Gianfranco apretó los músculos, antes de reaccionar también la contempló, ella aún conservaba la palidez del día anterior, sin embargo, se veía hermosa, se había recogido el cabello en una cola, lucía una camisa blanca con rayas celestes, unos jeans azul oscuro, y calzaba zapatos deportivos blancos, entonces él reaccionó, detestaba que lo hicieran quedar mal delante de los empleados, para él esa gente eran simples personas a quienes humillaba por dinero y un plato de comida. —No se meta señorita Duque, esto no es asunto suyo. —Sí lo es —gritó—. No voy a permitir que mis coterráneos sufran humillaciones, ¿piensas que no tienen derechos? ¿Qué no pueden quejarse? —Colocó sus palmas en el pecho de él, lo empujó. «Pero qué fuerte eres» pensó ella cuando tocó ese firme pectoral, se mordió