Marypaz lo observó con atención, parpadeó en repetidas ocasiones, se quedó en silencio varios segundos. —¿Sin trucos? —preguntó. —¿No intentarás lanzarme al mar? Gianfranco la observó con profunda seriedad. —Yo soy un hombre de palabra, además, si aceptas mi invitación será como hacer una tregua entre ambos. ¿No estás cansada de tanta discusión? —indagó—, además sería un desperdicio lanzarte al mar —mencionó, y luego apretó los labios al darse cuenta de que dijo lo que pensó. Marypaz mordió su labio inferior, y luego esbozó una amplia sonrisa. —Está bien, nos declaramos amigos, hasta que otro malentendido nos separe —bromeó, estiró su mano. Gianfranco también le obsequió una sonrisa, apretó con delicadeza la mano de ella. —¿Nos vamos? Marypaz volvió a quedarse en silencio.