Debo añadir que me quedé en shock total cuando anunciaron nuestro compromiso a todos los presentes de la fiesta y en menos de cinco segundos, ya estábamos rodeados de gente para felicitarnos.
Si supieran la realidad….
La gente piensa que nos vamos a casar porque estamos enamorados (una gran mentira), pero en lo personal odio a Liam y sé que él también siente lo mismo por mí, así que no le veo lo provechoso a esto.
Pero eso cambiará muy pronto, haré que se harte de mí, para que me deje en paz para seguir yo con mi vida, al igual que él con la suya.
—Cass, levántate iremos a desayunar con los Sanford, así que alístate — avisa mi padre asomándose por la puerta, mientras yo sigo en mi cama.
—Um… no quiero ir — digo con la voz muy rasposa de lo adormilada que estoy. — Además, ¿cuándo acepté ir?
Que yo recuerde, nunca hablamos sobre ir a desayunar con ellos. ¿O sí?
—Después de que anunciamos su compromiso y te quedaras dormida en la mesa —me mira con una sonrisa burlona. — Liam te llevó hasta nuestra limusina y él propuso que desayunábamos todos en su casa, para que las dos familias estuviéramos más unidas.
— ¿Él propuso algo así? — grité exaltada, con mis manos en mi cabeza y mis ojos abiertos, casi queriéndose salir de su lugar.
— Sí. ¿Por qué? ¿Te parece raro? — mi padre ladea su cabeza con desconcierto, mostrando su confusión. — Bueno, arréglate que nos iremos en media hora.
Cierra la puerta tras de sí y me deja a mí con mis confusiones y posibles hipótesis de por qué mi peor pesadilla nos invitó a desayunar con su familia, específicamente un día después de que nuestro compromiso fuera anunciado al público.
"Aquí hay gato encerrado, Cassandra, así que ten cuidado…"
Con esa advertencia en mi mente, me levanto de la cama y me dirijo al baño, para tomar una refrescante ducha.
Mientras me baño, la palabra ducha surge en mi mente y recuerdo todo lo que pasó ayer en la mansión de Liam y sin querer, mis mejillas se enrojecen a tal punto, que tengo que ducharme con agua fría.
Mi padre nunca dijo cómo tenía que vestirme, solo dijo “alístate” por lo que decido vestirme diferente, con mi blusa que al frente dice "f.u.c.k you" color negra y un pantalón rasgado por casi todas las piernas y para añadir, unas botas de piel con algunos picos con ese conjunto.
Con una sonrisa malvada, me dispongo a vestirme.
—¡Cass, te estoy esperando! — grita mi padre desde el primer piso, ya desesperado.
— Ya voy — me miro en el espejo y estoy muy orgullosa de mi nueva imagen. — Perfecto.
Estoy segura que todos se llevarán una “bonita” sorpresa al verme.
Bajo las escaleras y encuentro a mi padre viendo hacia el jardín.
— Ya estoy lista.
— Qué bueno, ya pensaba que… — se queda callado al momento en que me mira.
Él y mi madre se ven graciosos con sus ojos abiertos como platos y su boca en forma de "O".
—¿Qué significa esto, Cassandra? — espeta mi madre, indignada.
—¿Qué? — lucho conmigo misma para no burlarme de sus caras.
— ¿Por qué estás vestida así? — en cuestión de segundos, tengo a mi padre al frente, inspeccionándome de pies a cabeza.
— No tiene nada de malo mi atuendo y maquillaje.
Sí, me pinté los labios de color n***o y me hice ojeras también, si no me conocieran, dirían que soy emo.
—¿Tienes complejos de adolescente? —gruñe mi madre, sin prestarme más atención.
— Pero… — mi padre también va a replicar, pero no lo dejo.
—Ya es tarde y no queremos hacerlos esperar — lo jalo de su brazo y lo arrastro hasta el garaje, los dos nos miramos, teniendo la misma idea.
— Nos iremos en mi auto — hablamos papá y yo al mismo tiempo, para que después hagamos nuestra guerra de miradas.
Ninguno cede ante el otro y solo él puede hacerme frente.
—Está bien — dije, ya cansada. — Cada quien que se vaya en su auto y problema resuelto.
Me encojo de hombros.
—Buena idea — admite mi padre, se acerca hasta mí y me da un beso en la frente. — Nos vemos.
Mi madre sólo me ignora, ambos se suben a su auto y me despido con la mano, mientras miro cómo se alejaban cada vez más.
—Hora del plan — me subo al mío y lo enciendo para escuchar el rugir del motor (no puedo evitarlo, me encanta)
Con una sonrisa que cualquiera calificaría como malvada, voy a la mansión de mis queridos “suegros” y mi “prometido”.
Pero aquí hay un problema, no sé cual es la dirección.
"Genial gran idea de que se fueran en autos diferentes, Cassandra".
—No hay problema, lo llamaré a su celular y ya —comento para mí misma, saco el teléfono y lo llamo, pero no contesta.
— Demonios — maldigo por lo bajo, apretando el volante.
No tengo de otra que ir al club y de ahí ir a la mansión, ya que es el único camino que me sé, por lo que me hago una nota mental de preguntarle luego a mi padre el camino directo de nuestra mansión a la suya.
Llego y me estaciono al lado del auto de mi padre.
La mansión en sí se ve vacía, pero esa idea la rechazo cuando Rachel con Arthur, Liam y mi padre, salen para recibirme.
¿Y mi madre? Bueno, no es que sea la mujer más afectiva del mundo, pero qué se le hace.
Me pongo mis lentes y con una sonrisa me bajo de mi auto, sus caras son épicas, menos la de mi padre que él ya sabía cómo iba vestida.
La de Rachel es de: “No puedo creer lo que estoy viendo”.
La de Arthur: “Es esa la dulce chica que conocí ayer”.
La de Liam: “Sé lo que estás planeando y no te funcionará”.
Mi padre: “Trágame tierra”.
—Buenos días. — los saludo alegremente, con la mejor sonrisa inocente que tengo.
—Buenos días también para ti, querida — me contesta Rachel en estado de shock, mientras me mira incrédula.
—¿Ya desayunaron?
—No, querida — me contesta Arthur, al igual que su esposa, incrédulo por mi apariencia.
—¿Entonces qué esperamos? — Voy a ir con ellos a donde sea que se encuentre el lugar donde vamos a desayunar, pero Liam me toma del brazo y hace que me detenga.
—Oye, suéltame — jalo mi brazo para poder quitármelo, pero me agarra con más fuerza y quiero patearle las canicas con fuerza.
Nuestros padres se nos quedan viendo con confusión y Liam inventa la excusa más tonta que he oído en mi vida.
—Necesitamos ver de qué color queremos la taza del baño — yo lo miro con cara de WTF esperando que alguno de los adultos mayores lo cuestionaran, pero solo escuché:
— Tómense su tiempo — dice Rachel, mientras guía a su esposo y a mis padres a no sé dónde.
Ni tiempo tengo de replicar o discutir, porque Liam me arrastra con velocidad a un baño que ni sabía que tenían en el primer piso y nos encierra a ambos en él.
—¿Se puede saber que carajos quieres lograr vistiéndote así? —está realmente furioso, por eso sé que el plan va bien.
Me hago la desentendida y lo miro con fingida confusión.
—No sé a lo que te refieres.
—Claro que lo sabes — me mira fijamente y de nuevo siento esa corriente eléctrica que hace que quiera temblar. — Tú no te vestirías así a menos que tengas un objetivo y quiero saber cuál es.
—Estás loco — alzo una ceja, desafiante.
No quiero que se me note que estoy observando su cuerpo pero, ¿qué ser con ojos no lo haría?
El maldito tiene una camisa que se le pega a su pecho, haciendo que sus músculos se noten más apetecibles, al igual que su abdomen.
Si no fuera tan irritante, me lo cogería allí mismo y sin tapujos.
—Enana, te estoy hablando — refunfuña Liam, acorralándome contra la puerta.
— ¿Qué? — frunzo el ceño.
No quiero que piense que tiene poder alguno sobre mí, el maldito tiene un ego enorme y de seguro se lo creería.
—Eres un pequeño demonio — sonríe con sorna y lo golpeo en el brazo, haciéndolo enojar.
Me encierra entre sus brazos, uno de cada lado de mi cabeza y su frente chocando con la mía.
Pongo mis manos en su pecho para alejarlo de mí, pero al momento en que siento su corazón latiendo a un nivel descontrolado, levanto mi cara hacia arriba y es donde me doy cuenta de que he cometido un error.
¿Por qué lo digo? Porque cuando levanto mi mirada, nuestros labios se encuentran y solo nos basta eso para que los dos nos besemos con desesperación y deseo.
Sí, lo admito, entre nosotros hay atracción… ese deseo que te consume totalmente por querer comerte al otro a mordidas, caricias para nada inocentes y rasguños de total excitación.
Pero al igual que anoche, me repito que esto está mal, yo lo odio y él me odia.
Simplemente somos dos personas con atracción, pero lo nuestro es puramente s****l, no hay nada de sentimientos y dudo mucho que los haya.
En realidad, no me imagino a él y a mí formando una familia, supongo que es debido a que NUNCA pensé lo iba a volver a encontrar y mucho menos que sería mi “prometido”.
—Liam — jadeo con la voz entrecortada. — Detente, esto está mal — logro decir entre beso y beso, que cada vez pierden la inocencia.
—No, por favor, no me dejes con las ganas.
Maldito, lo único que él quiere es follar a alguien y ya. Admito que también quiero, pero no voy a darle ventaja alguna sobre mí.
—Tú y yo no tenemos nada que hacer aquí — logro apartarlo.
Él me mira con el ceño fruncido, mientras cruza sus brazos alrededor de su pecho.
—¿Qué es lo que tiene de malo? — pregunta, ya harto de toda esta situación.
Está mirándome como si pudiera atravesar mi alma, con esos hermosos ojos que me sacan de quicio.
—Yo te odio, tú me odias, yo no quiero casarme y mucho menos contigo — le doy a entender mis puntos, mientras al igual que él, me cruzo de brazos.
— Quítate esos lentes y mírame a los ojos, niégame que no lo deseas — me ordena con su sonrisa arrogante, mientras se acerca a mí, como si yo fuera una presa y él un depredador.
Por supuesto que no hice caso a lo que él me dijo.
—No lo haré — digo decidida.
— Sí lo harás.
— Que no.
— No me obligues, enana, ya estoy perdiendo la paciencia.
—¡Deja de llamarme así, poste de luz!
—Deja de berrear como una cabra bebé — se burla.
—Las cabras balan, no berrean, genio — pongo los ojos en blanco.
—Como sea. Ya te dije que estoy perdiendo la paciencia.
— ¿En serio? Yo la perdí cuando te volví a ver — digo lo más inocente que puedo, con una sonrisa en mi rostro, pero me pongo seria de golpe. — No te atrevas a tocarme, Sanford, al menos de que quieras que te aplique otra llave.
—Me gusta esta faceta de ti — admite, con una mirada pervertida.
— Me da igual — contraataco.
— Liam, cariño, creo que ya es suficiente tiempo para que escojan la taza del baño — escuchamos que dice Rachel detrás de la puerta.
Qué bueno que no vino diez minutos antes.
—Ya vamos, madre — le dice de lo más tranquilo, observándome detenidamente.
Escuchamos cómo se alejan unos pasos, así que suelto el aire que ni sabía que estaba conteniendo.
—Tenemos que ir a desayunar — digo seria, acomodándome la ropa.
Liam me pasa de largo hasta llegar a mi lado y quitar el cerrojo, ahora se siente un silencio incómodo entre nosotros, la chispa que había antes como por arte de magia, se esfuma.
Voy a salir, pero su mano en mi muñeca me lo impide.
—Te lograste escapar esta vez, pero la próxima te haré mía — dice seguro, como si fuera el rey del mundo.
Já, qué iluso. Yo no soy una fácil, tengo al tipo que quiera y él no está en esa lista.
— No habrá próxima vez.
De eso estoy segura, a la próxima que trate de acercarse hacia mí no lo dudaré, lo alejaré y si es necesario, le patearé sus partes para que ya no se atreva a desafiarme.
Él me mira de una manera extraña, pero no le hago caso y salgo de ese lugar atipujado, sin ver atrás ni una sola vez.