Marypaz abrió sus ojos de golpe cuando su boca hizo contacto con la de Gianfranco Rossi, un estremecimiento le recorrió la piel, era un simple roce, pero a ella el cuerpo le vibró, y el corazón le empezó a latir desaforado. Gianfranco Rossi la miró, se quedó estático, algo en su pecho hizo temblar su corazón, esa sensación no la había percibido antes, apenas la conocía, no llevaba ni veinticuatro horas de conocer a Marypaz Duque y ese remolido con forma de mujer estaba causando estragos en su interior. «¡Es una locura! Fue él quien reaccionó de inmediato. —Señorita Duque, ya fue suficiente —musitó, cerca de los labios de ella. Marypaz recobró el aliento, sacudió la cabeza, recordó el motivo que la llevó a estar en la alcoba de él. —Pues no, no me iré sin las llaves del candado,