Capítulo IV: Nueva York, otra vez

1356 Words
Lilah y su madre se mudaron a Pittsburgh en Pensilvania. Vivían en una linda casa, que ella había comprado con parte del dinero que había ganado en esa noche oscura, pronto Lilah aplicó para una beca para ir a la escuela de Wharton, fue una gran estudiante y brillante. Lilah no tuvo tiempo para novios, debía conservar su beca, ser la mejor, para pronto pertenecer a una de las grandes empresas de Estados Unidos y asegurar su buen futuro y el de su madre, que cada día seguía más débil y depresiva. Después de su graduación, había conseguido un trabajo en una gran empresa en Filadelfia, duró laborando por tres años, todo iba genial para Lilah, hasta que comenzó el drama con la esposa de su jefe, quien comenzó a señalarla como si fuera su amante, la mujer hacía de su trabajo una pesadilla, pero Lilah jamás había puesto sus ojos en su jefe, quien además de doblarle la edad, era un hombre respetable y a quien le guardaba mucho respeto, sin embargo las acusaciones de la esposa comenzaron a subir de intensidad, hasta que un día la encontró en el estacionamiento. —No te quiero más cerca de mi esposo, ofrecida —dijo la señora Susan Clare —Señora, ¡Suélteme! —exclamó Lilah y la miró con firmeza—. Entiéndalo de una buena vez, nunca en la vida he tenido nada con su esposo y jamás lo haré. —Conozco a las mujeres como tú, sé que las que se dan de mustias son las peores y las más peligrosas. —Pero, ¿Me oye? No tengo ningún tipo de relación extra marital con el señor Clare, lo juro. —¿Y voy a creer en ti? ¿Podrás jurar que jamás has sido una prostituta barata? Esas palabras la congelaron, no pudo decir nada —Ja, lo sabía, escúchame bien, si no te largas de esta empresa, enviaré a todos los empresarios, a todas las r************* la clase de zorra barata que eres. Lilah se alejó abrupta, y se marchó de ahí, manejó de prisa, quería llegar a casa, pero la tormenta cayó fuerte, oscureciendo el atardecer. Ella se detuvo a medio camino, recordó el pasado, sintió que su corazón dolía, rememorar aquella noche era como cortarse con una cuchilla mil veces, era un dolor desgarrador, no podía soportar la idea de haberse vendido por dinero y que al final, ese sacrificio fuera en vano, lloró de nuevo, por más que intentaba olvidarlo no podía. Pero, no podía darse por vencida, no cuando necesitaba asegurar su futuro y el de su madre. A la mañana siguiente renunció al trabajo, y volvió a Pittsburgh con su madre, el señor Clare le había dado una buena suma de dinero por su baja de la empresa, pues él sabía que su esposa era la culpable de eso, y le extendió una lista de empresas donde podrían valorar su experiencia laboral. Lilah decidió que no podía deshacerse en su tristeza y comenzó a enviar su información curricular a cada una de las empresas, anhelando con fervor que alguna de ellas llamará para ofrecerle un trabajo. Lejos de ahí, del otro lado del mundo en el Mediterráneo, Zackary estaba en aquella convención de negocios, al terminar salió de ahí y recibió la llamada del señor Carter, quien le comentó que el antiguo jefe de Recursos humanos había renunciado. Zack colgó la llamada no sin antes sentenciar a Carter, CEO de la compañía, que debía cubrir ese puesto de inmediato. Se sintió furioso, pero luego pensó que tenía algo de culpa, era muy duró con el antiguo jefe de Recursos humanos quien trataba mal a sus empleados, como él trataba a sus gerentes, eso era por su amargura, y porque Reagan Style estaba con mucha rotación de sus vendedores en sus tiendas de lujo, provocando un gran déficit en las ventas. No era tan importante, Zack estuvo seguro de que las cosas mejorarían, y se arrepentía ahora de ser tan duro. Caminó por una calle, quería ir a observar su gran tienda en Mayrit, sabía que tenía muy buenas ventas, pero al cruzar miró a esa chica, tal cual era su aspecto era parecida a esa mujer. Dio unas zancadas hábiles hasta poder tomar su brazo y girarla a él, la joven se quedó perturbada, pero acto seguido le sonrió satisfecha, no, no era ella, no tenía ese gesto dulce y genuino que él tanto añoraba. —Disculpa, me confundí. Zack siguió su camino, hacía un calor terrible, se detuvo y miró su tienda, rodeada de cristales, un maniquí estaba frente a él, portando uno de los vestidos de primera calidad que el diseñador de la marca había hecho de forma exclusiva, deseó que esa mujer lo vistiera, pero su corazón se empequeñeció al recordar que ella estaba muerta, que nunca la vería, por lo menos en esa vida. Al día siguiente, Lilah recibió una llamada, era de un trabajo en Recursos humanos para un empleo en una gran empresa que ella conocía, sintió nerviosísimo cuando escuchó donde sería la zona de trabajo, pero no podía darse el lujo de desperdiciar una oportunidad como esa —Claro, bien, estaré mañana ahí. —¿De dónde era la entrevista, hija? —preguntó Andrea —Madre, no sé si deba tomar esa oportunidad. —¿Te has vuelto loca, Lilah? Es verdad que tenemos algunos ahorros, pero no serán eternos, además son tiempos difíciles luego de la pandemia, cariño, no puedes dejar pasar las oportunidades, tú eres joven, pero la experiencia en el mundo laboral lo es todo. —Lo sé, y sé que puedo hacerlo, esta empresa es muy grande y exitosa, es un gran reto, pero trabajar ahí sería maravilloso para mi carrera. —Entonces, debes hacerlo —dijo Andrea inspirando a su hija. Lilah decidió que debía apagar las llamas de sus miedos, al día siguiente tomó toda su valentía, y viajó hacía Nueva York después de no haber pisado esa ciudad durante cinco años. Lilah llegó, y sintió como todos sus recuerdos volvían a golpearla con dureza, no quería sentirse así de nuevo, pero no tuvo opción. Entró al flamante edificio, antes observó su letrero «Reagan Style Corp» ella conocía esa marca, una de las más lujosas de ropa y con fama internacional. Entró y saludó a la recepcionista que con amabilidad la dirigió al ascensor, indicándole en que piso debía bajar. Cuando descendió, una joven mujer le indicó que debía pasar a una oficina, sintió que la joven la miraba de arriba abajo, y pensó si estaba bien vestida, pero se sintió segura, no se amedrantaría por nada, ni nadie, cuando entró encontró a un hombre —Buenas tardes, bienvenida, soy el señor Ernest Carter —él la miró bien, le pareció hermosa —Gracias. Tomó asiento frente a él, entregándole su información curricular —Señorita Safia, su currículo es muy bueno, hablé con el señor Claire, me aclaró que usted fue un gran elemento para ayudar no solo en las finanzas de su empresa, sino también para elaborar estrategias de disminución de rotación de personal y mejorar los beneficios de los empleados. —Así es, gracias a la apertura del señor Claire, pudimos desarrollar buenas estrategias que al final sanaron su problema de rotación en Industrias Claire. —Estamos muy interesados en su talento. Ernest Cartier le informó sobre la vacante, describiendo los beneficios, horarios, prestaciones y pagos, todo era increíble para Lilah, solo debía aceptar y mudarse —¿Cuándo cree que pueda comenzar sus labores con nosotros? —Solo requiero tres días para hacer la mudanza a Nueva York —dijo con seguridad —¿Podría iniciar el lunes? —Lo haré —dijo determinada, se dieron un suave apretón de manos y Ernest la dirigió con el equipo de Recursos humanos que ella pronto dirigiría para que prepararan su contrato y sus credenciales de ingreso. Lilah admiró al personal que trabajaría a su lado, eran jóvenes muy capaces y alegres, le dieron el presentimiento de que estaba todo bien. Sonrió segura de que por fin estaba en el lugar correcto.
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