Capitulo Cinco

1758 Words
Desde que Anielle y Lucifer tuvieron su último encuentro a los once años de edad de la muchacha, no volvieron a verse, no hubo forma de que sus vidas se volvieran a cruzar, Amenadiel y los demás ángeles decidieron que por el bien de la niña saldrían de su vida, sus recuerdos fueron alterados y no volvieron a presentarse con ella, de ese modo Anielle perdió la costumbre de verlos, su vida se normalizó lo más que se pudo y ellos se aseguraron de que Lucifer no la encontrara; lo que los ángeles no sabían era que el Príncipe del Infierno sabía exactamente dónde hallarla sólo esperaba el momento adecuado y. ¿Qué creen? El momento había llegado, estaba lista, era una joven adulta ya y no la niña curiosa y algo irritante que soportó años atrás.  Para proteger a la pequeña mientras crecía, Mitzrael adoptó una forma humana que no levantara sospechas y que le diera la confianza suficiente a la pelirroja para acercarse, dejando sus alas ocultas y siendo su guardián de manera cautelosa, ambos se volvieron buenos amigos y en más de una ocasión el joven estuvo a punto de ser descubierto por ella al intentar protegerla de cuanto demonio olfateara su esencia “oculta”. ─ ¿Anielle? ─ no presta atención ─ Tierra llamando a Anielle, estás perdida ─ Mitzrael habla observándola, moviendo su mano frente a ella. ─ Perdona, estaba pensando. ─ la chica sonríe. ─ Estoy nerviosa, en unos minutos comenzaré con mi pasantía. ─ Lo harás bien, tranquila. ─ el chico de rubios cabellos camina a paso tranquilo. Anielle no pudo dormir muy bien que digamos, la sensación de haber sido observada durante toda la noche no la dejó tranquila por lo que decidió buscar entre sus cosas y fotografías algún indicio de que conoció antes a ese extraño sujeto, pero para su desgracia no halló nada que pudiera ayudarla y se dio por vencida; tal vez era solo una mera sensación, estaba equivocada y no había nada que los conectara. Observó a su acompañante, caminaba tan tranquilo, como si no tuviera problemas de los que preocuparse, como si su vida no fuera nada, como si fuera solo un sujeto que se dedica a acompañarla y eso es lo que siempre le gustó de él, el poder de calmar a las personas, de ver el lado positivo, de no perder las esperanzas, de ser un impulsor para quienes lo conocen.  ─ Nos vemos luego, si necesitas algo sabes que puedes llamarme ─ el chico se despide de ella con una sonrisa marchándose en dirección contraria. La pelirroja camina por la entrada de la enorme compañía, un cosquilleo le recorre el vientre, la emoción de comenzar una nueva etapa la inunda, los nervios, las expectativas y la incertidumbre de pensar que esto la pondrá a prueba ahora más que nunca. Una menuda secretaria, de unos veinte años tal vez, de expresivos ojos cafés y linda cabellera la recibe con una flamante sonrisa y le da el recorrido por el primer piso del edificio, frente al despacho de su jefe se encuentran varios de los representantes que vió en el campus de la universidad y ellos voltean a verla sonriéndole y reconociéndola. Una sonrisa extraña, parecida a la de Lucifer pero la sensación que él transmite si es algo incómoda a comparación de las esas personas. ─ Buenos días ─ de pronto la voz del mencionado la sorprende. ─ Buenos... Días... ─ sus ojos viajan por todo el atuendo de su jefe, ¿Es posible que alguien pueda pagar semejante traje? Y es que es obvio que es de los más caros y lujosos. De traje de azul marino, camisa negra y una corbata oscura, luce realmente profesional, atractivo, peligroso, sexy; una sonrisa socarrona se forma en los labios del sujeto, sabe lo que provoca en todo aquel que pose su vista en él y es que como no contemplarlo, pareciera obligar a las personas a prestarle atención y la muchacha no es una excepción puesto que lleva más de cinco minutos observándolo. ─ Comenzaras siendo secretaria, aquí todos confiarán en ti y te pedirán ayuda, no sólo yo. ─ dice caminando a su despacho. ─ Quiero café, suelo tomarlo todas las mañanas, ¿Gustas? ─ Si, gracias. ─ responde siguiéndolo, un buen café ayudará a despertar y tener los sentidos bien alerta. ─ ¿Lento o salvaje? ─ pregunta de pronto volteando a verla. ─ ¿Perdone? ─ Los ojos de la chica se abren por la inesperada pregunta. ─ El batido de tu café, ¿Lento o rápido? Ya sabes, depende de cómo bates es la cantidad de espuma que vas a obtener, personalmente me gusta con mucha espuma ─ sonríe inocente. ─ Oh, sí, es verdad, lento ya que no me atrae la espuma en mi café ─ suspira Anielle sonriendo. ─ Que interesante ─ susurra. Una mujer alta y morena se acerca a ellos, de penetrantes ojos oscuros y un cuerpo bastante esbelto, la recién llegada observa con interés a Anielle y es que no estaba presente el día del evento en la universidad, luego posa su cuerpo contra el del pelinegro casi como reclamándolo. ─ ¿Nueva empleada? ─  pregunta dándole un beso en la mejilla. ─  Ella es Anielle, de quién te comenté. ─  sonríe el ojiazul. ─  ¡Vaya! ¡Anielle! Moría por conocerte ─   la estrecha ─   Bonito cabello, ¡Wow! Dios se esmeró en crearte. ─   ríe y observa con mirada cómplice a Lucifer. ─  Gracias ─   incómoda se aparta un poco. ─  ¿Qué clase de humor manejan en ese lugar? El resto de la mañana transcurre muy atareada, papeles que llevar, fotocopias que realizar, cheques que firmar y clientes que atender, sin mencionar la cantidad de cafés y bizcochos que ha tenido que buscar en la cafetería más cercana; Laura, la mujer que le dió el recorrido, le enseña cómo ser eficiente y tener todo listo antes de que llegue el almuerzo puesto que no solo es tener una cara bonita, sino que muchos de los contratos más importantes son redactados por las secretarias, llevan a cabo las reuniones y muchas veces deben ser quienes las comiencen mientras los lideres llegan, sin mencionar las agendas que llevar, las citas que recordar y las personas que conocer. ─   Por el amor de Dios, estoy exhausta ─   Anielle se lanza literalmente al sofá. ─  Bueno ahora podemos almorzar, yo me encontraré con mi novio, tendrás que quedarte sola por hoy. ─   Laura le sonríe y sale por la puerta. Anielle se pone de pie, camina hacia el ascensor, espera a que llegue y luego marca el último piso, quizás pueda ver a Mitzrael mientras almuerza y porque no hacerlo desde la terraza del edificio, tal vez una llamada al muchacho sea la mejor opción, no quiere tener problemas por traer personas desconocidas al lugar; la realidad es que había pensado almorzar con su compañera pero ahora que todo cambió quedó sin planes concretos, sale de la pequeña oficina que ocupan dirigiéndose hacia el pasillo donde los ascensores esperan por ella y para cuando lo nota ya está esperando frente a los mismos, sube marcando el último piso convencida de que conocer la azotea es la mejor opción, tararea una melodía inventada mientras sube en el ascensor más las puertas se han abierto en el piso equivocado, en el tablero no figura el número del mismo y pronto se ve frunciendo el ceño, ¿Acaso se ha descompuesto el ascensor? Decide salir a husmear, largos pasillos se extienden frente a ella, las paredes de un color Borgoña causan cierto aire de misterio y elegancia, uno que otro cuadro de arte conceptual que no aporta mucho a la estética del lugar y al sentir que se está inmiscuyendo en terreno desconocido decide regresar, intenta voltear en busca del ascensor hasta ubicarlo con la vista, camina apresurada hasta él pero las puertas de éste se cierran por completo y de golpe, no es algo natural, algo sucede... Busca con nerviosismo el botón para poder abrirlas pero no hay nada, no hay señales de un tablero para el manejo del aparato, no hay luces, no hay señalizaciones, ¡Todo ha desaparecido! Voltea a ambos lados preocupada, su corazón palpita muy rápido, la sensación de estar siendo observada vuelve y detona en ella la necesidad de huir, de buscar ayuda. ¿Por qué? ¿Por qué ocurre algo así? ¿Por qué a ella? No lo sabe con exactitud, no aún. ─   ¿Qué haces aquí? ─   La voz masculina la asusta provocando que de un respingo contra la pared, la joven levanta la vista un poco y se encuentra con el sombrío rostro de Lucifer, éste la observa con curiosidad y algo más, algo que no es claro del todo, lentamente se acerca a ella y le sonríe. ─   ¿Estás perdida lucecita? ─    coloca sus manos a cada lado de Anielle. ─   Si, Lo… Lo l-lamento, debí presionar el botón equivocado y el ascensor me trajo aquí. ─    explica nerviosa. ─  ¿Sabes? Cuando eras pequeña no te ponías nerviosa en mi presencia, solías ser más abierta. ─  él ladea la cabeza para verla mejor. ─   Es curioso cómo cambian las cosas cuando crecen. ─   Yo no te he visto nunca antes. ─    Anielle lo observa detenidamente. Lucifer ríe y se aparta, el ascensor abre sus puertas mientras que el rostro de Anielle no cabe en sí de la sorpresa, no puede ser cierto, ¿Qué ha pasado hace unos momentos? ¿Dónde estaba el ascensor? Niega lentamente, está volviéndose loca sin dudas, ambos suben en él, la pelirroja no comprende cómo es que el empresario pudo siquiera lograr que el artefacto hiciera su trabajo, de seguro había un interruptor escondido en la pared o un mecanismo de reconocimiento, sí de seguro era eso. Lo único que quería era salir de allí, por otro lado, estaba segura de que el muchacho le estaba haciendo una broma de mal gusto, no recuerda haberlo visto nunca antes  en su vida y se alegra de que sea así. ─    Mañana por la noche hay una reunión importante de varios empresarios, debes venir conmigo. Como secretaria debes conocer todos nuestros movimientos. ─     Lucifer la observa sobre su hombro. ─    Si todo sale bien, esto se volverá interesante. Anielle asiente con la cabeza, no se atreve a preguntar más. Suele ser muy buena entablando conversación pero éste sujeto le produce algo siniestro, maligno, algo que hace gritar a su voz interior y pedir que se aleje, que corra lejos de su cercanía; las dudas se arraigan en ella, comienza a pensar que debería renunciar, aunque cuando el trabajo es muy importante y lo necesita no sabe si podrá soportar cosas tan extrañas y trabajar en un ambiente donde todos son excesivamente raros y siniestros de cierta forma.
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