Marypaz abrió sus ojos con gran sorpresa, miró a Gianfranco y no pudo evitar reír, entonces se inclinó ante su mascota. —¿Lo mordiste Beto? —inquirió Marypaz. —¡Ay no mi corazón, debo llevarte con urgencia al veterinario! —exclamó preocupada, acarició al perro—, seguro te dará rabia, o una infección, o peor aún te volverás agresivo y amargado como el Conde. —¡Mire lo que me hizo! —vociferó Gianfranco, resoplaba iracundo. Marypaz miró una pequeña mordedura, no era profunda, puso los ojos en blanco, notó el pantalón de él sucio lleno de tierra, al igual que la camiseta, entonces supo que Beto le había dado su buen revolcón. —Pero qué delicado eres, lávate bien la herida, desinféctala, además mi Betito corre más peligro de sufrir un envenenamiento por haberte mordido, seguro en vez de