En lo que transcurría una eternidad para el regreso de Emilia, mi mente se esfuerza en ubicarse, en recordar y en volver a ser la que fuese antes del golpe en la cabeza. Pero es imposible concentrarse o tratar de hacer esta tarea sin que duela. De lo único que soy capaz es de ver el techo blanco con las aspas del ventilador girando sin detenerse, la que se detuvo fue mi vida parecía ser. En esta agonía blanca, un sonido en la lejanía me atraía. Me pongo de pie y camino a las puertas dobles de cuerpo completo de esta habitación, esas que conectaban con el exterior radiante. Aparto las persianas para quedar maravillado con un pequeñísimo balcón en el que estar parado una sola persona, pero eso no importa nada al verlo, al ver, oír y oler al mar. La felicidad me invade y las ganas de sumerg