HEAVENLY
La mañana siguiente me desperté con los ojos hinchados por llorar toda la noche, me dolía la cabeza y en cuanto escuche golpes en la puerta me tense, pero sabía que no era él, seguro debía ser la mucama que me traía el desayuno, el idiota solo entra sin pedir permiso.
Como siempre la mucama solamente me dirigía una mirada de compasión, era una mujer de unos 60 años, pelo canoso, no tenía permitido hablar con ella, así que únicamente dejaba la charola en una pequeña mesa y salía de la habitación con la mirada del gorila puesta en su persona, me daba una sonrisa de aliento y la volvía a ver cuando me traía las otras comidas.
—Esta noche tendrás que estar lista, el jefe llegará aquí a las 8 y desea que ya estés preparada para… —trago —él, más tarde te entregaré la ropa que tendrás que usar —no dije nada, mi ánimo se hundió y se me fue el apetito.
¿Por qué a mí?, ¿por qué me está sucediendo todo esto a mí?, ¿Micha me estará buscando? Tengo más de un mes desaparecida, así que espero que si, si tuviera una familia, seguramente estarían haciendo lo imposible por encontrarme, sé que Micha debe estar igual, si fuera al revés yo haría lo mismo por ella, no dejaría de buscarla hasta encontrarla.
Las bandejas con la comida salieron de la habitación, igual que como entraron, ni siquiera tenía ganas de leer, no podía concentrarme en nada, di miles de vueltas por toda la habitación, pero nada lograba calmarme, y no podía salir de aquí de ninguna manera, mi cuerpo estaba tenso, sudoroso, me dolía la cabeza seguro por no haber consumido ningún tipo de alimento, no obstante, no podía hacer nada al respecto.
El gorila, el cual aún no sabía cómo se llamaba, tocó tres veces, creo que esa era su clave para saber que entraría a la habitación, solamente asomo la cabeza para hacerse presente.
—Necesitas ducharte rápido, ya son las 7 y el jefe no tarda en llegar, ya sabes que no le gusta esperar —se adentró y me tendió una bolsa— tienes que ponerte esto —hice cara de asco, seguro saldría con sus porquerías como la de anoche.
Estaba a punto de salir, cuando mi pregunta lo detuvo en seco.
—¿Cómo te llamas? —sabía que se compadecía de mí, pero quizá era más el miedo a su jefe, que no tenía la menor idea si me ayudaría en caso de requerirlo, probablemente no, pero como dije antes, utilizaría cualquier carta a mi favor para salir cuanto antes de aquí.
—Puedes llamarme Charlie —me guiño un ojo en plan de amigos, y ahora si salió.
Suspiré y abrí la bolsa, saqué solo una prenda, una jodida bata, casi transparente, busque y rebusque dentro de ella, pero no había nada más, aventé todo contra la pared, cayó al suelo sin ningún tipo de sonido y me eché a llorar.
Después de más o menos unos veinte minutos entre a la ducha, quizá lo mejor sería ponerle fin a este asunto de una vez y así me deje en paz, al ver que no puedo proporcionarle ningún tipo de placer, como tanto lo busca.
Me mentalicé, no voy a dejar que ese pedazo de escoria me quite nada más, terminará vencido en su propio juego, está claro que cumplirá con su cometido a como de lugar, no va a retrasarlo más, de eso estoy más que segura.
Salí de la ducha con los ojos hinchados, esta vez no habría maquillaje, ni nada, si me iba a tomar a la fuerza, pues sería en mis términos, no en los de él, me vestí con la misma ropa que traía puesta, quizá no debí ducharme para que así le dé asco.
El tiempo pasó volando y entonces el característico sonido de Charlie, hizo eco en la habitación, en cuanto entró y me vio, su mirada de desaprobación no pasó desapercibida, negó con la cabeza.
—Esto no le va a gustar nada y te hará pagar por desobedecerlo, por favor —suplico y eso me saco de mi envalentonamiento —haz lo que te pidió, sé que no lo quieres hacer, pero te juro, que será mucho peor para ti, si no acatas su orden —me quede en silencio sin saber qué decir o pensar —te daré 5 minutos más, una vez que entre será completamente tu decisión la que marque tu destino.
¡Mierda!, ¿qué hago ahora?, sé que las palabras de Charlie no son infundadas, comencé a quitarme lentamente la ropa, mi mirada triste y derrotada mientras me miraba en el espejo, no hacía más que recordarme que iba directa al matadero. Charlie volvió a tocar, en cuanto entró desvió su mirada, ya que se transparentaba absolutamente todo.
—¿Puedo ponerme algo más encima? —pregunté con cierto recelo, si me decía que no, no podría volver a mirarlo a la cara nuevamente, me quería morir de la vergüenza.
—Por favor —dijo casi agradecido—, esperaré afuera —salió y le agradece gesto, me puse una toalla encima y salí a su encuentro.
Me llevó directo a la habitación de él, cada paso que daba me latía más rápido el corazón, mis manos sudaban, y sentía que me faltaba el aire, nos detuvimos frente a la puerta, tocó dos veces y se dio la vuelta para retirarse.
—Adelante —su asquerosa voz se escucha dentro, abrí lentamente, di unos cuantos pasos sin entrar completamente en la habitación —llegas tarde —miro su reloj y frunció el ceño —no dije una sola palabra.
Se acercó a mí, yo no le había dirigido una sola mirada, se acercó y tiro de la toalla que me cubría, alzó mi cara con su dedo, no parecía contento con mi apariencia, él al igual que yo solo vestía una bata, no quería saber si también se encontraba desnudo debajo de ella.
Me rodeo y se quedó detrás de mí, su aliento caliente rozaba mi nuca, de pronto sentí sus manos en mi cadera, me tensé y retuve el aire.
—Te ves tan jodidamente hermosa esta noche, que no sé cuanto podré aguantar para estar dentro de ti —mi silencio pareció no gustarle, pero como la noche anterior, nada más podría hacerlo de una forma, obligándome.
Desato la cinta, y la bata se abrió, sus manos ahora en mis hombros comenzaron a bajar las mangas lentamente, solté el aire que tenía retenido, entonces sentí su polla erecta como tocaba mi espalda baja, quise caminar un paso enfrente, pero me detuvo en el acto.
Comenzó a dejar besos en mi hombro, y cuello, con una mano amasando una de mis tetas y con la otra en mi vientre para que no me moviera de mi lugar.
Quería gritar de la impotencia, sin embargo, no pude hacerlo, no le daría ese poder sobre mí, me llevó hacia la cama, me giro y me tiro de espaldas, como la noche anterior abrió mis piernas, pero hoy no me resistí. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara, sus ojos brillaban de lujuria.
Se acomodó entre mis piernas, su m*****o rozaba el punto donde mis piernas se unen, su boca fue a mi cuello y después a mi boca, me beso y metió la lengua, pero yo no correspondí a nada de lo que hacía, sus respiraciones frustradas me hacían saber que estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba.
—Si no cooperas, será doloroso para ti, como sea, yo disfrutaré, te guste o no —no lo mire ni abrí mi boca, entonces se arrodilló y comenzó a pasar su lengua por mi coño, cerré los ojos al sentir la humedad, las lágrimas se quedaron estancadas en mis ojos, de repente se detuvo y sentí como se acomodaba para entrar en mi interior.
Mis manos se hicieron puños, y apreté más mis ojos, me mordí la lengua para no emitir ningún sonido y entonces de una sola estocada se hundió, me dolió como la mierda, sin embargo, seguía en mi papel, hasta que el imbecil habló.
—Abre los ojos, quiero que recuerdes quien fue el primer hombre que te hizo mujer —no le hice caso y una bofetada me hizo abrirlos, lo mire con toda la furia que tenía dentro, se burló en mi cara y comenzó a moverse sin ningún tipo de consideración por mí —, estás tan apretada, que no sé si aguante demasiado —sus movimientos eran contundentes, claramente para hacerme daño, sentía como me desgarraba por dentro, mire su jodida cara contorsionarse, claramente estaba por terminar este suplicio.
Con un bufido salió de mi interior, me quedé recostada como si fuera una muñeca hinchable, que solo sirve para un propósito, follarla, de pronto se levantó, me aventó la bata y entró al baño, supongo que a ducharse, aproveche ese momento para levantarme, me dolía mi entrepierna, sin embargo, ya tendría tiempo de lamer mis heridas y hacerme ovillo en la cama hasta dormir, o quizá Dios se apiade de mí y me concediera una muerte prematura.