La mirada de Marypaz se llenó de tristeza, percibió una quemazón en el pecho, Thiago tenía la particularidad de herir con sus verdades. —No lo sé —balbuceó ella. —Estás a tiempo de frenar eso que sientes, él no es hombre para ti, tú mereces algo mejor, alguien que te dé tu lugar desde el principio, que no te mienta. —Apretó los puños—, aléjate de él, vuelve a casa. Marypaz asintió. —Tienes razón. —La garganta se le secó—, haré mi trabajo, y volveré a la brevedad. Gracias por venir, me hacía falta un consejo. Thiago la abrazó. —Sabes que no estás sola, que Joaquín y yo estamos aquí para protegerte y cuidarte, no permitiremos que nadie te haga daño. —Le acarició el cabello—, ahora te cambias de ropa, y nos vamos al hospital. —No, al hospital no. Thiago se puso de pie. —Perf