Sentir los labios de Bruno sobre los míos me hizo recordar lo frío y tan posesivo que puede llegar a ser. Me había tomado por sorpresa, nunca imaginé que él me besaría alguna vez por la fuerza.
Si mi yo del pasado estuviera viendo esto, sin duda alguna, creería que se trata de una broma, pero mi yo del presente sabía que estaba pasando y este hombre creía que seguía siendo la misma mujer tímida que alguna vez lo amó ciegamente.
Sabía que su fuerza no se comparaba con la mía, sabía que si lo empujaba no movería esos pectorales de piedra un solo milímetro, pero hasta el más fuerte tenía su debilidad. Me había llamado perrito faldero, bueno le hice honor a sus palabras al morderle el labio con fuerza con toda la intención de que me soltara.
— ¡Auch! —gritó dedicándome una mirada sorpresiva por lo que había hecho.
— No soy la misma perrita faldera con la que tanto me has comparado, ahora muerdo —le sonreí con sarcasmos y lo empujé desprevenido abriéndome paso para salir del baño.
***
BRUNO
Sentí un sabor a fierro en mi boca luego de que Marion me mordió, realmente se había vuelto una mujer salvaje. Me llevé mis dedos a mi labio inferior para ver que efectivamente estaba sangrando un poco.
¿Pero qué demonios le pasaba? Ella nunca reaccionaria a mí de esa manera. No así. Ella siempre me había amado de manera incondicional, siempre había hecho todo por mi, se había metido en mi cama a la fuerza para tener s*x* conmigo y ahora rechazaba mis besos.
Algo estaba pasando. La vi que estaba por abrir la puerta para salir y dejarme solo. Reaccioné a tiempo y en dos pasos la alcancé cerrando la puerta de golpe asegurándome que no saldría de ahí sin antes tener una plática. Tenía demasiadas preguntas y no me iría sin al menos una respuesta.
***
MARION
No recordaba lo testarudo que Bruno podía ser si se empeñaba en hacer las cosas. Tal parecía que su capricho de la noche era tener una conversación conmigo, eso sí que era una novedad no sólo para mí, apuesto a que también para él.
— ¿Qué te pasa Bruno? Déjame ir —le dije molesta, en verdad quería irme de ahí lo más pronto posible.
— ¿Qué te pasa a ti? —me tomó del brazo y acercó su rostro intentando intimidarme. Le respondí a su mirada— antes no rechazadas mis besos y suplicabas por ellos.
— Ni se te ocurra decir algo más, ya no los quiero. —Le dije apretando los puños a mis lados— Ahora déjame salir Bruno, no te quiero cerca de mí.
Vi sorpresa en su rostro. Este hombre era más terco que una mula. Estaba buscando.
— Me conoces y no me voy a ir hasta que me contestes. ¿Cómo te atreviste a cambiar tanto Marion?
¿Por qué regresaste cuando te dejé claro que no quería volverte a ver? —me preguntó tratando de ver las respuestas en mis ojos.
Yo enfurecí.
— ¿Acaso es un pecado que la gente cambie? O mejor dicho Bruno ¿tengo que pedir tu permiso para hacerlo? —mostré mis dientes dejando clara mi postura.
— Solo le sorprende que alguien como tú haya cambiado así de radical.
Di un paso hacia él con un dedo amenazante tocando su pecho de acero.
— Si Bruno cambié. Y es gracias a mí, con mi propio esfuerzo que he llegado hasta donde estoy con una carrera prometedora, con estatus y belleza. Que no te sorprenda que las personas puedan cambiar.
— Tiene que haber algo más ¿es un amante o alguien que te haya hecho el favor? —me cuestionó con una chispa de enojo.
Enfurecí tanto que no supe en que momento mi mano se levantó dándole una bofetada. Sentí como mi respiración se entierra por la respuesta.
— ¡Eres un maldito idiota! —lo miré furiosa a los ojos— Me fui de esta ciudad con mi todas mis ilusiones destrozadas por ti. ¿Cómo no querías que cambiará? Fue gracias a tu desprecio que me he levantado y vuelto más fuerte —finalmente aproveché su shock para abrir la puerta y finalmente alejarme— no vuelvas a acercarte a mí —dije enérgica cerrando la puerta a mi espalda.
Salí de la fiesta furiosa por todo lo que había pasado con él. ¿Desde cuándo el espíritu de Paty Chapoy se había apoderado de él cuestionándome sobre mi cambio y mi vida? Era un completo idiota.
***
BRUNO
No podía creer la reacción de Marion hacia mí. Yo era el centro de su vida y tan solo bastaron cuatro años para que ella cambiara por completo. Odiaba admitirlo pero esa mujer tenía toda mi atención. Tenía curiosidad por ella y los motivos por los cuales cambió de esa manera tan radical.
No creía que solo se trataba de una cuestión de un corazón roto, que se según su versión, yo rompí. Cuando me casé con ella le dejé clara nuestra relación fría desde un inicio, nunca he sido un hombre cariñoso, excepto con Pamela, pero ella había quedado ya en el pasado.
Salí del baño una vez que me revisé el labio. Lo tenía inflamado y parecía que alguien me había golpeado. Esa mujer realmente se había vuelto como un demonio de tazmania ¿Desde cuando acá reaccionaba como el correcaminos? Me sentí como un estúpido coyote cayendo en su trampa una y otra vez.
Al día siguiente me desperté para irme a ejercitar. Tenía una cita con el Francis Smith, el dueño de una compañía multinacional que estaba en busca de un buen asesoramiento legal y financiero para abrir una fundación para madres solteras.
Me metí dar un baño después de haber ido al gimnasio. Me puse mi traje Armani y mis zapatos Hugo Boss para salir listo en mi Maserati n***o. Llegué a la cita con Francis para el desayuno a la hora acordada en uno de los restaurantes más lujosos de todoa la ciudad.
Bajé del auto dejando las llaves al valet parking. Me dirigí a la hostess que me dirigió una sonrisa coqueta al verme.
— Señor Storm ¿Qué lo trae por aquí? —preguntó la mujer.
— Tengo una reservación con el señor Francis Smith —respondí.
— ¿El señor Francis Smith? ¿Está seguro señor Storm?
Alcé una ceja al ser cuestionado.
— No hubo cambios en mi agenda —dije sin más.
— Señor Storm, veo que la reservación con el señor Francis Smith es para dos personas y su acompañante acaba de llegar.
Arrugué la frente al no entender lo que estaba pasando.
— El acompañante soy yo —rectifiqué.
— Señor Storm —volteó a ver a ambos lados la hostess— la mujer que está en la mesa de allá —señaló la mesa del al fondo que estaba pegada al ventanal que daba a la vista de la ciudad— es la cita del señor Francis. Llegó hace un minuto.
— Gracias por la información. Creo que pasaré con la señorita y me retiro.
Sin darle tiempo a la empleada me metí al restaurante y me dirigí hacia la mujer que estaba en la mesa esperando por Francis. Al estar lo suficientemente cerca mi primera reacción fue sorpresa al ver que aquella mujer se trataba de Marion. ¿Qué demonios hacía en la mesa esperando por mi cliente? No esperé más. Me senté frente a ella, que no me había visto llegar pues estaba viendo el menú, cuando la sorprendí con mi voz.
— ¿Qué estás haciendo aquí Marion? —pregunté con seriedad.
Ella bajó el menú poniéndolo sobre la mesa. Se atrevió a sonreírme con cierta burla.
— Tengo una cita con mi cliente —me dijo alzando una ceja. En ese momento me percaté de que sus pestañas le daban ese aspecto profundo a su mirada. Una mirada interesante que no había logrado captar en el pasado. Tal vez no le había puesto suficiente atención.
— ¿Tú cliente? —sonreí con sarcasmo— ja, no me digas que Francis te habló personalmente para solicitar una cita.
Marion me sonrió alegre asintiendo con su rostro. Nunca la había visto con el cabello suelto y esas ondas naturales cayendo un poco más abajo de los hombros la hacía lucir como una verdadera diva de los cincuentas.
— Se lo puedes preguntar al mismo Francis. Ay pero creo que la cita la tengo yo —me dijo en tono burlón. No podía creerlo, me estaba provocando— así que si me disculpas, puedes irte de la mesa.
— Linda estás jugando en las ligas mayores y si te estás metiendo con mi cliente, tienes que saber que yo siempre gano en grande.
— Lo sé Bruno, a comparación de ti que no me conoces, yo a ti si te conozco y sé que hacer contigo —me sonrió forzadamente. Tal parecía que su mirada me decía "ching* tu madre Bruno". Sonreí.
***
MARION
No podía creer que Bruno estuviera en la misma mesa que yo esperando por el cliente. Francis era un cliente muy importante. Si logro que trabajar con él, en el futuro podría ganar millones con él e incluso la oportunidad de hacer negocios. Sin embargo, el haber regresado a la ciudad se había vuelto una pesadilla con él frente a mí.
Estaba decidida a no encontrármelo, evitarlo a toda costa y simplemente hacer mi trabajo, pero tal parecía que el destino estaba dispuesto a volvernos a juntar.
Para mi buena fortuna Francis Smith llegó casi justo cuando acabábamos de discutir por lo que no tuve tiempo de aventarle un sermón para que se fuera de mi vista y me dejara hacer mi trabajo en paz.
— ¿Marion López? —preguntó el apuesto Francis frente a mí.
Sonreí con cierto encanto, algo que había aprendido recientemente y era muy útil en ciertas ocasiones. El hombre ignoró por completo a Bruno que estaba justo al lado de él.
— Señor Smith, encantada de conocerlo —dije levantándome de mi lugar. No podía negarme a mí misma que estaba nerviosa frente a él en el peor de los escenarios posibles.
Bruno Storm era conocido por ser un arduo contrincante en los negocios, nunca perdía. Yo era una simple recién egresada con un entrenamiento con uno de los mejores abogados del país y me consideraban una abogada prodigio en el mundo de las leyes y las finanzas, pero no tenía la experiencia que el idiota de mi ex tenía. Tenía desventaja, y mucha, pero al menos le daría batalla. Después de todo la práctica hace al maestro y no me daría por vencida.
— No me llames señor, soy unos cuantos años más grande que tú. Aún soy joven y odio ser tratado como un abuelo —dijo con simpatía Francis.
No pude evitar reír con cierto recato. Francis comenzó a reír también. Bruno vio la escena observándonos a los dos con el ceño fruncido intentando mantener la seriedad en su rostro.
— Veo que la cita al parecer incluye a la señorita López —habló Bruno para que Francis se percatara de su presencia.
— Oh, Bruno, perdona, pero no te esperaba a ti hasta la hora de la comida ¿no te avisó mi asistente? —le preguntó Francis un tanto apenado sentándose a un lado mío.
— Creo que por algo estoy aquí.
— Ay Teresa —respondió Francis llevándose las manos a la frente— disculpala tiene ochenta años y se rehúsa a jubilarse, mi otra asistente se enfermó del estómago.
— Por lo que veo que la señorita López está de suerte al tener tu completa atención —dijo Bruno mirándome a los ojos por un momento.
— No la puedes culpar, no me dijeron que era demasiado guapa y la belleza se reconoce —me guiñó un ojo y yo sonreí a su piropo, era un hombre apuesto y un futuro cliente con mucha solvencia.
No sé si fue mi imaginación pero al ver de reojo a Bruno vi como apretaba los puños hasta dejar sus nudillos blancos. Estaba furioso. En el pasado me habría puesto nerviosa por verlo así, habría hecho lo cualquier cosa por contentarlo, pero ahora en el presente simplemente me importaba un reverendo rábano.
— Gracias por el cumplido, Francis —respondí encantada. Bruno puso los ojos en blanco.
— Creo que será un desayuno de tres entonces —dijo Francis disculpándose con los dos por el error de su anciana asistente.
Durante toda la reunión Francis me hacía cumplidos mientras platicabamos del proyecto de la fundación que tenía para madres solteras y cómo quería ayudarlas. Algunas veces me hacía más caso a mí y mostraba cierta claridad dejándome saber que le gustaba.
De no ser porque Francis era un completo mujeriego y había sido el ligue de Selene la noche anterior, tal vez pensaría en que se acercara a mí.
Durante el desayuno solo me limitaba a reír y platicar sobre el proyecto cuidando mis argumentos, pues Bruno estaba dispuesto a ganar como sea. Después de una hora de plática, Francis se disculpó un momento para ir al baño.
Cuando se perdió de vista, Bruno me tomó furioso del brazo, jalándome hacia él sobre la mesa para estar más cerca.
— ¿Y a ti qué te pasa? —me dijo entre dientes tratando de no gritar— Te estás portando como una mujerzuela cualquiera frente a él.