Capítulo 11

2200 Words
Y para que una persona decida irse de esta vida, deben haber razones suficientes y sé que aunque amo a mi hermana, no era una razón suficiente porque también tengo a mis padres. Mis padres comienzan a interrogarme de lo sucedido y al saber la hora en que ocurrió el accidente, se quedaron extrañados. —¿Qué hacía Paulette a esa en la calle? —Mi padre se pone severo. Claro que no la puede regañar, pero lo entiendo, cree que si no hubiera salido a esa hora, tal vez no hubiese ocurrido, aunque es extraño, porque a esa hora las calles están solas, lo más probable es que ocurra un secuestro o un accidente, a menos que estuviesen ebrios. —Edd, seguramente estaba de fiesta. —¿En día de semana? Arquea una ceja cuestionando la suposición de mi madre. —Es instructora de baile, seguramente querían celebrar algo o no lo sé, sabes lo mucho que le gusta bailar. No sé si dejar que mis padres crean eso de mí hermana o contarles la verdad, aunque se lo prometí, debo decirles la verdad, mejor que se enteren por mi y no por alguien más, porque puedo apostar que abra compañera de ellas en el funeral. —Paulette se encontraba a esa hora en la calle porque ella es bailarina exótica —dije con timidez. No me avergüenza, yo la apoyé en todo momento, pero no quisiera que ellos se enojaran. Veo a mi padre y otra vez no tiene expresión en su rostro. —Creo que voy a necesitar salir, ¿quieren algo? —nos ofrece. —Edd. —¿Qué? Así nos ponemos cómodo, parece que somos padres de alguien que no conocemos, necesitamos saber todos los detalles, ¿no? Ruedo mis ojos y yo me negué, mamá solo pidió un café, luego él se fue y cuando regresó les expliqué la razón, papá dijo que ella pudo haberle pedido dinero, pero le hice entender que ella quería lograr esto a su modo, claro que se enojo porque para papá el único modo es trabajar duro. *** Ya todos se habían ido del cementerio, pero aún yo me ahí junto con Nathan, mis padres se habían ido hace un momento porque estaban cansados, les di mis llaves para que durmieran en el apartamento, tener que llamar familiares y organizar un funeral los dejó muy agotados. Tanto en el velorio y funeral, recibí el sentido pésame, como de familiares, amigos, conocidos y extraños, veía la tumba de mi hermana con tierra recién colocados. Nathan estaba detrás de mí y sentía sus manos sobando mis brazos. Sé que era solo cuerpo que estaba enterrado, pero aun sentía que estaba ahí. Un teléfono suena y eso me asusta un poco. —Lo siento —se disculpa nuevamente y lo corta. Era la cuarta vez que sonaba, él, su padre y algunos compañeros de trabajo asistieron, pero tuvieron que irse rápido, deben atender al hospital y supongo que Nathan también. —Si debes irte, hazlo, estaré bien —le digo. —Quiero quedarme contigo. —Te necesitan en el hospital Nathan. —Tu también me necesitas. —En el hospital hay heridos. —Aquí también hay heridos, tu corazón —me abraza. —Estará más herido si más personas mueren porque les hace falta un doctor, quien intenta ayudar a alguien que sabe que no puede revivir a su hermana. —Lo siento. —Haces más allá que aquí. Hago que me suelte con delicadeza y me volteo para verlo, él su frente con la mía, lleva sus manos a mi cabello y por debajo acaricia mi cuero cabelludo. —Si de mi dependiera, haría lo que sea Mari. —El hospital depende de ti. —Ya lo sé, pero no puedo evitar sentirme mal por dejarte así. —Estaré bien. —Le sonreí. —¿Por cuánto tiempo te quedarás aquí? —No mucho, pero si lo suficiente. —¿Entonces nos vemos en tu apartamento? —Mis padres van a estar Nathan. —¿Y? No pienso hacer nada malo. —Que ya tengo compañía. —Aun así quiero estar para ti. —acaricia mi mejilla. —Se te hace tarde. —cambio de tema. —¿Cómo te irás? —se nota preocupado. —Caminaré hasta la salida del cementerio, hay una línea de taxis ahí. —De acuerdo. Él suspira, besa mi frente y se despide, lo veo alejarse y se sube a su auto, el suyo era el único que quedaba de las personas que asistieron, claro que habían mas auto, pero era de otros visitando a sus familiares o asistiendo a entierros. En el momento que el auto Nathan se va, me giro y sigo mirando la tumba de mi hermana. Pasan unos segundos o minutos tal vez, y siento que alguien se posa a mi lado. No giro mi cabeza, solo lo veo por el rabillo del ojo, llevaba un traje n***o, sus manos se entrelazaban frente a su pantalón y en su muñeca se le resaltaba un reloj caro. Por los momentos no ha dicho nada y sentía mucha curiosidad la verdad. —Lamento no haberme acercado antes —habla finalmente. —¿Y usted es? —alzo la mirada para verlo. El hombre era atractivo, pero no era mi gusto, sin embargo, tiene una especialidad que me hace admirarlo por un rato. —Paolo LeBlanc, el novio de su hermana. Ofrece su mano y yo la observo, pero no la estrecho. —¿Un buen momento para conocernos, no es cierto? —Había estado ocupado. —Y de no ser así, ella estaría aquí. —Mari, yo… —lo interrumpo. —Si hubieras asistido, estaría contigo y todo estaría bien, como siempre regresaba a casa feliz por haber estado con su novio —parto en llanto nuevamente. —De verdad lo siento, esto me duele tanto como usted. Veo que sus ojos se ponen aguados y comienzo a sentirme mal, así que lo abracé. —Lo lamento, soy una egoísta, seguramente también la amabas, y aunque tengo muchas dudas ahora, no quisiera… —me sisea interrumpiéndome. Me separa de él y me toma del rostro para poder secarme la lágrimas con su pulgar, me hace sentir incómoda y me alejo. Es el novio de mi hermana gemela, aunque le recuerde físicamente a ella, debe aceptar que no soy ella, no quiero mal entendido, eso me haría sentir que le fallo a ella. —Lo siento. Parece entenderlo y se retracta. —Está bien. Le soy media sonrisa y veo a otro lado, un auto estaba parado a lo lejos y había un hombre con el vidrio abajo observándonos, estaba tan lejos que no sabía con exactitud si lo conocía o no. —¿Vas a estar un buen rato aquí? —me pregunta Paolo. —¿Ha venido con alguien? —lo miré. —¿Ah? No logra comprender y luego ve a donde yo vi, el auto estaba ahí, pero el vidrio estaba cerrado. —Ah si, es un amigo que vino a acompañarme. El auto arranca y se va. —Pues no parece interesarle acompañarlo. —Es que tipo de situaciones lo pone muy incómodo. —¿Ah sí? ¿Por qué? —No le gusta hablar de eso, pero él perdió a sus padres y estar cerca de este tipo de cosas, lo hace regresar al pasado. —Oh, lo siento mucho por él y creo que lo entiendo. ¿Acaso yo quedaría así como él? —¿Desea ir a alguna parte o se va a quedar un rato más? —pregunta Paolo. —Un rato mas. —Entonces si no le molesta, me encantaría acompañarla. —¿Por qué me parezco a ella? —la miré extrañada. —No, porque estoy arrepentido de no haber cumplido mi palabra, había prometido conocer y llevarme bien con su hermana. —¿Tan serio ibas? —Si. —No tienes que hacer esto por compromiso. —Yo la amo Mari, no es solo un compromiso. Me sonríe y luego miramos hacia la tumba de mi hermana, estábamos distanciados físicamente, pero gracias a mi hermana nos volvimos muy cercanos. *** —Gracias por acompañarme —le sonreí a Paolo en el taxi. Su amigo nunca regresó, así que nos vinimos en taxi, pudimos agarrar taxis diferentes, pero Paolo se puso sobreprotector. —Es un placer. —me devuelve la sonrisa. Sé que mis padres están adentro, pero el hecho de entrar y recordar que ya no la veré más, me duele. —¿Quiere que la acompañe? —¿Mmm? —lo miro confundida. —Se ve que no quiere entrar a su apartamento. —Es que lo compartía con ella. —Lo sé. —Claro. —Podemos bajar o ir a otro lado. —Mis padres deben estar esperándome. —Entiendo. —Y usted supongo que debe trabajar, ¿No? ¿Por qué le hablaba tanto de usted? No es que este mal, pero me hace sentir que hablo con mi padre. —Soy mi propio jefe, puedo darme el tiempo que quiera. —¿De verdad? —él asiente—, ¿Entonces quieres presentarte con tus suegros? —suelto una pequeña risa. —Pensándolo bien, tal vez no tenga tiempo para lidiar con ellos y sus preguntas —se ríe. —Lo entiendo. —Aunque sea mi propio jefe, me arrepiento de no haber hecho tanto tiempo, así que haré esto, como meterme al agua con hielo, sin pensarlo. No objete porque tal vez él necesitaba esto, ¿No? No tienen sentido porque ya mi hermana no está, pero supongo que necesita alguna especie de cierre para estar con alguien en algún futuro. Él pagó el taxi y nos bajamos, no permitió que yo lo hiciera, luego nos adentramos a mi edificio y subimos a mi apartamento. Respiro profundamente y abro la puerta, me hago a un lado e invito a Paolo entrar. —¡Cariño, que buen que llegas! —mi madre sale de mi había con una caja. —Hola mamá —le sonreí. Mi madre nota al hombre a mi lado y me sonríe. —Hola. Rodé mis ojos, la conozco, cree que es mi novio. —¿Y papá? —En la cocina preparando algo mientras llegabas. —De acuerdo. —¿No me vas a presentar al joven? —Primero quiero que papá presente. Me dirijo a la cocina y encuentro a mi padre apagando la hornilla y cortando una llamada. —Hola papá. —Lo saludo y me acerco a él. —Pensé que ibas a estar por mucho tiempo en el cementerio. —Besa mi frente. —Pero ya estoy aquí. —Que bueno mi niña, no quisiera que nos encerremos cada uno en su c*****o, nos necesitamos juntos para apoyarnos entre los tres Mari… —Me abraza—. Por eso he pedido permiso en tu trabajo para que pases unos días con nosotros. Lo separo de mí. —¿Qué? —me enojo. —Mari, es por tu bien, el doctor estuvo de acuerdo conmigo. —¿Entonces decidieron por mi? Cómo si fuera una niña. —Mari, es que queremos cuidarte, que te hayas cortado las venas por la muerte de tu hermana no está bien, sé que duele, tu perdiste una hermana, pero tú madre y yo perdimos a una hija, y el dolor de padre es peor y no pensamos que acabar con nuestras vidas. —Yo estoy bien. —Intentaste suicidarte, agradece que te vendrás con nosotros y no te enviemos a un psicólogo. —Yo intenté hacerme nada, ni siquiera lo recuerdo. —¿Entonces también tienes problemas de memoria? —¡Aah! —le grito por frustración. —¿Qué pasa? —Mi mamá entra a la cocina. —Le conté la buena noticia a Mari, y parece que no está contesta pasar unos días con nosotros. —De vacaciones sí, pero no como si estuviera enferma. —Esto es para todos Mari, pasar tiempo en familia, por Paulette —explica mi padre. —Hija, es doloroso, pero no queremos quedarnos estancados y tú aún se nota que estás en negación. —No estoy en negación mamá —la miro enojada. —¿Entonces porque tienes esa actitud con nosotros? —me dice ella. Me retracto. —Lo siento —agacho mi rostro. —El doctor de todos modos te iba a dar el descanso Mari, dice que has trabajado mucho y que lo necesitas porque ya sabes que si no descansas, no lo haces al cien por ciento —aclara mi padre. —Nuestro vuelo sale está noche, pero entendemos si no lo quieres tomar con nosotros. Mi madre se acerca y soba mi espalda. —Queremos ser un apoyo y no está mal tomarse un descanso, y nuestra intención de que vengas con nosotros, es solo para tener un momento en familia —habla mi padre. —No queremos que reprimas ese dolor en el trabajo, es mejor que sabemos eso juntos. —Mi madre nos abraza y me hacen llorar. —Creo que es buena idea —escucho a Paolo.
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