Gianfranco giró su rostro para verla por segundos, su ritmo cardíaco se aceleró. —No creo que sea buena idea señorita Duque, agradezco sus buenas intenciones. Marypaz puso sus ojos en blanco. —Eres muy amargado, te reprimes por miedo, en la vida hay que agarrar las oportunidades, es ahora o nunca —declaró con sinceridad—, pero bueno, no insistiré. Gianfranco no dijo más, para él era un peligro viajar con ella, estar en otra ciudad a solas con ella, y sobre todo compartir demasiado con Marypaz, así que siguieron su camino en profundo silencio hasta llegar a la ciudad de Ancona. Mientras Gianfranco conducía, ella capturaba hermosas panorámicas de aquellos edificios antiguos, de las iglesias, de la gente común en sus actividades del día a día. De inmediato la llevó a un centro comer