Más seca que un desierto

1838 Words
HEAVENLY Ya un mes había pasado, Lionel trató de comprarme de diferentes formas, me compró ropa que él aprobó y que yo jamás me pondría, joyas que jamás usaría, tacones que en la vida me calzaría, no me importaba una mierda nada de lo que me diera, seguía sintiendo el mismo desprecio hacía él, cuando me tomaba de la mano, me apretaba cuando trataba de soltarme, me hacía caricias que yo aborrecía, me hablaba con cariño como si fuéramos una feliz pareja, me importaba una mierda, yo jamás cedería ante él, al contrario, mientras más empeño pusiera en ello, más empeño pondría yo para aborrecerlo hasta el final de mis días. No salía de mi habitación, y no podía importarme menos, me la pasaba leyendo la mayor parte del día, además él casi nunca se encontraba aquí, pero cuando hacía su aparición, no se despegaba de mí, yo prefería que se largará por días, me sentía más tranquila que cuando estaba él, además que nadie me molestaba, solamente me traían mis tres comidas y yo permanecía dentro todo el tiempo. No sé cómo descubrió mi pasión por la lectura, pero un día apareció con una tableta, podía buscar el libro que yo quisiera, eso sí, solamente era para eso, al parecer habían bloqueado todas las demás funciones. Estaba tan metida en la lectura que no me di cuenta cuando entró a la habitación, yo estaba riendo por lo que estaba leyendo, entonces su voz me hizo detener la risa y fruncir el ceño. —Veo que te gustó tu regalo —no lo miré, pero sabía que tenía una sonrisa engreída en su estúpida cara. —Si, gracias —tampoco lo mire al hablar y hable sin ningún tipo de emoción, si cree que por esto caeré rendida a sus pies, esta bastante mal de la cabeza. Camino y se sentó frente a mí, doble mis piernas por puro instinto y él parecía molesto por mi reacción, pero me importaba un rábano, se lo dije desde el primer día que me trajo aquí, aunque tenía que admitir que es guapo, no es mi tipo, no me gusta la forma en que me mira, no me gusta que me dé órdenes, no me gusta estar a su lado, no me gusta que me toque, simplemente no me atrae, y al parecer eso no le entra en su jodida cabeza, estoy segura de que debe de tener a miles de mujeres a sus pies, ¿no entiendo por qué se encaprichó conmigo? —Pareces molesta— me tomo mi pie y lo jalo hacia su pierna para comenzar a pasar su mano por él, debí haberme puesto algo que me cubriera más mi cuerpo, vestía una playera de tirantes, para mi desgracia sin sostén, ya que no sabía que llegaría sin previo aviso, además del minúsculo short que no me cubría demasiado. Comenzó a recorrerme las piernas desnudas con la mirada, subió por mi cuerpo y se quedó en mis tetas, había leído bastantes veces, como la protagonista de alguna historia se le erizaban los vellos cuando el hombre la miraba, se sentían deseadas, se entregaban al hombre sin pudor alguno, imagine esas escenas miles de veces, sin embargo, ahora me sentía ultrajada y eso que solo eran sus ojos, no quería pensar cuando quisiera besarme o algo más allá, no lo soportaría. —No te gusta que te toque, ¿es eso? —pregunto con burla, obviamente sabía que no me gustaban sus caricias, pero aun así, seguía haciéndolo —la verdad es que ya he tenido bastante paciencia contigo señorita, espero que ya estés preparada —me tensé, mi cuerpo se puso en alerta máxima de inmediato, sabía que este día llegaría, pero no demasiado pronto. —Por favor, no lo hagas —rogar no me serviría de nada, lo podía ver por la mirada lasciva que tenía, pero era mi última carta, odiaba estar en esta situación. —¿Ahora ruegas?, no es lo que imagine, pero… —una sonrisa y mirada oscura hicieron su aparición —date una ducha y vístete, iremos a cenar. Con eso se refería a que no cenaría en mi habitación como de costumbre, sino a su jodido lado, donde la comida que preparaban era asquerosa, además de que no me gustaba en lo absoluto, prefería la cena que me subían a mi habitación. Hice cara de asco, no lo pude evitar y tampoco me importo, ¿de verdad no lo entendía?, odio estar a su lado. De repente me tomo por el cabello, su agarre fue fuerte y doloroso, sabía que no le había gustado mi negativa. —Harás lo que te diga, así no te guste, ¿entendiste? —hablo entre dientes, conteniendo la rabia que sentía —Tú. ERES. MÍA —subrayó cada palabra para que me quedara más claro, yo me trague un sollozo, no le daría el gusto de derramar una sola lágrima, me soltó y se paró como si mi sola presencia le causará daño —tienes media hora, si no estas lista, lo que sucedió hace un momento no será nada comparado a lo que haré —salió dando un sonoro portazo, yo solo me pude quedar ahí, aturdida y pensando en todo lo que tendría que soportar, quizá debería ahogarme en la bañera, ya que no puedo saltar por ninguna ventana, puesto que en mi habitación no había ninguna, sabía que estaba en un segundo piso, sin embargo, cada que bajaba a cenar junto a él, me tapaban los ojos para que no supiera el camino, como si pudiera salir de la habitación, todo el maldito día se encontraba el mismo gorila, en el mismo lugar, con su misma cara inexpresiva, ¿Cómo lo sé?, pues porque trate de salir en vano y cada vez que lo hacía, me agarraba infraganti, así que tenía que regresar a la jodida habitación, con la cola entre las patas. Sabía que no tenía otra opción, me fui a duchar, tarde más de lo habitual, pero cuando salí sobre la cama había un conjunto de lencería muy revelador, quería romperlo en mil pedazos y salir desnuda, sin embargo, mientras más capas de ropa tuviera encima mejor, el vestido era aún peor, tenía tan mal gusto para la ropa que de solo verlo me sentía asqueada, me lo puse porque no me quedaba de otra, sabía que si lo desobedecía me haría pagar más tarde, los tacones eran algo decentes, pero aun así parecía una maldita puta en potencia, porque no solo se busca alguna, estoy más que segura que le lamerían la suela de su zapato si así se los pidiera. Me peiné el cabello, me puse un poco de brillo y ya, no pensaba maquillarme ni arreglarme para él, una vez que abrí la puerta de la habitación, el gorila de siempre ya me esperaba, pero esta vez no me cubrieron los ojos, mire todo a mi alrededor, así fuera una mínima posibilidad, la aprovecharía, no me pasaré todos mis días encerrada en un lugar en el que no quiero estar. Bajamos a la planta baja, y miré le espacio abierto, pero no hubo tiempo de mirar mucho, prácticamente, me llevaban corriendo, en cuanto entramos al espacio donde se encontraba él lo mire, se había cambiado y supongo que también se había duchado, ya que su cabello estaba mojado, me sonrió, pero yo no le devolví la sonrisa. —Puedes tomar asiento —abrió la silla a lado de él, y torcí los ojos corría ningún riesgo de que me viera, se acercó a mi cuello y me dejó un beso ahí, me removí en la silla por la incomodidad —, te ves hermosa esta noche —parezco una puta, pensé —la pasaremos muy bien, ya lo verás —quizás él, para mí era el fin del mundo. Nos trajeron la cena, yo no abrí la boca en toda la noche, además de que el hambre se había ido de paseo, solo picotee la comida, mientras él devoraba todo, sentí su mirada, sin embargo, yo no sé la devolví. —¿No tienes hambre esta noche?, la sirvienta me dijo que devoras todo lo que te prepara, o ¿a caso estás ansiosa por lo que vendrá después? —¡Jodete!, ¡vete al maldito carajo!, grite todo eso en la mente y con la mirada en mi plato, si lo veía, sin duda se lo diría a la cara, me tomo la cara con nada más dos dedos y la giro para que lo viera —contesta la maldita pregunta —su cara de furia me hizo hablar. —No tengo mucha hambre — hablé entre dientes. —Bien, entonces, será mejor que nos levantemos de la mesa, pensé que el postre te gustaría, pero debido a tu falta de apetito, el único que obtendrá su postre soy yo, mis ojos se aguaron, se levantó de su asiento y me tomo de la mano para que yo hiciera lo mismo, me llevó a una habitación diferente, supongo que la suya, olía a él. Se acercó y comenzó a acariciarme la cara, cerré los ojos por instinto y miedo, más no porque me gustara su toque, sentí su boca en mi cuello, dando besos y succiones, sus manos fueron a parar a mis brazos, los subió a mis hombros y bajó los tirantes, me cubrí por instinto y eso lo hizo molestar. Bajo mis manos a un lado, el vestido cayó a mis pies y se quedó mirando mi cuerpo, quería enterrarle el maldito tacón en el ojo, sonrió para sí mismo, me tomó la mano y me llevó a la cama. —Esta noche vas a gemir como gata en celo —púdrete infeliz, antes muerta que hacer un solo sonido, lo único que obtendrás de mí, es silencio, no más. Me arranco la lencería, se quitó su ropa y yo solamente miré al techo, no deseaba ver su asquerosa cara, empezó a acariciar mi cuerpo, se entretuvo en mis tetas, bajando hasta mi coño, me abrió las piernas, no sentía toda esa humedad de la cual había leído muchas veces, seguro estaba más seca que el desierto y seguramente dolería como el infierno, estoy más que segura que me follaria sin ningún tipo de consideración. Cerré los ojos cuando su polla tocó mi coño. —Abre los putos ojos —me negué a seguir sus órdenes, entonces su mano fue a parar a mi cuello para estrangularme, lo rasguñe para que me soltara, hasta que lo hizo, tosí muchas veces a falta del aire —¡lárgate! —grito y no espere a que lo dijera una segunda vez, tome el vestido, me cubrí con él y salí de ahí pirando, a medio camino me encontré al gorila, que me miró con ojos compasivos, pero no pronunció ninguna palabra de aliento, cerré con seguro, me hice ovillo en la cama y llore hasta quedarme dormida, estoy segura de que no se quedaría tranquilo.
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