Capítulo III: En otra vida

1157 Words
Aquel día Lilah caminaba, venía de conseguir un trabajo en una cafetería cerca de casa, sintió que un auto la seguía, de pronto, el auto parqueó justo en la esquina, ella se quedó perturbada, cuando vio a esa mujer refinada, sintió algo de vértigo, procuró mantener algo de tranquilidad, aunque por dentro, estaba temblando —Hola, chiquita —dijo Hanna con una voz fuerte —Hola… ¿Qué necesita? —Necesito hablarte —Hanna la miró de arriba abajo, no le pareció nada especial, su cuerpo era delgado, no tenía demasiado busto, o un cuerpo con curvas o exuberante, en realidad no era ese tipo de mujer, pero el color de su piel era lindo, su cabello n***o brillante también, y tenía una expresión de mojigata que se le antojó insoportable —¿Qué necesita, señora? —Mi cliente… el señor con el que pasaste tu primera noche, quiere otra noche, te ofrece dos millones —dijo Hanna Lilah arrugó el gesto, severa —¿Acaso no le dije que jamás volvería a hacerlo? Hanna rio un poco —Vamos, pequeña, son dos millones de dólares, asegurarías un buen destino, parece que eres buena. —¡He dicho que no, señora! —exclamó con firmeza Hanna la tomó del brazo —Y yo he dicho que sí. Lilah se zafó y la miró con rabia —Sé bien quien es usted. —¿Y quién soy? —Una proxeneta, tratante de blancas, que tarde o temprano irá a la cárcel. Hanna abofeteó a Lilah, y casi la lanza al suelo, ella la miró con dolor y furia, Lilah se levantó e inesperadamente también la abofeteó tan fuerte que Hanna se quedó congelada —¡Estúpida! —¡Aléjese de mí! Aléjese o iré a denunciarla, dígale a ese hombre que jamás volver a tocarme, que me da asco, y usted también, nunca volverá a verme —exclamó con rabia Hanna la miró con desconcierto. Sintió mucha rabia en su cuerpo, pero se controló, pues la gente que deambulaba las miraba. Observó un mensaje en su móvil, era Zack, pidiéndole que fuera a verla a su oficina. Ella lo hizo. Lilah corrió hasta su casa, estuvo paranoica, observando si no la seguían, o si alguien la espiaba, cuando pudo convencerse de que nadie lo hacía, entró, estuvo en la sala un momento, pensando, su madre debía estar en su habitación, sin querer salir de ahí, como siempre. Cuando entró la vio llorando con las fotos del pequeño Eric, eso rompió el corazón de Lilah —Mami… —Es que no puedo, Lilah, ¿Cómo puedo superarlo? Ella tomó sus manos y las besó, quería acabar con el sufrimiento de su madre, a pesar de que era imposible —Vámonos de aquí, mami, este lugar solo te trae malos recuerdos. Su madre Andrea la miró con estupor, no entendía nada. —¿Acaso quieres volver a México? —No, madre, nunca volveríamos atrás, no podemos. —No —dijo Andrea recordando como había huido de su pueblo, su marido la abandonó embarazada, y jamás volvió a verlo, ella lo odiaba por la vida de dolor que habái padecido sin él a su lado —Pero, ¿Por qué no probamos suerte en otra ciudad? No lo sé, tal vez en Minnesota, Chicago, Pensilvania… Andrea acarició el rostro de Lilah y la abrazó —Mi pobre hija, siempre has tenido que madurar tan rápido, nunca te dejé disfrutar tu vida. Está bien cariño, de ahora en adelante, tú decidirás nuestro destino, yo solo te seguiré y te cuidaré por siempre. Lilah la abrazó. Hanna llegó al lujoso edificio ubicado en Upper East Side. Entró y miró a la recepcionista, quien fingió una mueca agradable, lo cierto era que Hanna Levine no le caía bien a nadie, subió el ascensor que la trasladaría al piso donde estaba Zack, cuando descendió, entró sin siquiera pedir permiso a la asistente, Zack estaba hablando por móvil y le pidió un minuto, mientras se apuró a finalizar la llamada, luego Hanna se sentó, cruzando sus piernas torneadas y morenas —Hola, Hanna, que bueno que pudiste venir. —Querido te he extrañado, te queda bien el azul —dijo por su camisa —¿Conseguiste su información? Ella palideció, sintió pesar de que de nuevo Zack preguntará por esa mujercita —Por dios, Zack, te lo dije que solo es una prostituta más, puedo conseguirte una mucho más linda. —¡La quiero a ella, a nadie más! —exclamó con rapidez y eso la hizo sentir furiosa, eso la hizo actuar de inmediato —Zack, no podrás volver a ver nunca más a esa mujer. —¿Cómo dices? —preguntó conmocionado —No quería decírtelo, porque quería que salieras de tu depresión por culpa de Melody, pero no me dejas alternativa —dijo con voz suave —¡Habla, ahora! —exclamó exacerbado, sintiendo que la voz de Hanna le causaba gran pesar —Estuve buscando a la chica con mi amigo, y él me dio una terrible noticia —ella humedeció sus labios, observando la ansiedad en las pupilas de Zackary, ella respiró profundo, ahogando el placer que le causaba saber que de nuevo Zack iba a ser solo para ella—. Según me dijo, esa chica fue dama de compañía de un gánster muy peligroso, y por desgracia, él sufrió un atentado, y fue asesinado hace dos días en Queens. Zack se levantó arrugando el gesto, su cuerpo se sintió trémulo, asustado —Ella… —Ella está muerta, Zack —Hanna pudo ver su rostro abatido—. Eso se saca por haber sido solo una prostituta. Olvídate de ella, puedo conseguir a alguien mejor. —No quiero a nadie —espetó con amargura—. Vete, por favor. —Pero… —Vete que quiero estar solo —sentenció Hanna se sintió indignada, humillada, tomó su cartera, y salió de ahí rabiosa, echando pestes a todo aquel que se le cruzara en el camino. Zack se detuvo frente a la gran ventana del rascacielos que le permitía admirar el paisaje neoyorquino, ella venía a su mente, quizás era un soñador, creyó haber encontrado algo de razón en su mundo hostil y delirante, pensar en ella lo llenaba de vitalidad, dulzura y alegría, esa mujer de la noche le había enseñado a creer en algo bueno, que el amanecer aún podía brillar, se había inventado en su mente la idea cursi de un romance que le diera significado a su cielo gris y ahora se sentía roto. Abrió su portafolio y sacó ese dibujo, era ella, era Lilah, pero él no sabía su nombre, la recordó entrando a su habitación con esa mirada temerosa, y él observándola con todo el deseo que existía en su corazón, pero ahora todo su sueño de amor estaba terminado —Quizás en otra vida, mujer de la noche, quizás en otra vida, tendremos más suerte.
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