Ludovica se quedó en silencio, no podía asimilar la noticia, apenas hacía unas horas le había dicho a su madre que confiaba plenamente en la fidelidad de su novio. —No, eso no puede ser, Gianfranco jamás se fijaría en una extranjera, él detesta a la gente americana, no le caen bien, por la mala fama que tienen acá en Europa, además hace años, unos colombianos nos asaltaron en Roma, desde ahí tiene mucho recelo con esas personas. —Pues parece que se le olvidó, además la colombiana no es nada fea, está bonita, y tiene muy buena figura, no se ve una chica común, esta tiene clase, pero es bien insolente. Ludovica se aclaró la garganta. —Peor aún si es insolente, ya sabes que a Gianfranco no le agrada que lo contradigan, seguro es amable porque esa mujer debe ser pariente del cuñado.