Capítulo 1
20 de diciembre de 2002
Taylor esquivó a un hombre que se balanceaba hacia su lado. Salir había sido un error. “Solo será por esta noche”. Le habían dicho. “Será divertido”. Aseguraron.
—Divertido como la mierda —murmuró con la voz cargada de sarcasmo.
Apartó al borracho que se acercó a ella y salió del club rápidamente. Echó de menos su abrigo, pero su vestido de mangas largas le protegía bastante del frío.
Estaba siendo un día espantoso. Había sido despedida de su trabajo tras un intento frustrado de su jefe que había querido sobrepasarse. Lo había abofeteado, pero eso le había costado su puesto. Esto en cuanto a jefes de mierda.
Sus amigas la habían convencido de salir aquella noche, alegando que rápidamente encontraría otro trabajo. Sin embargo, aquello no estaba siendo como se había imaginado. Por si fuera poco, hacia menos de un mes había encontrado a su novio con la polla enterrada en otra mujer en su propia cama.
Aquello no hacía más que empeorar.
Su hombro chocó contra un muro de carne enorme que la impulsó hacia atrás. Había estado tan concentrada en sus propios problemas que ni siquiera había notado cuando se había acercado a alguien.
—Lo siento —se disculpó.
Un gruñido fue dirigido a ella. Se tensó reconociendo el sonido. Era un licántropo.
Nunca se le habían dado bien los encuentros con los subterráneos. Su madre la había abandonado con su padre cuando era niña y había regresado con los suyos sin mirar atrás. Ella había amado a su padre, pero había amado aún más a los suyos y por eso se había marchado en cuanto tuvo la oportunidad. Dejándolos solos.
Eso la convertía en mestiza. Lo cual era peligroso en su mundo si no tenía un grupo que la protegiera. En el mundo de los subterráneos, cosas malas podían pasarle a un mestizo, así que era raro que saliera por las noches.
—Mira lo que tenemos aquí —gruñó el hombre. La respiración de Taylor se aceleró por el miedo cuando lo vio aspirar con fuerza—. Eres una subterránea, aunque es un olor débil. Eres mestiza —aseguró.
El cerebro de Taylor comenzó a funcionar a toda velocidad. Buscando una manera de escapar de ese enorme tipo que tenía frente a ella. Siempre había hecho todo lo posible para evitar a otros subterráneos, pero debía admitir que en aquel momento estaba en blanco.
Su voz tembló cuando habló:
—Deja que me vaya —pidió—. Por favor, no he querido golpearte. Estaba pensando en mis cosas y…
El licántropo volvió a gruñir hacia ella. Taylor se calló en seco. No era buena idea molestar a un licántropo. Tendían a ser seres impulsivos y violentos. La mano del hombre sujetó su brazo. El pánico se instaló en ella. Quiso gritar, pero las vibraciones que emitía se lo impedían. Era como si hubiera perdido toda capacidad de moverse o decir algo.
—No tengas miedo —se relamió los labios—. Estarás bien. Nosotros te cuidaremos.
A Taylor no le gustó como sonaba eso.
Como si hubieran sido invocados, dos hombres se acercaron a ellos. El cuerpo de ella tembló, sabiendo que estaba a punto de ser violada por aquellos tres tipos. Su primer instinto fue gritar y pedir ayuda. La mano que la sujetaba apretó su agarre y soltó un quejido de dolor.
Ahora habría sido el momento idóneo para utilizar algún don de su línea de sangre. No obstante, si lo tenía, lo desconocía totalmente.
El cuerpo que la sujetaba salió volando, soltando el agarre que tenía en su brazo. Apenas tuvo tiempo de registrar lo que estaba pasando, pero algo le salpicó el rostro y el resto de su ropa. Taylor pestañeó sorprendida.
Los otros hombres miraron a la nueva persona que había aparecido frente a ella de la nada. O quizá lo más exacto habría sido: subterráneo. Los movimientos del nuevo tipo eran fluidos y certeros cuando se dirigieron hacia los licántropos. El tipo que había sido lanzado anteriormente se levantó y escupió en el suelo antes de lanzarse de nuevo hacia su salvador.
Taylor lo reconoció rápidamente como un vampiro. Sus movimientos eran volátiles y tan rápidos y suaves que era imposible no saber lo que era.
Un aullido de dolor salió disparado del hombre grande lobo, el que la había acorralado primero. Fue tan doloroso de oír que Taylor se encogió sobre sí misma. Nuevamente un charco de sangre la salpicó. Los otros dos lobos que habían venido con él estaban heridos, pero no tanto como el primero. Taylor se encontró cubierta de sangre desde los pies hasta la cabeza. Parecía que ella misma hubiera entrado en la batalla, pero bien sabía que había sido cosa del vampiro.
Cuando terminó con ellos, ella lo observó. Nunca habría esperado que uno de su clase la salvara, pero también podía ser porque planeara beber de su sangre. Uno nunca estaba a salvo en el submundo.
Los ojos rojos del vampiro la miraron fríamente. No sabía qué hacer. Quizás había desaprovechado su única oportunidad para escapar.
Una mueca se formó en su rostro cuando sus ojos volvieron a un color más oscuro y vieron lo que había hecho. Masculló una maldición.
—Lo siento, no quería mancharte de sangre —arrugó la nariz—. Ahora tienes el olor de esos perros. No era mi intención.
Taylor estaba muda. Su vampiro parecía totalmente normal. Él se acercó lentamente a ella, como si temiera asustarla. Ya lo estaba. No obstante, agradecía su preocupación. Lo observó más de cerca. Tenía el cabello castaño muy revuelto y ojos marrones. Su camisa, a pesar de haberse encontrado en una batalla, apenas estaba manchada de sangre y sus vaqueros se ceñían a sus caderas y a sus piernas como un guante. Era un ser hermoso.
—¿Estás bien? —su preocupación parecía sincera.
Taylor asintió.
—Gracias por salvarme.
Le sorprendió cuando el vampiro le sonrió.
—No hay problema. Esos pícaros no volverán a ser un problema.
Taylor no se atrevía a observarlos, pero le creía. El vampiro la contempló en silencio. De repente, se sentía muy incómoda. ¿Debía pagarle de alguna forma por su ayuda?
—¿Qué haces lejos de tu grupo? —preguntó—. No es habitual ver a las hadas caminando entre los mundanos.
Taylor pestañeó.
—No tengo un grupo.
Los ojos de vampiro se ampliaron.
—¿No perteneces a la Corte de las Hadas? —Ella negó—. ¡Mierda!
Ella no estaba segura sobre por qué le importaba tanto aquello. ¿A qué se refería sobre pertenecer a la Corte? Nunca había sabido gran cosa sobre sus orígenes, solo que su madre había sido una subterránea con sangre de hada.
—Esto… —dudó sobre hablar—. ¿Debo agradecerte por tu ayuda?
Las cejas del vampiro se arquearon.
—¿Quieres agradecerme?
Ella se encogió de hombros.
—Me has salvado.
El vampiro inclinó la cabeza. Sus ojos la observaban fijamente, analizándola, parecía meditar algo.
—¿Tienes a alguien contigo? —preguntó—. ¿Familia? ¿Amigos?
Taylor bufó.
—Acabo de ser despedida de mi trabajo. Resulta que no querer acostarse con tu jefe, es motivo para ser despedido.
Los ojos del vampiro se estrecharon.
—¿Estás en contra de acostarte con tu jefe? —preguntó—. Eso podría asegurarte un aumento de sueldo o de puesto. Muchas lo harían.
Eso la molestó. Ella no era ese tipo de mujer. Le gustaba conseguir las cosas por sus propios medios, sin recurrir a cosas tan bajas como acostarse con un superior.
—Yo no —fue tajante—. Eso es bajo y no debería de hacerse. Las personas deberían ganarse las cosas por sus propios méritos, no por acostarse con sus jefes para conseguir lo que quieren sin trabajar por ello. Es por cosas como esas que los hombres no nos valoran a la hora de trabajar y por la que se producen tantos tipos de acosos. Las mujeres no se apoyan mutuamente, sino que se pelean entre ellas buscando la atención de sus superiores. Los hombres no se alegran de tus méritos, sino que te insultan y te acosan, apelando cosas como que “te acuestas con tu jefe para obtener favores”. Es por mierdas como esas que no nos valoran.
Para cuando había terminado de hablar, le faltaba el aire. Miró al vampiro temiendo haber dicho demasiado, sin embargo, él solo la miraba en silencio. Le pareció ver algo brillar en sus ojos antes de sonreír.
—Interesante —fue lo único que dijo.
Taylor pestañeó. Suspiró. Estaba cansada y solo quería regresar a casa. También estaba cubierta de sangre y empezaba a secarse, lo que la repugnaba considerablemente.
—¿Entiendes ahora por qué me despidieron? No soy ese tipo de mujer, no es mi estilo y nunca lo será.
El vampiro hizo algo que la sorprendió, le sonrió.
—Bien.
Taylor arqueó una ceja.
—¿Bien?
Él asintió.
—¿Qué te parece esto? Mi Maestro necesita una secretaria que no se quiera acostar con él y tú necesitas un trabajo —sonrió divertido—. ¿Qué me dirías a trabajar para un vampiro?
Las cejas de Taylor se alzaron.
—¿Trabajar para un vampiro? —preguntó sintiendo como se atragantaba con las palabras. Nunca habría esperado algo así.
Sus ojos brillaron.
—¿A qué es una idea estupenda? —preguntó—. También te daríamos nuestra protección, ya que trabajarías para nosotros y podrías ponerte en peligro.
Eso la asustó. Lo último que necesitaba eran más problemas.
—No me lo estás vendiendo muy bien, precisamente.
El vampiro resopló.
—Me lo debes. Te he salvado —respondió—. Esos pícaros iban a violarte y luego a matarte. Yo te he librado de eso.
Taylor hizo una mueca de disgusto.
—Piénsalo —insistió—. Necesitas dinero y los mestizos no suelen sobrevivir por su cuenta sin la protección de un grupo. Nosotros podríamos proporcionarte ambas cosas y a cambio solo trabajarías como secretaría.
Taylor se lamió los labios.
—Qué te dice que podría hacer ese trabajo?
—¿De qué trabajabas antes?
—Era contable.
El vampiro chasqueó los dientes.
—Más que suficiente —respondió—. Tendrás un buen sueldo e incluso podrás mudarte al hotel, si no quieres seguir conservando tu casa.
Taylor arqueó las cejas.
—¿Hotel?
Él asintió.
—¿Vendrás conmigo?
Ella lo pensó en silencio. No estaba segura de que fuera una buena idea, pero debía admitir que necesitaba el trabajo. No sabía cuándo conseguiría encontrar otro y no podía depender siempre de su padre. También era consciente de que no podía vivir eternamente entre los humanos. Su sangre de hada había provocado que su crecimiento se ralentizara y sus amigos y antiguos compañeros de trabajo podían haber comenzado a notar que se veía igual que en sus veinte. Que prácticamente no había cambiado nada en casi diez años.
Tomó una decisión.
—Está bien —aceptó—. Iré contigo.
Una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Bien —dijo echándole un ojo—. Soy Maddox. Te llevaré con el Maestro, pero antes deberíamos hacer algo con toda esa sangre. Tienes un aspecto horrible y sería una falta de respeto hacia él si te presentas así.
Taylor se mordió la lengua. Quería recordarle que ellos bebían sangre, pero no quería tentar a su suerte. No era buena idea llevarse mal con un vampiro. En su lugar, asintió y lo siguió de vuelta al club.
Maddox caminaba fácilmente entre la gente, pero ella tenía que esforzarse para seguirlo. Las personas parecían alejarse cuando él aparecía, lo cual supuso que era por el encanto del vampiro. En los baños, Maddox la instó a entrar, ella lo miró.
—Límpiate la sangre y luego sal.
Taylor lo miró.
—Si me la limpio en los baños, me mojaré.
—Bien.
Arqueó una ceja. Maddox se encogió de hombros.
—No me importa que acabes empapada mientras te quites toda esa sangre. En cuanto termines, nos marcharemos.
Taylor no tenía palabras para describir a Maddox. Era, posiblemente, el vampiro más extraño que había conocido en su vida. Aunque, claro, tampoco era como si tuviera muchos con los que compararlo, sin embargo, estaba segura de que normalmente no eran así. Decidió dejarlo pasar y, en su lugar, entró en el baño.
Cuando entró, tomó una gran cantidad de papel y empezó a humedecerlo. La sangre se había secado y ahora lo tenía por todo su rostro y ropa. Rápidamente empezó a quitarlo, no sabía cuándo alguien saldría de los baños o entraría. El maquillaje estaba destrozado. Sus ojos azules se veían más pálidos y hundidos de lo que eran.
Antes de empezar a limpiar las manos, tiró el papel en la papelera bajo el lavabo. Una de las puertas se abrió y una mujer salió. El cuerpo de Taylor se tensó, deseando que no viera la sangre en su ropa. Con disimulo, observó a la mujer que se miraba frente al espejo y deseó que se diera prisa.
—Buena noche, ¿verdad?
Taylor tragó.
—Lo es… —murmuró.
La chica terminó de lavarse las manos y se las secó antes de marcharse. Taylor respiró aliviada una vez volvía a estar sola.
Cuando salió del baño. Maddox estaba apoyado en la pared que tenía frente a la puerta. No había podido observarlo bien cuando estaba fuera, pero era increíblemente guapo. Era delgado, pero no al punto de parecer un palo. Y alto. Le sonrió.
—¿Lista?
Suspiró. Realmente no se sentía preparada.
—Sí.
Él la evaluó una última vez y asintió complacido.
—Vámonos. El Maestro nos está esperando.
Taylor lo siguió de nuevo entre la multitud. Tenía la sensación de que había más personas que cuando entraron, pero no se quejó. Simplemente siguió avanzando tras Maddox hasta que golpeó con su espalda. Su mano la atrapó por el brazo antes de que cayera. Ella alzó la cabeza para observarlo, sonreía.
—Un placer volver a verte, pequeña bruja —dijo divertido.
Taylor observó a la joven rubia a la que se dirigía. Era bonita. Le sorprendió lo alta que era. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios se veían ligeramente inflamados. Su mirada se desvió hacia el chico moreno que se encontraba pegado a ella. Rápidamente entendió qué había pasado.
—¿Se puede saber qué le has hecho a la chica? —le sorprendió el tono de desdén en su voz. Estaba hablando con un vampiro, pero parecía que no le importaba.
Maddox hizo una mueca.
—Nada. La he salvado.
Era evidente que la chica no le creía. Se giró para observarla.
—¿Cómo te llamas?
Taylor pestañeó y miró a Maddox. No sabía si debía responder o no, ya que no conocía la relación entre ellos. El vampiro asintió, confirmando que era seguro hablar. Ella cogió aire antes de abrir la boca.
—Taylor.
La rubia asintió y le sonrió brevemente antes de dirigir una vez más su atención hacia el vampiro.
—¿Qué le ha pasado? —preguntó.
—La chica se vio involucrada en problemas de licántropos.
Vio como fruncía el ceño.
—¿Problemas de licántropos?
Maddox no se veía muy cómodo con la conversación.
—Unos pícaros estaban jugando para ver que cazaban. La chica se vio envuelta y ellos no la dejaban. Tuvo suerte de que apareciera por el camino cuando la atacaron.
—¿Está herida? —preguntó el joven que había permanecido callado hasta el momento. La chica lo miró brevemente.
Maddox negó sin mirarla.
—Negativo. Lo habría olido.
El cuerpo de Taylor se tensó. Era cierto que no se había molestado en observar si estaba herida. Creía que no, pero era cierto que era peligroso acudir a la cueva de un vampiro con una herida abierta. Sintió que todas las miradas estaban sobre ella. Se removió incómoda antes de aclarar su garganta. Deseaba que Maddox la soltara.
—Estoy bien —dijo.
—Deberías sacarla de aquí y comprobar que todo esté en orden —escuchó la voz del chico. Él la estaba mirando muy fijamente, quería estremecerse ante aquella mirada—. No sabemos cuánto sabe y podría ser una amenaza para todos nosotros.
Su respiración se detuvo. ¿Quería matarla? Rápidamente miró a Maddox, rezando por que se negara.
—¡No vas a hacerle nada! —exclamó la chica.
El chico la miró, no parecía contento.
—No pienso hacerle daño, pero si ha visto algo que no debía haber visto. Entonces, deberíamos eliminarle los recuerdos.
Taylor pestañeó. ¿Se podía hacer eso? Una risa ronca salió de Maddox. Sus ojos brillaban mientras observaba al chico y sus dientes se alargaron ligeramente dando una imagen escalofriante y llamativa. Taylor sintió el puro terror por un momento.
—¿Y tú te vas a ofrecer a borrarlos? —preguntó—. Tenía entendido que esa era una magia prohibida entre los brujos —su voz sonaba demasiado sombría para su gusto.
El rostro de él se tensó. La miró.
—No cuando hay mundanos involucrados. Es eso o matarla.
Taylor sintió que tenía que hablar en aquel momento. Estaban tomando decisiones sobre ella, estando precisamente delante. Y ella tenía voz y voto. O al menos, eso se suponía.
—Mm… Sigo aquí, ¿sabéis? —recordó.
Maddox hizo una mueca y abrió los ojos. Suspiró.
—Será mejor que la lleve conmigo. Estad atentos por si veis al distribuidor, aunque dudo que lo encontréis después de la pelea que ha habido en la entrada.
La chica rubia pareció sorprendida.
—¿Te has metido en una pelea?
Él se encogió de hombros.
—Alguien tenía que salvar a la humana.
Taylor no se perdió que había dicho humana. Por alguna razón, no quería que ellos supieran sobre su herencia de sangre. La chica la miró con curiosidad y ella intentó que no se notara que se había puesto nerviosa. Parecía tener la intención de preguntarle algo, pero, antes de que pudiera abrir la boca, Maddox tiró de ella y se alejó.
Tenía muchas preguntas que quería hacerle para cuando salieron del club. Había dicho algo de un distribuidor y parecía conocer a esos brujos de algo. La chica le había parecido hermosa y el chico bastante intimidante. Por otro lado, nunca se había encontrado con tantos subterráneos distintos en un mismo lugar y debía admitir que se sentía algo aturdida.
Los pasos de Maddox empezaron a ralentizarse cuando llamó a un taxi. Taylor no podía apartar sus ojos de él. La había salvado, pero también parecía que ocultaba algo. Tal vez, eran imaginaciones suyas, sin embargo, no podía evitar sentirse fascinada por aquel hombre.
Cuando la miró, creyó ver algo en sus ojos que la hizo estremecerse. Había algo en él que le hacía sentirse terriblemente atraída. Le sonrió.
—¿Preparada para conocer al Maestro?
Quería decirle que no lo estaba, pero tampoco era como si aquello fuera a cambiar la realidad de aquel momento.
Asintió.
—Estoy lista.