Descendieron Lela y shomara al gran salón, un espacio majestuoso donde, al fondo, terminaban de preparar a su querida madre y a Sharon para el evento. Ahora, era el turno de su bisabuela Assia y de ella misma.
Mientras se arreglaban, observaba cada detalle con atención. Los arreglos florales, espléndidos y variados, competían en belleza con la escalera, que estaba adornada con tulipanes resplandecientes. Imaginaba su entrada triunfal, del brazo de su padre, a quien consideraba un verdadero Adonis. El aroma dulce y fresco de las flores inundaba el aire, creando un ambiente casi mágico.
Entretenida en sus pensamientos, se divertía anticipando las reacciones de los invitados cuando revelara su nueva posición como sub-CEO de Daye & Dix Solo esperaba poder controlar sus emociones y llevar a cabo el plan sin despertar sospechas.
Horas más tarde, con todo listo para el evento, observó cómo Assia, con precisión militar, instruía a cada valet parking para colocar discretos dispositivos de seguimiento en cada auto que ingresara a la mansión.
Los hombres de su confianza, vestidos impecablemente de mozos, vigilaban cada detalle de lo que se servía en comida y bebida, asegurando que todo transcurriera según lo planeado.
El murmullo de conversaciones animadas y el tintineo de copas comenzaron a llenar el ambiente mientras los primeros invitados hacían su aparición, dando inicio a una noche que prometía ser inolvidable.
El Tata y su grupo de confianza se hallaban diseminados con precisión táctica alrededor de la opulenta mansión, vigilando cada acceso mientras los distinguidos invitados mostraban sus exclusivas invitaciones para atravesar el majestuoso portón.
Dentro, la cocina rebosaba de actividad gracias a Mónica, cuyas habilidades culinarias eran el centro de todas las alabanzas entre los afortunados comensales de Daye & Dix . Los aromas de los platos exquisitamente preparados se elevaban, mezclándose con la atmósfera de expectativa que flotaba en el aire. La nana mantenía su postura inquebrantable. A pesar de contar con varios asistentes, insistía en preparar personalmente la comida. Para ella, la cocina era su santuario personal, un dominio donde solo ella podía reinar, impermeable incluso a las bienintencionadas ofertas de ayuda.
En paralelo, la suite presidencial del lujoso VITTIRI PALACE HOTEL se convertía en el escenario de una reunión clandestina. Allí, siete hombres con reputaciones legalmente cuestionables se congregaban en secreto. Entre ellos se destacaba Abdul, cuyo nombre significa 'sirviente' contrastaba con su linaje, ya que era el medio hermano de Assia Daye.
Para comprender la complejidad de sus conexiones familiares, era necesario retroceder 65 años.
Rafael Daye, el padre de Assia, se había enredado en un romance con Falak, una concubina de su propio padre, Shaza Daye. De esa unión nació Abdul. Para evitar un escándalo que sacudiera los cimientos de su prestigiosa familia, Shaza tomó cartas en el asunto y obligó a Rafael a casarse con la princesa Anastasia Cabrera , asegurando de esta manera el estatus y la reputación de su linaje.
Esta decisión había sido cuidadosamente orquestada meses antes por el padre de Anastasia , quien, deseando un futuro mejor para su hija que no la relegara al sombrío destino de las concubinas, había negociado con Shaza Daye. Conocedor del desinterés de los Daye por los harenes, vio en Rafael un candidato ideal para yerno.
Así, Rafael, con apenas 20 años y la responsabilidad de dirigir una de las joyerías más prestigiosas de la ciudad de SAID, se encontró casado por designios que trascendían el amor, marcando el destino de la familia Daye para generaciones.
La decisión de Shaza Daye de esperar cuatro años antes de intervenir en los asuntos sentimentales de Rafael había suscitado dudas y especulaciones entre quienes conocían la situación.
Al principio, Shaza había creído que Rafael, su hijo, era el padre del hijo que esperaba Falak, hasta que un incidente revelador cambió su percepción un mes antes del vigésimo cumpleaños de Rafael. Shaza sorprendió a Rafael y a Falak juntos, no como amantes, sino en una conversación íntima que insinuaba más profundidad de la que había supuesto.
—¿Qué significan estas palabras que escucho? —preguntó Shaza con severidad, sin revelar su presencia inicialmente.
Falak, sorprendida y temerosa, balbuceó una respuesta.
—No es lo que piensa, señor. Rafael solo me estaba consolando por mi pasado.
Intrigado y ahora frente a frente con Falak, Shaza exigió:
—Explícate ahora, Falak. ¿Cuál es la verdad detrás de tu relación con mi familia?
Con el corazón apesadumbrado, Falak confesó:
—Rafael Daye, su hijo, fue una vez mi amante. Lo que comenzó como un mandato de lealtad se transformó en algo más personal, algo que Rafael jamás supo.
Con la verdad al descubierto, Shaza determinó que Rafael no podría, bajo ningún concepto, continuar una relación con una mujer considerada sin honor por las convenciones sociales de su tiempo. Esta decisión precipitó el matrimonio entre Rafael y la princesa Anastasia Cabrera
Anastasia al conocer a Rafael, quedó cautivada no solo por su impresionante apariencia sino también por su trato gentil y amable.
—Nunca esperé sentirme tan bienvenida y valorada —confesó Anastasia a Rafael una noche mientras paseaban por los jardines.
Rafael, tocado por su sinceridad, respondió:
—Y yo nunca pensé que encontraría una compañera tan maravillosa en un arreglo tan pragmático.
Aunque su unión había comenzado sin amor, la bondad y el respeto mutuo pronto florecieron en un profundo afecto. Cuatro meses después del matrimonio, la pareja recibió la noticia de que serían padres, un giro que selló su compromiso y amor inesperados.
El embarazo de Anastasia transcurrió sin incidentes hasta aquel fatídico día en que, distraída y sin notar una pequeña arruga en la alfombra del palacio, tropezó y cayó, rodando dolorosamente hasta el primer descanso de la escalera. El accidente precipitó un parto prematuro y urgente. Rafael, temiendo por la vida de su esposa e hija, acompañó a Anastasia en la ambulancia, donde dio a luz a una hermosa niña. Al ver a su hija por primera vez, Rafael juró protegerla de cualquier destino no elegido por ella misma.
En esos momentos críticos, mientras la ambulancia se acercaba al sanatorio, Anastasia , consumida por el esfuerzo del parto, usó sus últimas fuerzas para hacerle prometer a Rafael que su hija nunca sufriría como ella había sufrido.
—Prométeme lo , Rafael, que nuestra hija nunca será solo una pieza en el juego de otro —susurró con voz débil.
Rafael, desesperado y lleno de esperanza ante la cercanía del sanatorio, rogaba entre sollozos que Anastasia se mantuviera con él.
—No hables así, amor. Nos faltan solo unos metros. Aguanta un poco más, por favor.
Desafortunadamente, cada metro hacia el sanatorio se sentía eterno mientras luchaban contra el tiempo y el destino.
Rafael la besaba, mostrando todo el amor que sentía por ella, y murmuraba palabras de aliento, asegurado le que todo saldría bien. En cuanto la ambulancia se detuvo, un equipo médico se precipitó hacia ellos con una camilla para llevar a Anastasia directamente al quirófano.
En el pasillo del salón de espera, se encontraban reunidos figuras importantes de ambos linajes: el príncipe y su esposa, el padre de Anastasia , los padres de Rafael, y en el centro de todos ellos, un desconsolado Rafael, arrodillado en el suelo, elevando plegarias a Ala para que no le arrebatara a su esposa.
La espera era una tortura para todos. Observaban cómo personal del hospital entraba y salía del quirófano sin dar noticias, manteniendo a la familia en un estado de ansiedad y miedo. Rafael, consumido por la impotencia y la frustración, estaba a punto de derribar la puerta del quirófano con una patada cuando un médico emergió, visiblemente agotado y cubierto de sangre.
—Lamento mucho informarles que Anastasia no ha sobrevivido —anunció el médico con voz sombría—. Una de sus costillas perforó su pulmón durante la caída, causando una pérdida masiva de sangre interna que fue imposible detener.
Al oír las devastadoras noticias, Rafael sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Su desgarrador llanto llenó el pasillo mientras se dejaba caer completamente al suelo. Su padre, con el corazón también roto pero sabiendo que debía ser el pilar en ese momento, se acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza.
—Debes ser fuerte ahora, por tu hija —susurró al oído de Rafael, tratando de infundir le algo de fortaleza en medio de la desesperanza.
Rafael, con lágrimas corriendo por sus mejillas, asintió lentamente, consciente de la enorme responsabilidad que ahora recaía sobre sus hombros. Su promesa a Anastasia resonaba en su mente, un juramento de protección y amor incondicional hacia la pequeña que ahora era su único consuelo y recordatorio del gran amor que había perdido.
En ese instante, dominado por un impulso paternal, Rafael corre hacia neonatología para ver a su hija. Al llegar, encuentra a su pequeña princesa llorando desconsoladamente, sin que nadie logre calmarla. Al tomarla en sus brazos y depositar un beso en su frente, la niña cesa su llanto, reconfortada por el calor y la paz que le transmiten esos brazos protectores.
Rafael, con la niña ahora tranquila en sus brazos, solicita ser llevado junto a Anastasia para despedirse y cumplir con la última promesa hecha a su esposa. Al principio, los médicos se mostraban reacios a permitir que llevara a la recién nacida, pero ante la determinación fría y firme en la voz de Rafael, que les advertía no interponerse en su camino, accedieron.
Cuando Rafael llegó junto al lecho donde yacía Anastasia , se acercó y besó sus labios aún tibios. Sosteniendo a su hija frente a su esposa, le susurró:
—La llamaremos Assia, y la convertiré en la mujer más poderosa, aunque me cueste la vida.
El nombre Assia, que significa «la que cura» o «la que alivia», resonó como un voto solemne en esa habitación, marcando el inicio de una nueva vida y un futuro prometedor, no solo en honor a Anastasia sino también como legado de fuerza y poder para su hija.
Con el apoyo incondicional de su suegro, Rafael dedicó cada recurso a la promesa hecha junto al lecho de Anastasia . Juntos, transformaron a Assia en la mujer más rica de todo SAID.
Su abuelo, comprendiendo la magnitud del legado que querían construir, le entregó tres pozos petroleros. Por su parte, Rafael expandió el negocio familiar de joyerías, estableciendo en cada país una tienda reconocida mundialmente que ofrecía piezas únicas, vendidas exclusivamente a un círculo cerrado de clientes.
Más allá de la riqueza material, Rafael y su suegro se esforzaron por moldear a Assia en una dama de encanto inigualable. Le proporcionaron una educación que abarcaba todos los recursos y habilidades necesarias para que nunca fuera engañada o subestimada. La enviaron a una academia de prestigio donde, además de recibir una educación formal, Assia fue instruida en cómo manejar y sobresalir en un mundo a menudo dominado por hombres machistas e interesados.
En esos pasillos y aulas, Assia aprendió no solo a defenderse en debates y negociaciones, sino también a mantener su integridad y principios frente a cualquier adversidad. Estas lecciones forjaron su carácter, preparándola para enfrentar y liderar en cualquier circunstancia, perpetuando el legado de fuerza y determinación que su madre deseaba para ella.