Narrado por Emilia Santoro Excelencia, resultados, cabeza en alto. La vida de la que era dueña desde que puedo recordar exigía excelencia, era medida por resultados y marcada por la satisfacción de la perfección que ejercía sobre ella. No conocía de errores, no conocía de equivocaciones, no tenía tiempo para quejas, ni detenerme. Esta era yo, Emilia Santoro. Incansable, ambiciosa y certera. No había imposibles para mí, no había inalcanzables para mí. Porque cada destacable que sacaba desde el colegio, y cada presupuesto exprimido con maestría en mis proyectos laborales, era una capa extra para esconderlo. ¿Qué podría esconder una perfeccionista como yo? Algo que se salía de mi control y que sin poder hacer nada era, imborrable. Era la hija bastarda de Donato Santoro. El gran Donato S