Por eso me compara con mamá, no es que la regañe, solo que debe cuidarse y pues es mi gemela, a veces siento que puedo sentir lo que siente.
Aún así, no es que la obligué, solo le pido que se cuide y bueno, del resto, si ella es feliz, yo también y si se pone triste, ahí estaré para ella sin importar que tenga razón, en momentos malos no necesitamos que alguien tenga razón, si no unos brazos en donde sentirnos comprendidos.
Antes de entrar al edificio, me despido de mi hermana con la mano y una sonrisa, y luego le hago una seña con los ojos de que la estaría vigilando, de hecho, era una advertencia, de verdad quería que llegara temprano.
Al entrar y subir por el ascensor, camino por el pasillo, llego a mi puerta, la abro y entro. Me cepille los dientes, me coloco la pijama y me voy a la cama, directo a dormir.
***
Iba manejando el auto y estaba sola por la carretera, me detengo en un semáforo en rojo y aunque las calles estaban solas, yo respete mi luz.
A mí lado se para un auto y de casualidad volteo, el hombre me saluda y sonríe, pero me da tanto miedo que no le regreso el saludo. Mi teléfono suena y respondo.
—¿Aló?
—Mari, ¿Dónde estás?
—Estoy yendo al trabajo, pero el semáforo está en rojo, ¿Por?
—No estás a salvo, ve a mi casa, igual enviaré a alguien para que te respalde.
—Pero…
—¡Ahora!
No sabía quién era, pero hice caso, apenas la luz se puso en verde, giré a la izquierda y me fui, pero el auto que estaba a mi lado hace un rato en el semáforo, me seguía, no lo mal pensé, pues tal vez va por este camino, aunque no lo sé, que me saludara con aquella sonrisa no fue normal, ni siquiera nos conocíamos. Tomo el celular y llamo al número que me había llamado.
—¿Dónde estás? —me pregunta.
—Creo que un auto me está siguiendo.
—¿Cómo sabes?
—No lo sé Lorian, en el semáforo me saludo y ahora no se despega de mí.
—Acelera.
—Yo creo que no —alguien me arrebata el celular.
Volteo a ver a mi lado y había alguien en el asiento del copiloto, lanza el celular por la ventana, me sonríe y me muestra sus colmillos.
—¿Quién eres? —pregunté con miedo.
—Solo alguien que necesita dar un mensaje, ¿lo entiendes, no? Pues acabo de lanzar tu teléfono.
—No creo que lo entienda ahora porque no puede enviar mensajes —dijo un segundo hombre en los asientos de atrás, detrás del copiloto.
—Tienes razón, además de que no es buen chiste para este momento.
—Ya dejen de jugar con la chica, esta vez no es una presa —dice un tercer sujeto detrás de mí.
—¿Presa? —estaba asustada.
—Es divertido ver el sufrimiento, pero esta vez, no nos pagaron para eso —dijo el primer sujeto que estaba de copiloto.
—Bueno, pero podemos recibir el dinero y divertirnos a la vez —habla el segundo sujeto.
—No nos pagarán si nos tardamos.
—¿Entonces la puedo morder ya? —el primero se lame sus labios.
—Si quieres dar indicios de que existimos, adelante, nuestro jefe te mataría por delatarnos con los humanos.
—Pero solo una probadita, se ve que su sangre debe ser muy deliciosa.
—Lo sé, pero lamentablemente este cuerpecito —el tercer sujeto me acaricia la cabeza—, debemos dejarlo a la luz, así que no debemos dejar rastros de nuestra existencia.
—¿A que se refieren? —pregunto y se ríen.
—Tu solo conduce.
—¿A dónde?
—Al infierno.
El primer hombre me quita el cinturón de seguridad, me sujeta la nuca y me choca la cabeza contra el volante, me la sube y veo el camino al frente, siento como mi nariz gotea y claro que supongo que es sangre.
Veo una luz aproximarse y escucho la palabra “bingo”, de parte de ellos. Me giran el volante, pero yo freno, y el hombre de copiloto toma mi mentón y me hace mirarlo a los ojos.
—Acelera —me pide y no sé porque le hago caso.
Veo como mi auto choca contra el otro que venía y el golpe fue tan fuerte que salgo por el parabrisas del auto rompiendo el vidrio.
Tenía medio cuerpo acostado boca abajo en la parte del capo del auto, todo me daba vueltas, pero no podía levantarme, los hombres que estaban en el auto conmigo se bajan y se ponen cerca, pero no los detallo.
—¿Crees que con eso sea suficiente?
—Era un susto nada más para advertir.
Se decían entre ellos.
—¿Y que hacemos con ellos? ¿Podemos comerlos?
Señala a dos señores, un señor y una señora que se encontraban en el otro auto, se veían inconscientes.
—No tonto, debe verse como un choque de auto natural, no muevas nada.
—Pero su sangre.
—Contrólate.
—¿El jefe la quería muerte o viva?
—No lo sé, llámalo.
Escucho como el teléfono repica, ya que mi vista se cerraba y abría, mis ojos querían descansar, pero sabía que debía luchar, no podía dormirme ahora.
—¿Ya hicieron el trabajo?
—Si jefe, pero ¿quiere que la dejemos viva o muerta?
—¿Cómo está?
—Sus ojos están abiertos —una cara se posa al frente de mi—, parece que no ha muerto.
—Bueno, asegúrense de que él esté sumergido en dolor. —Y se corta la llamada.
—¿Y eso que significa?
—Que la quiere muerta tonto, ¿no ves que la ama? Y si muere, será un gran beneficio para nosotros.
—¿Cómo?
—Entrara en depresión y nuestro mercado subirá.
—Mas comida para nosotros.
—Exacto.
Escucho a alguien quejarse y veo al auto de al frente.
—¡¿Se encuentran bien?! ¡¿Necesitan ayuda?! —grito con la poca fuerza que me quedaba.
—Encárgate.
Uno de sus hombres se mueve con rapidez y golpea a los señores para dejarlos inconscientes.
—Ay mírate, tan dura e intentando salvar a los demás, ¿acaso no te has visto? No puedes ofrecerle ayuda, estas peor que ellos.
—¡Ayuda! —grite y ellos se rieron.
—Así me gusta, pide ayuda para ti, porque solo te tienes a ti.
—No me mates por favor. —le pido.
—Me gusta cuando la presa ruega por su vida, eso hace que su sangre sea más deseable.
—A mí me gustan las difíciles, las que huyen, si no corre, no es divertido.
—Pero también las que van pidiendo piedad.
—Y claro que se la damos, acabamos con su vida llena de sufrimiento.
Siento una apuñalada y…
Me despierto de golpe sentándome en la cama, mi corazón y mi respiración estaban acelerados y el pecho me dolía, veo la hora y eran las tres de la mañana, la cama de mi hermana se encontraba intacta, no había llegado y eso me empezó a preocupar, más el sueño que tuve, no fue nada normal.
Busco mi celular y busco su número, le marco y suena apagado. Por favor contesta Pau, ¿Y si está trabajando? Pues a veces le gusta pasar más hora ahí, tal vez debe estar bailando y no tiene el celular encima.
Llamo a Luca y a los tres bips, me responde.
—Mari, hola.
—Luca, mi hermana, ¿Está bien?
—Creo que sí.
—¿Cómo que crees? —me asusto.
—Pues no lo sé Mari, si no está aquí y no está allá, entonces debe estar con su novio, ¿no? Esto no es nada raro en ella, siempre te hace lo mismo.
—Tienes razón, no es primera vez que Pau me trae preocupada y luego aparece como si nada, pero esta vez fue diferente Luca.
—Tranquila, ya verás que antes del amanecer ella estará en su camita a tu lado.
—Gracias Luca, es que tuve una pesadilla y lo sentí tan real.
—Solo fue una pesadilla Mari, tranquila, ¿si? Pau está bien.
—Está bien, perdón por haber llamado a esta hora, ¿llamé en mal momento?
—No, dejé mi turno hace rato y la chica que me acompañó a casa se acaba de ir.
—¿Pero no arruine nada, cierto?
No me gustaba molestar, Luca coge con chicas del club, pero solo si quieren con él.
—No. —se ríe—. ¿A que hora empiezas a trabajar?
Me cambia de tema y eso hace que mi cuerpo se calme un poco.
—Debo estar a las 7am.
—Deberías descansar, sé que cuando vas a ver los shows de tu hermana, al día siguiente te toca trabajar mucho.
—Vale la pena, sigue bailando igual de hermoso.
—Es lindo cómo se apoyan entre ustedes.
—Lo sé, tenemos algo único y no es porque solo seamos hermanas, tenemos una conexión muy fuerte, por eso me moriría si algo le pasara.
—A ver, cuéntame más de cuando eran pequeñas, ¿Quieres?
—Si. —recuesto mi espalda en la cama.
Veía el techo mientras le contaba cosas que Pau y yo hacíamos de pequeñas, luego poco a poco comencé a cerrar mis ojos.
—Gracias Luca, eres un gran amigo.
Él suspira.
—No hay de que.
—Ahora iré a dormir, Pau debe estar bien.
—Y tú debes descansar mucho para que estés bien.
—Espero no haberte preocupado.
—Solo un poco, pero ahora te escuchas mejor.
—Si bueno, es que sabes cómo hacerme sentir mejor.
—Pues sé que te hace feliz estar con tu hermana, así que no hay nada mejor que hables de tus momentos felices con ella.
—¿Cómo lo sabes?
—No solo he puesto atención en ti Mari, también le he preguntado a tu hermana.
—¿Y por qué hiciste eso?
—Porque… —suspira—. No me hagas caso, estamos en un mal momento.
—¿Por qué? —me reí.
—Porque a esta hora el cerebro te falla por lo cansado que está, buenas noches. —me dice y corta sin más.
Yo no le tomo importancia pues de verdad ya había retomado el sueño y me duermo.
Mi teléfono suena y no era el sonido de la alarma, abro mis ojos un poco soñolienta y veo el teléfono, una llamada de el doctor Dubois, ¿Qué habrá pasado? Apenas son las son las cinco.
Dormí 1 hora y media y se siente como si hubiese dormido cinco minutos, el teléfono vuelve a repicar y contesto.
—Aló —bostezo.
—Necesito que vengas urgente y si, ya sé que tú turno empieza a las siete, pero ven rápido.
Corta la llamada y yo me visto con rapidez, veo la cama de mi hermana y sigue intacta, esta niña aún no ha llegado, me va a dar algo, cuando llegue del turno es que le voy a reclamar, ya tiene que dejar de darme esos sustos.
Aunque siempre me hace lo mismo, le reclamó y me dice que me parezco a mamá, no es mi culpa que cuando no la tengo cerca, sienta preocupación y como somos gemelas, pienso que es por la conexión que tenemos que algo le pasó.
Al terminar de arreglarme con mi uniforme y todo, salgo del apartamento y pido un taxi, me deja en el hospital y me encuentro a una ambulancia llegando.
Salgo del taxi y veo a los paramédicos bajar a dos camillas, un señor y una señora, persigo a los paramédicos para hablar con ellos.
—¿Qué pasó? —les pregunto.
—Un accidente de auto.
Pasan la camilla con la señora por mi lado y con mal presentimiento detuve la camilla, presto atención y era la señora con la que había soñado.
Con nervios salgo del hospital y reviso la ambulancia, solo estaban ellos dos, los paramédicos salen del hospital y hablo con ellos.
—¿Había alguien más en el accidente? —tenía pavor y antes de que me pudieran responder, alguien me llama.
—Señorita Petit, te necesitamos en urgencias ahora —me pide el doctor Dubois.
Yo me acerco a él.
—No he firmado mi entrada, así que no es válido.
—¿Válido para que? Es tu trabajo, estamos en urgencias.
—Necesito un permiso para ver a mi hermana.
Quería ver si ya había llegado o fue directamente a ensayar.
—Mari, firma tu entrada y ve a urgencias, cuando salgamos de cirugía, podrás ver a tu hermana.
—Es que no lo entiendes señor… —me interrumpe.
—¡No, tu eres la que no entiende! ¡Hay personas muriendo ahí adentro! —me grita y yo me asusto.
Todos se detuvieron para vernos, hasta su hijo Nathan que iba pasando por ahí me miro como si quisiera ayudarme, pero no lo hizo y tenía razón.