—Liam, esto… está mal. — digo ya excitada, con mi respiración entrecortada.
—¿Por qué está mal?
Me empieza a lamer el lóbulo de mi oreja haciendo que gima, después hace un camino de besos y lamidas desde mi cuello al inicio de mi busto.
Yo solo puedo apretar fuertemente su pecho como si pudiera alejarlo, pero es imposible.
Me dejo llevar por todas las sensaciones que estoy experimentando por su culpa; entre todas la que más predomina, es la excitación, pero reacciono cuando intenta ir más allá del límite de la toalla.
—Liam, yo no qui..ero — forcejo con él.
El muy idiota puede traer a cualquier mujer calléndole la baba, pero a mí no.
Intento empujarlo, pero es inútil.
—Dime Cass — me susurra en mi oído seductoramente enviándome descargas a todo mi cuerpo. — ¿Por qué gimes en respuesta?
Maldito, sabe que me gusta lo que está haciendo y se está aprovechando…
—Yo no… —gimo cuando se acerca a propósito hacia mi centro con su erección, ya queriéndose salir de su pantalón, y empieza a frotarlo contra mi sexo.
Arqueo mi espalda (lo que empeora) porque cuando lo hago, los dos gemimos por el contacto de nuestros sexos masturbándose.
Esto no está bien, yo no soy así, yo no me dejo llevar por la situación.
Es cierto que estoy excitada y todo, pero se supone que yo lo odio y no puedo estar haciendo esto, decidí no casarme con él y es lo que haré.
—Liam, tenemos que parar…
—¿Por qué?
—Porque no somos nada — le explico, como si fuera lo obvio.
—Te equivocas, chiquita — me besa el cuello —, eres mi prometida — culmina sonriente.
—En eso estás equivocado, idiota, romperé este compromiso a como dé lugar.
¿Qué rayos pasa con este tipo? Solo porque soy su “prometida” ¿Ya tiene derecho de tener relaciones conmigo?
—¿En verdad quieres romperlo? — pregunta.
¿Eh? Qué idiotez, por supuesto que quiero.
—Sí.
—Soy el hombre perfecto que todas quieren como esposo y amante en la cama — añade con su sonrisa arrogante y perfecta de “deberías de agradecer que estoy contigo”.
—¡No me digas! – digo con sarcasmo. — Para tu información, sí quiero acabar con esto, no quiero tener que ver tu horrible cara cada vez que me levanto por las mañanas — contraataco, ya de muy mal humor.
—¿Ah, sí? No te creo.
—Pues hazlo — lo empujo, pero de nuevo mis esfuerzos son en vano.
—Te apuesto a que terminarás enamorada de mí — me susurra, rozando mis labios. — Desearás que te haga el amor cada noche y cada mañana.
—No…
Besa delicadamente toda mi cara.
—Sí, vas a desear que te haga gemir de placer — se dirige a mi oído —, para que termines rogándome que me case contigo.
Admito que el desgraciado es muy bueno en el arte de la seducción, pero yo también.
Sonrío y lo miro con picardía, mientras lo sujeto de su corbata y lo atraigo hacia mí.
—Entonces es una apuesta — Liam sonríe con suficiencia al igual que yo, mientras acercamos nuestros labios, estamos realmente cerca.
Todos los hombres caen...
Mi sonrisa se extiende cuando lo tomo desprevenido y le aplico una llave que hace que se caiga de la cama, desconcertado.
—¿Me aplicaste una llave? — pregunta incrédulo, mientras se levanta del suelo, sobándose la cabeza.
— Sí — le respondo con inocencia fingida —, ahora, ¿te puedes largar por favor? — Utilizo mi voz de “te largas o no sales vivo de aquí”.
—Está bien —levanta las manos en señal de paz —, pero sólo porque me lograste impresionar.
Comenta eso con una sonrisa que hace que quiera patearlo duro.
Liam sale de la habitación y puedo suspirar aliviada.
Me cambio lo suficientemente rápido (creo que debería ganarme un récord) y salgo disparada hacia el baño para ver como lucía.
—Bueno, por lo menos no me puedo ver peor — comento sarcástica, observando mi reflejo.
Liam debe haberse vuelto loco al besarme y acariciarme de esa manera. ¿No se supone que soy la "feita"?
Debo admitirlo, ese maquillaje de acné, ojeras y esas cejas pobladas me hacían ver poco atractiva. ¿Por qué Liam había reaccionado así ante una mujer que no es de "su clase"?
Realmente no puedo entenderlo.
Salgo de la habitación después de ordenar que todo estuviera en su lugar y bajo las escaleras, pero no encuentro a Liam por ningún lugar así que lo empiezo a buscar.
Escucho ruidos en la cocina y lo encuentro hurgando por todos lados como una rata hambrienta.
—Tenemos que cenar en el club, glotón — comento desde la puerta, mirándolo con una ceja alzada cuando él está en el refrigerador, devorando un trozo de pastel de chocolate.
— Pero es que está tan rico — se queja como niño chiquito, mientras devoraba otra cucharada de pastel.
— No me importa — se lo arrebato. — Primero comes y luego te lo terminas — le digo como si fuera su madre.
— Está bien — admite de mala gana, se acerca hacia mí y me revuelve el cabello. — Hora de irnos, mocosa.
— Oye no soy una mocosa, tengo veinticinco años — le respondo con los brazos cruzados y una sonrisa en mi rostro de manera arrogante.
— Pues yo tengo treinta y cinco, así que en mi opinión eres una mocosa para mí — me revuelve de nuevo el pelo.
—Já, tú tienes treinta y cinco y yo soy la madre Teresa de Calcuta.
—Al menos ella es más bonita que tú — se burla.
Se va hacia la puerta principal, mientras yo lo sigo en silencio con los brazos cruzados, cual niña con su típico berrinche.
Llegamos al convertible pero me quedo parada, observando cómo se sube.
— Estás loca o qué, tenemos prisa.
— Ahora manejaré yo — declaro al frente del auto, mientras lo miraba en el asiento del conductor mirándome como si yo estuviera loca.
— Fea, no es tiempo de jugar, súbete ya.
—No.
Al parecer, lo saqué de sus casillas porque se bajó del auto y me encaró con un muy mal humor.
— Súbete al auto — me ordena con los dientes apretados.
— No eres mi jefe — sonrío lentamente, para enojarlo aún más.
— ¿PORQUE TIENES QUE SER TAN TERCA, MUJER?
— Déjame conducir y ya — lo miro seria.
Los dos nos quedamos mirando, haciendo una guerra de miradas para hacer rendir al otro, yo lo miraba como “conduciré yo te guste o no” y él me miraba como “estás loca, no te dejaré”.
Adivinen quién ganó…
—Esto es divertido — piso el acelerador a fondo, haciendo que Liam se agarre del asiento del copiloto.
— Tranquila, feita, no estamos compitiendo — me dice asustado.
Me río de su cara, en definitiva, vale la pena verlo así.
Acelero un poco más y lo escucho jadear de miedo. Já, qué cobarde.
Cuando puedo ver el club, comienzo a bajar la velocidad para que no piensen que venimos borrachos o algo por el estilo.
Me estaciono y apago el motor.
— Deberíamos repetirlo — digo feliz como una niña, pero Liam no me contesta, por lo que enfoqué mi mirada hacia él y tenía sus manos, literalmente apretando el asiento.
— Sí, no volverá a pasar — niega con la cabeza, mientras se bajaba del auto.
Nunca he podido entender porque los hombres tienen que ser tan machistas en el asunto de manejar, en realidad se me hace tonto, hay mujeres que saben manejar mejor que algunos hombres, pero los hombres con todo su machismo inútil, no lo admiten.
Con esos pensamientos en mi mente, entramos al club y de nuevo, todas las miradas se posan en nosotros.
Pongo los ojos en blanco ¿Es que acaso siempre tendremos las miradas de todos?
Con un muy reciente mal humor, nos dirigimos a la mesa donde se encontraban sus padres y mis padres, quienes se pararon para recibirnos.
—Oh querida, luces preciosa — me adula la señora, cuyo nombre no recuerdo.
—Gracias por el vestido — sonrío con educación.
De reojo pude ver cómo Liam se sienta al lado de su padre.
—Vamos, ve y siéntate con tu padre — mi progenitor palmea un asiento vacío a su lado y voy inmediatamente, al igual que la señora lo hizo al lado de su esposo.
Y ahí estábamos todos, con un silencio incómodo, sin sacar tema de conversación. Miro a todos y pensé que tenía que hacer algo para alivianar la situación.
—Así que... — todos voltean a verme. — ¿Ya cenaron? — fue lo primero que se me ocurrió pero bueno, por lo menos es algo, ¿No?
— No, querida — habla el padre de Liam, cuyo nombre tampoco recuerdo, mas al rato le preguntaré a mi padre. — Los demás sí, pero nosotros decidimos esperar a que ustedes llegaran — concluye.
Y de nuevo se hace el silencio incómodo sobre nosotros, por lo que mi padre decide hablar sobre asuntos de la empresa (que es lo único en que los tres hombres de la mesa hablan con entusiasmo) mientras yo y mi “suegra” decidimos platicar sobre otra cosa.
—¿Ya le enseñaste quién manda, Cass? — me pregunta con diversión su madre, mientras yo dejo escapar una risa.
— Estoy en eso, señora — le respondo.
—Oh, cariño llámame Rachel — me sonríe para darme confianza, lo cual funciona.
Y aquí estamos todos, con temas de conversación gracias a mi padre, después de un rato nos sirven la comida que se ve exquisita y empezamos a comer.
Mi padre platica ansiosamente con los otros hombres al igual que yo lo hago, pero me desconcierto al notar la mirada de Liam sobre mí y me quedo callada.
Su madre lo nota, por lo que cambia el tema de conversación.
— ¿Cuándo será la boda? — pregunta de lo más feliz.
Casi escupo el vino si no fuera porque mi padre me vio severamente e hizo que me lo bebiera por inercia.
— No habrá boda — mascullo en voz baja, mientras aprieto mis dientes y concentro mi mirada hacia mi plato.
—No lo sé, madre, todavía no lo hemos planeado — responde por los dos, acción que hace que me enoje.
Levanto mi rostro hacia él sorprendida y puedo notar un brillo de malicia y arrogancia (como siempre) en su mirada, cierro mis ojos para no asesinarlo al frente de todos.
— ¿Ya saben cuántos hijos van a tener?
¿Qué?
—Ninguno — hablo antes que él.
— Los que sean posibles — responde.
Claro, como él no sentirá las náuseas y los antojos.
— ¿Ya saben en donde vivirán?
— No viviremos juntos — aprieto los utensilios como si fuera una clase de terapia, donde descargo mi enojo y frustración.
— Construiremos nuestra propia mansión. — levanta sus hombros restándole importancia.
Con cada pregunta que su madre nos hizo, Liam y yo respondimos como si estuviéramos en un concurso de matemáticas, compitiendo por contestar primero que el otro y aplastar a nuestro rival.
Su padre y mi padre siguen hablando de sus empresas, por lo que no nos ponían atención en absoluto.
Asesino a Liam con mi mirada, mientras él me miraba divertido por mi enojo.
Ya no más, estoy harta de que todos me digan lo que tengo que hacer: “Cass, por el bien de las dos empresas” “Dale una oportunidad, hija”.
No me casaré con Liam, seré como yo quise ser, expresaré mis opiniones sin importar lo que los demás digan.
¡SE ACABÓ!
No seré la típica chica buena y dulce que tiene que tener el papel de hija perfecta para complacer a su padre y tener buen estatus social.
Miro a todos y se me quedan viendo con cierta incertidumbre.
—¿Qué te pasa, Cassandra?
"Lo siento, padre, pero ya no más…"
—No me pasa nada, todo está excelente — comento sarcástica.
—¿Segura? — me insiste.
— Todo está perfecto.
Me llevo una porción de pasta a mi boca y la mastico con la boca abierta.
—Esta pasta está realmente muy buena — agarro otra porción y se la muestro a mi padre en su cara.
—¿Quieres un poco?
—No hija, gra…
Antes de que pueda terminar de decir esa frase, le meto la porción de pasta en su boca.
Todos me miran con sorpresa y mi padre con desaprobación, pero me vale un cacahuate.
—¿Verdad que está rico? — le pregunto con inocencia. — Apuesto a que el padre de Liam también quiere — le iba a ofrecer, pero el metiche de Liam se me adelanta y hace lo mismo que yo.
— Gracias fea, por querer ofrecerle a mi padre, pero yo puedo hacerlo — me dice con una sonrisa descarada en su rostro.
"Maldito, comienza a sospechar de mi plan y está interfiriendo, pero no lo dejaré ganar".
—Cass, contrólate — habla mi padre por lo bajo, para que solo yo pueda escucharlo.
—Tranquilo viejo, todo aquí está bien. ¿Verdad?
Apunto con mi tenedor a Liam, por lo que le salpico salsa en su traje.
—Claro que sí, Michael — añade apresurada Rachel. — Todo está perfectamente — se nota desde lejos que está mintiendo.
Algo que no vi venir es que ella también hizo lo mismo que yo, apuntó a su esposo con la pasta y también lo salpicó de salsa en su traje.
Todos nos quedamos callados, nunca pensé que esto sucedería así, pero lo que más me impresionó (y me hace la noche) es que el padre de Liam repite la acción de su esposa y le salpica el vestido.
Yo estoy luchando por contener mi risa, pero Liam estalló a carcajadas y yo me le uní.
—Conque te parece divertido — susurra mi padre.
¿Por qué de pronto esa frase me parece conocida?
Mi padre hace lo mismo conmigo y me salpica el vestido, me le quedo viendo con mi mejor cara de WTF y escucho su risa, después de tantos años, ahora puedo escucharlo reír con alegría.
Inconscientemente, empiezo a reír también y los demás se nos unieron.
—Oye, Michael tú eres el único que falta, amigo — habla el padre de Liam entre risas.
— ¿De qué estás hablando, Arthur?
Oh, con que así se llama.
— De esto — y salpica a mi padre con salsa de tomate.
Todos nos quedamos en silencio, para después reírnos de todo lo que acababa de suceder
Miro cómo la mayoría a nuestro alrededor se está agarrando el estomago de tanto reír y yo no soy la excepción.
— Me alegro que seas la prometida de mi hijo, cariño — me susurra Rachel, mientras los demás siguen riéndose y me quedo helada en mi sitio.
—Michael, mientras más pronto esa boda, mejor — dice feliz Arthur, abrazando a mi padre como si fuese año nuevo.
— Lo sé, no puedo esperar a ser ahora una verdadera familia — le corresponde el abrazo.
De repente, todos se levantan de sus asientos y empiezan a felicitarse entre sí, como si hubiéramos ganado un importante trofeo o algo por el estilo.
Yo sigo en shock de que no me estén regañando en éste mismo instante, tanto es mi sorpresa, que no noto cuando Liam llega a mi lado y me susurra.
— Lástima que no te funcionó — le dedico mi mejor cara de odio y le respondo:
— Esto apenas está comenzando…
Mientras los demás ríen, Liam y yo estamos matándonos con la mirada.
Él me observa divertido por mi plan frustrado y yo lo miro con ganas de arrancarle esa sonrisa en su rostro.
Pero como ya lo dije, esto apenas está empezando.
Y estoy segura que ganaré…