Mi peor pesadilla

1384 Words
HEAVENLY 1 mes antes… Salí de mi trabajo como todas las otras noches, solo que esta vez era mi turno de cerrar y asegurarme que nadie podría entrar a robar el lugar, me asegure de que todo estuviera en buenas condiciones y salí, unas horas antes, había recibido un mensaje de Micha, diciéndome que no podría esperarme esta noche al salir. Quizá tuvo que haberme esperado, o quizá todo era cosa del destino y mi destino ya estaba escrito, así que esta noche me haría recordar, que le tuve que haber hecho caso a mi intuición y no haberme presentado a trabajar. Camine como siempre, sobre la misma acera, contando cada uno de mis pasos al caminar, distraída completamente de mi entorno, sentí unos pasos detrás de mí, pero cuando mire atrás no había nadie, así que camine más rápido, hasta que comencé a trotar y luego a correr. Sentí como una mano me tapaba la boca con algo que olía asqueroso, para evitar gritar, me cargo y otro hombre se acercó, sentía que mi visión se volvía borrosa cada vez más. No quería cerrar los ojos, pero inevitable, los sentía cada vez más pesados, sentía como me quedaba dormida, escuche a los hombres hablar con alguien, pero no sabía con quién, bueno, muy pronto lo sabría. No sabía dónde me encontraba cuando abrí los ojos, ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado dormida. Obviamente, no era mi habitación, era muy grande, demasiado para mi gusto, me revisé mi ropa y aun la traía puesta, no sentía ningún tipo de dolor en mi entrepierna, por ende no habían abusado de mí en el estado que me encontraba, aunque bien pudieron hacerlo. No tenía la menor idea de quien había ordenado esto, y tenía miedo, quizá sería un caso de trata de blancas o de venta de órganos, no sabía cuál sería mi destino, lo que sí entendía y muy claro, es que no era nada bueno. Cerré y los ojos y unas lágrimas resbalaron por mi cara, no quería estar aquí, quería estar en mi casa, con mi amiga, con todas mis carencias, pero al fin y al cabo a salvo. Se escucharon pasos y yo me quedé quieta haciéndome la dormida, hasta que escuche una voz que creí conocer, y que me negaba a aceptar que fuera la de él. —¿Aún no despierta? —preguntó a quién sea que se encontraba detrás de esa puerta junto con él, por favor, por favor, que no sea él, que sea cualquiera menos él, recé una súplica en mente. —No lo sé señor, pero hace una hora revisé y todo seguía igual. —Bien, entonces regresaré más tarde, si aún no despierta, entonces ya sabes qué hacer. —Si señor, así lo haré —suspiré llena de alivio. Se volvieron a escuchar pasos, pero se escuchaban cada vez más lejos, así que supuse que se estaba yendo, gracias a Dios, porque no habría podido soportar tenerlo cerca, ¿por qué me hizo esto a mí?, no tengo nada que ofrecerle, no me gusta, lo detesto y detesto estar aquí, en esta maldita habitación. En mi rabieta tiré un vaso que contenía agua, había hecho un estruendo terrible, si quería pasar desapercibida, esta no era la mejor forma de hacerlo, entonces la puerta se comenzó a abrir lentamente, un hombre alto, grande y con cara de pocos amigos, camino hasta mí, lentamente. Yo me hice ovillo en la cama y fingí que no había nadie cerca, hasta que hablo. —El jefe desea verte, y más te vale que no lo hagas esperar, no le gustan los retardos, te espera en… —miró su reloj— 30 minutos, tiempo suficiente para que te des un baño, te arregles y bajes a comer, llevas varias horas sin ningún tipo de alimento, y sé que tu cuerpo lo necesita por el tipo de droga que inhalaste, así que… —No bajaré, lo mejor será que le digas a tu jefe, que puede esperar sentado por mí —supongo que el hombre no pensó que me fuera a revelar, sin embargo, a pesar de morir de miedo al hablar, tampoco pude quedarme en silencio. —Será mejor que lo hagas por las buenas, te aseguro que por las malas, no te gustará —había un deje de advertencia por su parte, pero no me importó, no haría nada de lo que él quería, si me había traído a la fuerza, pues a la fuerza me haría hacer su voluntad. Me quedé recostada en la cama, no había un reloj cerca que me dijera la hora que era, ni siquiera sabía cuanto tiempo había pasado desde que me trajeron en contra de mi voluntad a este lugar, además no sabía cuanto tiempo me quedaba para volverlo a ver, entonces volví a escuchar unos pasos acercarse, pero esta vez no se detuvieron, la puerta se abrió y yo salte de la cama. Tenía razón, era él, Lionel Gunn, el tipo que me había causado algunas pesadillas después de mi regreso a casa, cerré los ojos, no quería verlo, no quería darle la satisfacción de que en ellos viera el miedo que me causaba, lo escuche acercarse lentamente, el aroma de su loción se coló por mis fosas nasales, de inmediato sentí como mi estómago se revolvió, entonces su mano rozó mi cara, mis bellos se erizaron, ¿qué hará?, ¿abusará de mí?, por favor diosito no lo permitas. De pronto se acercó más a mí, su cara fue a parar a mi cuello, sus manos a mi cadera y yo me quería morir, no deseaba sentir su tacto, no quería siquiera tenerlo cerca. —Necesitas comer algo, llevas día y medio dormida, sin nada en el estómago —Abrí los ojos de la impresión, ¿día y medio?, ¿Micha estará buscándome?, ¿ya se habrá dado cuenta de que no llegué a casa? —pareces sorprendida. —¿Por qué estoy aquí? —hable con rabia y lo miré con dagas en los ojos, quería llorar de la impotencia, no podía hacer nada contra este sujeto, mucho menos con el gorila que se encontraba ahí afuera —quiero irme a casa. —Esta será tu nueva casa —en tus sueños cabrón de mierda —así que vete acostumbrando, desde ahora, bajaras a comer cuando se te ordene, si te pido hacer algo, lo harás sin rechistar, no tolero la desobediencia, no quiero causarte ningún daño, hazlo y te aseguro que te recompensaré, sin embargo, no te quieras pasar de lista. —¿Estás demente?, no soy una puta muñeca para obedecer lo que me ordenes, no soy tu empleada, no quiero estar aquí, quiero irme a mi casa, quiero que me dejes en paz, no quiero saber nada de ti, te aborrezco y nada me hará cambiar de parecer —le hable mirándolo a los ojos, necesitaba que se diera cuenta de que hablaba en serio, una carcajada burlesca salió de él. —Te aseguro que cuando este dentro de ti —me restregó su erección en mi estómago, era más alto y yo estaba descalza, por ende apenas le llegaba al pecho, supongo que ha de medir más de 1.80, sus ojos color avellana se clavaron en los míos —no pensaras lo mismo, me rogaras porque te folle, y me dará mucho placer verte suplicar —una sonrisa engreída dibujo su cara, se acercó para besarme, pero gire mi cara para que no me tocará, entonces se acercó a mi oído— te aseguro que caerás rendida a mis pies, haré que te enamores de mí, así sea lo último que haga —una risa estridente lo dejo estupefacto, aproveche para darle un empujón y alejarme de él, jodido imbécil, —jamás me enamoraré de un tipo como tú, menos si me trae a la fuerza y en contra de mi voluntad. —Ya lo veremos —salió de la habitación azotando la puerta y no volví a saber de él, el resto del día, hasta que me quede dormida de nuevo, me sentía cansada y no sabía por qué, quizá la droga aún seguía en mi sistema, le puse seguro a la puerta antes de dormir, no quería que nadie entrara por sorpresa.
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