Gianfranco palideció por completo, se quedó sin habla. Ludovica lo observó con una expresión fulminante en los ojos. Leonardo permaneció atónito, observando a Marypaz con los labios separados. Y de pronto una sonora carcajada se escuchó, era Marypaz riendo sin parar. —¿Lo creíste? —cuestionó a Ludovica en un tono de ironía, la chica italiana no lo notó, pero Gianfranco sí—, he tenido malos ratos, pero no tengo malos gustos. —Miró con desdén al novio de Ludo—, a mí no me agrada el vino agrio, prefiero el dulce. —Observó a Leo, sonrió. Ludovica soltó el aire que contenía, Gianfranco respiró con calma, pero no le agradó el coqueteo de Marypaz con su primo. —Parece que te encanta hacer bromas —musitó Ludovica, agitó la mano con un gesto de desprecio. —Y parece que tú no conoces bie