Capitulo Tres

2056 Words
Tercer encuentro. 15 de Noviembre. Un día frío, lluvioso, la brisa helada mese los arbustos, las copas de los árboles apenas y tiene un par hojas que terminan de caer al suelo, las nubes esponjosas y oscuras colman el cielo de tal manera que lo único que se puede ver es la tormenta que amenaza con caer sobre la ciudad y el terreno, todo lo que se escucha son los lamentos de una niña; Anielle se encuentra de rodillas sobre la lápida de su madre, hace solo dos días falleció de una enfermedad terminal y los médicos no pudieron hacer nada por ella debido al estado y la gravedad con la que se encontraba la mujer. Lágrimas caen por sus rosadas mejillas, escapó de casa y corrió al cementerio para poder llorar tranquila, para desahogarse, para esperar que sea solo un mal sueño y que cuando abra los ojos su mamá estará allí para darle un beso en la frente.  Su padre y su hermano se han recluido en sus propios mundos sin darse cuenta que su hija y hermana de once años también sufre, al igual que ellos y que incluso hay ciertas cosas que aún no logra entender y cuestiona su mundo y lo que ha pasado con insistencia y decepción. Anielle toca la fría piedra con el nombre grabado de su adorada madre, Mérida, ha traído margaritas para decorar su tumba, eran las flores que ella adoraba y siempre había un ramo en la casa a modo de decorado, no importaba el lugar o la hora del día, ni siquiera la estación, siempre debía haber margaritas en la casa. Extraña su sonrisa, sus chistes, las largas conversaciones, las horas de canto y juego, que la acompañe a clases, su mirada cálida y sus besos tiernos a la hora de dormir, no sabe cómo podrá sobrevivir el resto de su vida sin ella, sin su compañía y sin nada de todo aquello que le ha llenado el alma desde que tiene memoria y que ha salvado su vida apenas llegó al mundo. — Aquí estás — Lucifer se acerca con lentitud, se detiene unos pasos detrás para no incomodar — No cambiarás nada llorando. Desde que era pequeña el muchacho comenzó a visitarla seguido, quizás al principio tuvieron sus riñas, tal vez él parecía disgustado con su presencia y solía molestarla para que no estuviera cerca de su ser pero la insistencia de la niña, las sonrisas y la buena compañía pronto los unió y entablaron una extraña relación, quizás una muy rara “amistad”... — No pretendo cambiar algo, porque, ¿Qué podría hacer yo? Soy solo una niña… sólo... Quiero dejar de sentir dolor — la niña lo observa. — ¿Por qué se la llevó? Lucifer es testigo de una de las miradas más tristes y vacías que jamás había visto en ella, le produce cierta incomodidad en el interior, no comprende cómo debería reaccionar, que es lo adecuado a decir en estas ocasiones y es que los humanos son demasiado sentimentales en su opinión, parecen tan frágiles que una sola palabra puede terminar de destruir su corazón; suspirando se acuclilla, observa la lápida, la mujer nunca fué de su agrado por diferentes razones pero admite que siempre le dió lo mejor a la niña y que jamás le hizo faltar nada, aunque él solía decir que era una mujer cuya carga espiritual le daba muchos problemas y es que antes de tener a Anielle en sus manos ella había llevado una vida bastante reprochable para los humanos aunque para él era todo lo contrario. — Él actúa de formas que no entiendo, no soy el indicado para responder eso y tampoco quiero hacerlo, no soy tu psicólogo — se encoge de hombros, si sabrá de injusticias por parte de su Padre, o por lo menos las que cree que ha cometido. — ¿Sabes? Nunca me dijo quién eras tú — suelta la niña sollozando. — Mi madre, ella no era una mala persona, estaba segura de que me respondería lo que fuera que le preguntara y así había sido siempre, excepto esa vez, no pudo decirme. — Sospecho que has investigado Anielle, eres lista y no te considero de las que esperan las respuestas — Lucifer le sonríe y ella asiente con la cabeza. — ¿No se supone que no debes entrar en cementerios? Es tierra santa, según lo que leí es un lugar bendecido por Dios y tú no eres de los que hacen buenas acciones. — la niña quita sus lágrimas de su rostro con el dorso de su mano. Lucifer niega sonriéndole, la ve unos segundos en los que nota la inquisición en su mirada, no está dispuesta a dejarlo ir sin que resuelva sus dudas, suspira, nunca deja de sorprenderlo en realidad, es más tenaz y curiosa de lo que creyó; los niños humanos son de lo más raros en verdad, si tan solo se quedaran así al crecer. El muchacho se pone de pie pues ya quiere regresar a la seguridad de su averno, ella debe llevar su luto y él no es ni será su custodio, francamente el sentimentalismo no es lo suyo, no soporta ver llorar a alguien puesto que no está en su forma de ser y si no recuerda mal, jamás ha llorado o se ha sentido derrotado o agobiado. Definitivamente hay emociones, sentimientos y sensaciones que no comparte con Anielle y por ello le cuesta entender de vez en cuando lo que está sintiendo. Da media vuelta sobre su eje ya listo para retirarse cuando, frente a él, la aparición fantasmal de Mérida lo observa acusatoriamente, no está de acuerdo en que él tenga contacto con su hija pero desde el más allá muy poco puede hacer y él lo sabe, eleva una ceja en cuanto la ve y le sonríe de lado en modo de burla; nunca ha sido reprochado por nadie mucho menos por alguien que ya está lejos del plano terrenal.  De pronto la brisa sopla de manera violenta, las hojas de los árboles son arrancadas y el cielo truena anunciando la llegada de un ser celestial, Lucifer frunce el ceño, ¿Acaso harán su aparición frente a un humano? Por más cuidado que deban darle a la pelirroja hay ciertas leyes y reglas que deben ser cumplidas según lo impuesto por el Reino Celestial. Anielle se pone de pie, toma la mano de Lucifer y se esconde detrás de él, es la primera vez que escucha un sonido de esa magnitud y no comprende, su mente no está lista para semejante revelación y no lo estará nunca; pronto dos pares de alas se ven asomar entre las nubes, luego otro par y otro más, los ojos de la infanta no pueden abrirse más de la sorpresa, tres cuerpos bajan del cielo y se posicionan frente a ellos: Gabrielle camina a paso firme, lo escudriña como siempre ha hecho y sus ojos se detienen en la mano que sostiene el chico, hay cierto desprecio para con el pelinegro pero pronto cambia a un amor incondicional cuando presta atención a la pequeña. — Gabrielle, luces tan radiante como siempre linda — el muchacho sonríe ampliamente. — No puedo decir lo mismo de ti — ella responde tajante. — ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué tienen alas? — susurra lo último. — Ya lo sabes, Anielle, piensa — responde el pelinegro. — ¿Ángeles? — frunce el ceño. — Así es cariño — Gabrielle le sonríe. — Creí haberte advertido, debes mantenerte alejado de la niña. — Cassiel habla fuerte y su potente voz resuena en todos los rincones del cementerio, casi como si de un eco se tratara. — Lucifer, márchate ahora o arremeteremos contra ti. — ¿Por qué? — La ojiazul da unos pasos al frente y los observa de hito en hito a los tres — Somos amigos, él no me ha hecho daño nunca — Anielle hace frente a los ángeles — Lucifer no es malo. — Anielle cariño, no vas a entenderlo. Sólo haz lo que decimos, ¿Si? — habla la mujer de brillantes alas blancas. — ¿¡Por qué!? — Retrocede — ¿Quiénes son ustedes? — Somos tus amigos, tal vez no nos recuerdas porque la última vez que nos vimos eras aún más pequeña, pero te cuidamos desde hace tiempo —  explica con calma. — ¿Por qué no cuidaron a mi mamá? — Pregunta de pronto — Ahora estoy sin ella. — Son cosas que deben pasar linda, lo entenderás mejor luego, ahora vamos a casa — le sonríe. — Quiero quedarme con Lucifer, es mi amigo, él me hace compañía siempre — susurra. — Me temo que no se puede — niega. Anielle niega sin entender, ¿Por qué? ¿Por qué no podía seguir viendo a su único amigo? ¿Por qué hablaban de él de esa forma tan desagradable? Lo conocía desde los seis años, sus visitas no eran seguidas pero cada cierto tiempo él aparecía de la nada, platicaban un tiempo hasta que volvía a desaparecer y ella, paciente, lo esperaba para poder contarle sus días, para escucharlo halar de algún lugar que hubiera visitado o algo nuevo que tuviera que enseñarle; él jamás le hizo algo malo, tampoco la incitó a portarse mal, a pensar groserías o siquiera desobedecer a sus padres, tan sólo hablaban, algunas veces ella le enseñaba cosas de su mundo y viceversa, ¿Por qué lo veían como un ser despiadado y de tener distancia? ¿Por qué no lo querían? Miguel extiende sus alas, el movimiento  de estas provoca una fuerte energía que emanan, se extiende con rapidez y lanza a Lucifer y a Anielle al suelo, Gabrielle toma a la niña en sus brazos y la aleja del ángel caído mientras éste se pone de pie; parece que Anie ya no está consciente por lo que Mitzrael se adelanta blandiendo su espada. — No volverás a verla, Lucifer — Miguel espera a que su compañera esté a su lado. — Ella me invitó a volver cuando quisiera y sabes que no puedo negarme a una invitación así — sonríe de lado. — Debo serte sincero, me divierten estos movimientos tuyos. — Qué conveniente para ti — Gabrielle añade obviando lo último. — Me intriga el porqué de seguir a una niña humana como perros falderos, extraño trabajo les ha dado su querido Padre, pero debo admitir que ella me da curiosidad, en muchos aspectos, ha de ser porque es un ángel enviado a este patético mundo, ¿Con qué objeto? ¿Ustedes conocen la razón? — ladea la cabeza notando cierta sorpresa en los presentes. — No es de tú incumbencia, ella es nuestra hermana cómo lo fuiste tú alguna vez. —  Señala — No te atrevas a hacerle daño o saldrás muy herido. — la voz del Arcángel Miguel suena amenazante. — ¿Me amenazas Miguel? Eso es nuevo — ríe el pelinegro — Pero será divertido ver hasta dónde eres capaz de llegar por uno de los tuyos, y qué tanto podrás hacer para alejarla de mí cuando ella sola vendrá a buscarme. — Eres desagradable en verdad, no te daré el gusto — finaliza el arcángel. Ambos arcángeles toman vuelo y desaparecen entre las nubes con la niña en brazos, no pueden seguir allí mucho tiempo más y lo mejor es asegurarse de que la chiquilla regrese a su casa sana y salva y sobretodo sin la compañía del desagradable pelinegro. Por su parte, Lucifer sonríe satisfecho, ha cumplido con lo que deseaba hacer ese día, acompañar a la niña en su duelo y ponerle los nervios de punta a esos ángeles, realmente un gran día para él; una g****a dimensional se abre bajo sus pies y lentamente lo lleva lejos de la Tierra, al infierno creerán algunos, al limbo otros, la verdad es que solo aquellos que poseen una existencia diferente a la humana saben realmente que es lo que hay atravesando ese portal. Con el pasar de los días Miguel y Gabrielle persuadieron a Robert, el padre de la pequeña, a que se marchara de la ciudad con sus hijos, tras algunos problemas en el trabajo y susurros incesantes sobre qué era lo mejor para ellos el hombre cedió y así sucedió. El padre de ambos niños empacó lo necesario y viajó lejos de Jacksonville en busca de una nueva vida para sus hijos, Anielle y Samuel se despidieron de su madre y con una que otra protesta, la familia desapareció de la ciudad, prácticamente y con ayuda de los ángeles desaparecieron del mundo.
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