A la mañana siguiente Amber luchó hasta lograr abrir los ojos con pesadez, los rayos de sol se reflejaban sobre su rostro haciéndola fruncir el ceño, Amber cubrió su rostro con el dorso de su mano y suspiró hondo antes de al fin levantarse; cuando lo logró, caminó hasta la puerta del baño y se introdujo en este, se colocó frente al lavamanos y nuevamente lloró frente al espejo al ver su rostro demacrado, sus ojos estaban hinchados y además tenía unas ojeras marcadas debajo de ellos, en toda la noche no había podido conciliar el sueño, las palabras de Andrew retumbaban en su cabeza cada que intentaba cerrar los ojos y así fue durante toda la noche, hasta que por fin el cansancio logró derrumbarla.
Cuando Amber terminó de ducharse, caminó de regreso hasta su habitación envuelta en una toalla y de su closet con puertas blancas tomó un conjunto de pantalón y saco color ámbar, ese conjunto la hacía lucir elegante y al mismo tiempo mantenía su apariencia juvenil.
—Disculpa que te interrumpa, el señor pregunta ¿si bajarás a tomar el desayuno? —Cuestionó la voz de Natalia, una joven casi de su misma edad que había trabajado para sus padres desde siempre y quien se había mudado a la casa de Amber apenas unos días atrás, pues ella había sido la encargada de ordenar sus pertenencias en esa habitación, Natalia le hablaba con esa familiaridad, pues ambas habían crecido juntas.
—¿Andrew está en casa? — Cuestionó Amber con una punzada en su pecho, estaba herida, sin embargo, los sentimientos por Andrew no se habían esfumado, Amber lo había amado desde años atrás y ni siquiera lo que había ocurrido en la noche de bodas había logrado desaparecer lo que sentía por él.
—El señor está en el comedor— comunicó Natalia, Amber se colocó algunas capas de maquillaje y observó su rostro una última vez para comprobar que no lucía espantosa, después salió de la habitación, tenía la ilusión de arreglar las cosas con Andrew y para poder hacerlo debía encararlo y saber los motivos que lo habían hecho actuar de esa manera.
—Buenos días, Amber— saludó Andrew al escuchar sus pasos mientras tomaba su desayuno desde la silla principal en el comedor, portaba un traje gris y sus orbes oscuros estaban fijos en el periódico que sostenía con su mano izquierda mientras que con la diestra sujetaba una taza de café caliente.
—Quisiera hablar de nosotros— Expuso ella con un tono nervioso y avanzó hasta la silla situada a un costado de su marido, tiró de ella y se sentó impaciente, Amber era una joven que no sabía nada de la vida, ni siquiera sus años en la universidad la habían preparado para el rechazo de su esposo e ingenuamente pensaba que podía remediar las cosas, estaba dispuesta a perdonar al hombre que le había echado en cara que su matrimonio no era más que un negocio y su noche de bodas solo una forma burda de cerrar el trato.
—Me parece que fui lo suficientemente claro Amber— Dijo Andrew con dureza y sin ápice de remordimiento y bebió de su café como si aquello fuera una conversación cualquiera. —Ninguno de los dos tuvimos elección, está boda la organizaron nuestros padres, como lo dije anoche, se realizó con el fin de fortalecer nuestro imperio— continuo fijando ahora sus orbes negros sobre los de ella.
—Este matrimonio debe continuar hasta que tengamos un hijo, alguien que pueda heredar el imperio de nuestras familias, cuando eso suceda entonces podremos separarnos, así todos ganamos— Espetó tratando de convencerla, Amber observó a Andrew agrandando los ojos, no podía creer que sus palabras fueran reales.
—¿Entonces porque ayer te portaste tan bien conmigo? me hiciste creer que tú también estabas feliz con este matrimonio, si yo hubiera sabido...—
—¿Has visto las revistas de hoy? — interrumpió él. —Nuestros rostros están por todas partes, cada revista y cada periódico se ha encargado de difundir la noticia de nuestra unión ¿Crees que se vería bien que el novio no sonría el día de su boda? — cuestionó con ironía.
—Esto no es contra a ti y siento que tus padres no te lo hayan explicado, pero así son las cosas— Soltó quebrando aún más el corazón de ella. —Si de algo te sirve trataré de no estar frente a ti tanto como pueda, no entraré a tu habitación ni tu a la mía, frente a todos seremos el matrimonio perfecto, único, envidiable y antes de que te niegues, ten en cuenta que hacer lo contrario perjudicará a mi familia tanto como a la tuya— sentenció afilando aún más su mirada.
—¿Y que se supone que haga entonces? ¿Qué finja que soy feliz cuando tú no me amas? ¿Que vaya por la vida presumiendo de un amor que no sientes por mí? — Cuestiono alzando la voz y entonces Andrew soltó una carcajada.
—Es muy tarde para pensar en hacer otra cosa Amber, si lo que quieres es divorciarte adelante, pero serás tú quien lidie con la prensa y con nuestras familias, por qué yo estoy tratando que esto funcione— Andrew se levantó de la mesa y limpio las comisuras de su boca con una servilleta de tela, después lanzó esta sobre la mesa y camino lejos del comedor, pero antes de marcharse dijo una última cosa.
—En algún momento debemos tener un hijo, cuando estes lista solo tienes que decirlo, piensa que ese hijo sería nuestra salida de este absurdo matrimonio— Al escuchar sus palabras Amber rompió en llanto, sin embargo, Andrew no se quedó ahí para escuchar a su esposa sollozar por sus palabras, lo último que Amber escuchó fue el golpe seco de la puerta de la entrada principal azotando...
Con el pasar de los días las emociones de Amber eran como una montaña rusa, en ocasiones sentía que podía contra todo y otras veces simplemente pensaba que moriría de dolor ante todo lo que pasaba en su vida. Cómo Andrew prometió trató de no cruzarse con Amber dentro de su casa a menos que fuese absolutamente necesario, sin embargo, ante las miradas ajenas a esas paredes la trataba como si ella fuese la luz de sus ojos, le sonreía, la besaba y era un completo caballero, un comportamiento que no hacía más que confundir a Amber, pues sus sentimientos por él eran alimentados por esas caricias, pequeños besos y halagos que le entregaba ante el ojo público, aunque sabía que eran falsos.
La autoestima de Amber poco a poco fue quedando por el suelo, haciéndola incapaz de enfrentarse a sus padres para solicitar el divorcio y poco a poco se resignó a que su vida estaría unida a ese hombre, al que a pesar de todo el daño que le había hecho, seguía amando con todas sus fuerzas y también con todo el rencor que su corazón le permitía.
Dos meses después de la boda comenzó a trabajar en la empresa que pertenecía tanto a su familia como a la de Andrew, Amber también había estudiado arquitectura, incluso se había graduado un año antes que su generación y estaba capacitada para ser una arquitecta en "Garrett Jenner", un lugar más en donde ambos fingían una relación que no existía.
El tiempo pasó de prisa, la vida de Amber se había vuelto rutinaria, cada mañana acudía a "Garrett Jenner" a trabajar y a su regreso por la tarde pasaba tiempo en la biblioteca, cuidando de sus rosales e incluso aprendiendo un poco de cocina. En su primer aniversario ambos salieron en una especie de cita, pues su empresa había conseguido socios importantes y ellos debían guardar las apariencias, Andrew adulaba a Amber y la llenaba de cumplidos delante de esa gente y Amber los aceptaba avivando cada vez más los sentimientos que aún guardaba por él y que parecían no querer marcharse nunca; seis meses después, el abuelo de Andrew falleció de un ataque al corazón, fue entonces cuando la actitud de él cambió aún más, pues comenzó a salir con mayor frecuencia, incluso había días o hasta semanas que no regresaba a su casa.
Cuando Amber cuestionaba su paradero, él simplemente argumentaba que lo de ellos no era real y que no tratara de jugar a la esposa preocupada, por qué ambos sabían cómo eran las cosas.
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Dos años después de la boda.
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Llegó el viernes por la tarde, Amber sujetaba una fotografía con el rostro de ella y el de Andrew, aquel retrato correspondía al día de su boda, habían pasado ya dos años desde aquella unión, ese era el día de su aniversario, Amber sabía que no sería igual al año anterior, pues Andrew tenía tres semanas de no ir a dormir a su casa y escasamente lo había visto en la oficina.
—¿Quieres que preparen la cena para ambos? — cuestionó Natalia con timidez, todos en esa casa sabían la clase de relación que existía entre ellos (si a eso le podían llamar relación).
Amber observó a Natalia con una sonrisa carente de alegría y después dirigió su vista hasta el sofá color marfil en la sala donde se encontraba colocando la fotografía en el pequeño mueble que se encontraba a un costado.
—Sí Natalia, que sea para ambos— pidió Amber con una voz tenue con la esperanza de que Andrew recordara la fecha y acudiera a cenar con ella.
Pasaron más de treinta minutos desde que Natalia había prendido las velas en el comedor y no había indicios de que Andrew apareciera, Amber esperaba en el ventanal que tenía vista hacia el portón principal esperando que su marido ingresara y Natalia y los demás empleados se limitaban a mirar expectantes la desilusión de Amber a cada minuto en el que Andrew no llegaba. Hasta que una sonrisa se dibujó sus labios cuando vio su auto ingresar a la casa.
Acomodo el vestido rojo que se había puesto esperando que fuera del agrado de su marido y peinó con sus dedos sus cabellos.
Cuando Andrew entró preguntó a una de las empleadas por su esposa y esta lo dirigió hasta el comedor.
Amber lo miró detallando el traje n***o de tres piezas que llevaba puesto, lucía aún más atractivo y su barba estaba completamente afeitada, Amber pasó saliva al contemplarlo.
Andrew se quedó parado frente a la mesa adornada con velas y dos platillos con un corte exquisito de carne que la cocinera tuvo que calentar en más de una ocasión.
Después dirigió sus orbes azabache a Amber y sin reparar ni un momento en su atuendo o aspecto, le tendió una carpeta negra que contenía aquello que Amber no había pedido por miedo y por tontamente mantener una esperanza que Andrew jamás le había dado.
—¿Qué es esto? — cuestionó ella con el corazón latiendo intensamente.
Sabía que era, pero se negaba a creerlo.
—Quiero el divorcio Amber— Sentenció él con voz decidida y elevando el mentón ante su esposa, Amber lo observó sin decir una palabra y sus manos temblaron dejando caer los papeles que únicamente necesitaban de su firma para terminar con la farsa que sus padres habían comenzado, pero que ellos habían alimentado hasta ese momento.