Admiraba la presentación de Shomara, aunque siempre la había considerado demasiado recatada para su gusto.
Sharon anhelaba que Shomara abandonara su actitud de mosquita muerta y dejara de ser tan ingenua.
Su propio pasado estaba marcado por la violencia doméstica, recordaba vívidamente los días en que su padre golpeaba a su madre y a ella sin compasión, aunque nunca comprendió el motivo.
Sin embargo, desde aquel fatídico día en que Lela la rescató de un zanjón, su vida dio un giro radical.
Assia, la matriarca de la familia, la acogió y la crió como a una verdadera princesa, colmándola de afecto y satisfaciendo cada uno de sus caprichos.
Aunque al principio Sharon conocía a Shomara simplemente como la nieta de unos amigos de Lela que vivían en Argentina, siempre la consideró una niña malcriada y sin educación. Sin embargo, cuando descubrió que Shomara era en realidad la heredera designada de la fortuna de la familia, su percepción cambió drásticamente. Sharon, con 19 años y tres más que Shomara, se sintió amenazada por la idea de perder su posición privilegiada y volver a la pobreza.
Decidida a no permitir que eso ocurriera, Sharon guardó su orgullo y continuó fingiendo amistad con Shomara. Sin embargo, en su corazón ardía la ambición y la determinación de deshacerse de ella para asegurar su propio futuro.
Estaba convencida de que si no fuera por Lela, estaría muerta o en una situación mucho peor, pero no podía permitir que una joven sin modales como Shomara la desplazara en la sociedad.
Mientras trazaba sus planes para deshacerse de su rival, Sharon mantenía una fachada de amabilidad y camaradería, esperando el momento oportuno para actuar y asegurarse de que todo quedara en sus manos.
Sabía que sus decisiones podrían afectar a la familia que la había acogido en Argentina, pero no podía permitir que su vida cambiara debido a la presencia de alguien que nunca había estado presente, ahora tomando su lugar y relegándola a un segundo plano.
La idea de perder la oportunidad de convertirse en Sub CEO de la empresa, un puesto que creía merecer, alimentaba su creciente resentimiento hacia la recién llegada.
Durante la semana, Sharon había notado una serie de eventos en los que no estaba siendo incluida, lo que la ponía en alerta.
Esperaba con ansias la llegada de un hombre que había conocido en una de sus escapadas de la universidad. Después de seis meses, finalmente le había revelado su verdadera identidad, y él se comprometió a ayudarla, cautivado por su encanto.
El hecho de que fuera el hijo del comisario le ofrecía la posibilidad de obtener información valiosa, un recurso que Sharon planeaba aprovechar al máximo.
Juntos, habían ideado un plan para sacar a Shomara de la casa durante la fiesta, pero Sharon sabía que no sería tarea fácil.
La familia la tenía bajo estricta vigilancia, especialmente Manolo, quien parecía estar siempre cerca de ella.
Cada intento de tener un momento a solas con Shomara se veía frustrado por la presencia constante de alguien que complicaba sus planes.
Sharon, tras graduarse de la secundaria, asistía a la universidad con la excusa de estudiar administración de empresas. Sin embargo, encontraba que era sorprendentemente fácil conseguir que los profesores la aprobaran, lo que le permitía dedicar más tiempo a sus intrigas y maquinaciones para deshacerse de Shomara.
Su determinación era palpable mientras trazaba cada movimiento con precisión, decidida a reclamar lo que consideraba suyo por derecho propio.
Sharon Daye, conocida por su elegancia y sofisticación, tenía claras sus prioridades en la vida.
Para ella, el estudio y el trabajo duro eran meras formalidades, pues confiaba en su belleza y su estatus social para asegurar su futuro.
«¿Para qué molestarse estudiando cuando sé que algún ricachón terminará tratándome como la princesa que soy?» pensaba con una sonrisa pícara en los labios.
Para Sharon, lo único que realmente le importaba era la moda y pertenecer a la élite social, un objetivo que parecía estar a su alcance gracias a los contactos y recursos de Assia.
En su mente, Sharon despreciaba a quienes no compartían sus ambiciones, como Shomara, a quien consideraba ingenua por su falta de interés en los lujos y las apariencias.
Aunque reconocía la belleza y la clase de su amiga, no podía evitar sentirse superior al verla desafiar a hombres de negocios con su franqueza y falta de humildad.
El recuerdo de su pasado traumático aún la perseguía en sus sueños, donde la figura de un hombre con un tatuaje de una cara de león en la espalda se imponía amenazante.
Sabía que aquel hombre había sido responsable de la muerte de su madre, un dolor que Lela, la matriarca de la familia, había tratado de mitigar con sesiones de terapia y cuidados especiales.
Gracias a los esfuerzos de Lela, Sharon había sido transformada en la mujer elegante y segura que era hoy en día.
Con su cabello castaño claro, sus ojos café y su piel blanca, irradiaba un encanto irresistible.
Aunque no era fanática del ejercicio, mantenía su figura curvilínea controlando cuidadosamente su dieta, sin olvidar el toque de misterio que añadían sus voluptuosas curvas.
Mientras se recostaba en su cama, exhausta por el ajetreo del día, Sharon ansiaba el merecido descanso que le esperaba.
Mañana sería otro día de maquinaciones y manipulaciones para conseguir sus objetivos, especialmente en lo que respectaba a Shomara.
Con un suspiro de alivio, Sharon se dejó llevar por el sueño, deseando que Morfeo la envolviera en sus brazos y la llevara lejos de los tormentos y las preocupaciones de la realidad.
¿Logrará Sharon su objetivo? . Shomara recordará quién es o nos sorprenderá.
Gracias por sus comentarios son un abrazo al alma . Les deseo lo mejor del mundo