22 de enero de 2003 Taylor se asomó a un lado de la puerta con disimulo esperando, interiormente, no encontrarse con Miller. Después de aquel beso en su último día de trabajo antes del descanso, había tenido más que tiempo suficiente para pensar en todos los posibles motivos por los que el vampiro había decidido besarla. Sin llegar a ninguna respuesta. El recuerdo del tacto de sus labios, frío y suave era algo que se había esforzado por olvidar desesperadamente. Sin embargo, no importaba lo que hiciera o dónde estuviera: el recuerdo de Miller estaba presente y provocaba que su corazón palpitara como el de una quinceañera enloquecida por las hormonas. Deseaba con todas sus ganas y fuerzas que aquello hubiera sido solo producto de su imaginación. Un sueño. Así, si se volvían a encontra