba en su matrimonio a puertas cerradas. Entonces, apretando sus dientes con mucha rabia, se levantó de su silla y caminó hacia la puerta para irse hasta su habitación. —Muchas gracias, le diré a Javier que te dé un p**o por tu arduo trabajo. Eres un buen guardaespaldas e investigador privado. Aquel guardaespaldas le hizo una reverencia bajando su cabeza y viendo cómo se iba el presidente hasta su habitación le contestó: —Para servirle señor. Asi que, William junto con aquella carpeta amarilla fue directo hasta su habitación, y al entrar vio a Linda sentada en su peinadora quitándose sus joyas. La mujer al verlo con una sonrisa falsa se levantó y exclamó: —¡Mi amor! ¡Como te extrañé! —miró su cabestrillo—¿y que te pasó mi amor? William la mirándola con desdén, observaba como ella venía hacia él con intensiones de darle un abrazo, pero este con su brazo bueno, la detuvo. Linda vio el rechazo y con su ceño entrecerrado extrañada le preguntó: —¿Qué sucede mi cielo? —Toma, abre el sobre. Linda mirándolo muy asustada tomó el sobre, y luego abrió. Al abrirlo la mujer vio las fotografías de ella el día hoy muy acaramelada con el secretario Kane. La mujer al ver las fotos parecía que hubiera visto un fantasma. —¿Qué-que esto mi amor? —Já, ¿sorprendida? —¡Mi amor, esto no es lo que parece! —Linda, cuando nos conocimos, te amé con locura porque me enamoré de ti ciegamente. Pero luego, empecé a notar que algo faltaba en nuestra relación y ya no eras la misma mujer que conocí cuando éramos novios. Eras distante, y estabas más concentrada en tus asuntos que en mí. Yo me quedé callado porque pensé que estabas muy mal y te sentías mal contigo misma cuando el medico te diagnostico que eras estéril y que no podías tener hijos. Aun asi, me quedé a tu lado, porque no querías adoptar y tampoco querías un vientre en alquiler sabiendo que yo si quería un hijo. Pero luego, de un tiempo para acá desde hace tres meses te vi algo extraña con el secretario Kane y supe que me engañabas. Me quedé callado para evitar las apariencias pero ya no puedo más. Linda quien era actriz, comenzó a llorar para ganar empatía con William, así que, en ese mismo instante se le arrodilló pidiendo perdón. —Yo me sentía muy sola William, tu te la pasas con tus asuntos presidenciales y casi ni me tocas. Hacemos el amor dos veces al mes y eso no es suficiente para mí. —con sus ojos inundados en lágrimas tocaba su pantalón —Perdóname, te lo ruego, me sentía muy sola, pero tu eres el amor de mi vida. —¡No te tocaba porque me dabas asco Linda! —apretaba sus dientes del enojo—¡Yo te di todo mi y nunca te engañé, siempre te quise a pesar de todo, pero lo siento, ya no te amo. Ya lo nuestro se acabó. ¡Me separaré de ti! —¡NOOOO! —gritaba Linda despavorida porque lo que ella más le gustaba era ser primera dama! —NOOO TE DIVORCIES DE MI! Está bien, haré lo que quieras con tal de que no te divorcies! Alquilemos un vientre en alquiler para que tengas al hijo que tanto deseas. Yo… puedo ser su madre! ¡Pero tú sabes que parte de tu popularidad es porque estas casado conmigo William. Si me llegas a dejar ahora, tu popularidad se irá ahora por el caño, porque Norteamérica me ama y puede ganar el tal Zaid Yusuf! …—Lo tomó del pantalón —¡Vamos, te daré el hijo que tanto deseas, yo… puedo ser su mamá! ¡Alquilemos un vientre! William estaba entre la espada y la pared; a su vez, sabía que eso era cierto, y parte de su popularidad era porque estaba casado con la gran y hermosa queridísima actriz y cantante, Linda Steward, asi que, no le quedó más remedio que aceptar su propuesta. —Ok, esta bien. Alquilaremos un vientre…. Ya casi voy para cuarenta años y quiero un hijo. Pero eso sí, viviremos un matrimonio de mentiras enfrente de todos. No intimaremos, ya me da asco tocarte. Dormiré en otro lado, quédate sola con tus amantes. —Se zafó bruscamente de su agarre y se fue caminando hasta la puerta. —¡William, William! —Decía Linda con lágrimas en sus ojos porque sabia que a mitad del otro mandato, quizá William le pediría el divorcio. Luego, escuchó como William se fue tirando la puerta con fuerza, y la mujer empezó a patalear llorando porque sus planes se habían arruinados… Al día siguiente… Eran eso de las siete de la mañana y William se encontraba algo inquieto moviendo uno de sus pies con insistencia tomando una taza de café, junto con Javier su guardaespaldas. El moreno se preocupó y enseguida le preguntó: —¿Le pasa algo señor? ¿Hay algún problema en que lo pueda ayudar? —Mmmm —carraspeó su garganta —, eh…supiste algo de… ¿La mujer de ayer? —¿Cuál señor? —La loca de la carretera, cual más. La que llevamos al hotel. ¿Sabes si se fue? —Ahhh —sonrió con picardía—pues no sé, ¿quiere que averigüé? Parece que está preocupado por ella señor. El presidente mirando algo apenado a Javier le contestó: —¿Por qué me miras así? y no pienses mal… solo me preocupo por el bien de esa ciudadana, no porque tenga una intensión más allá con ella. Javier tomó su teléfono celular y marcándole al chico botones con una sonrisa maliciosa le respondió: —Descuide señor, ya le averiguo como se encuentra la mujer. Nota de la autora Lily Andrews. Parece que el presidente se preocupó por la loca de la autopista. También quiere un bebé, vamos a ver que pasará en el siguiente episodio. Comenta si te gustó el capitulo.
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