Thomoe se quitó el mandil, lo dejó con suavidad sobre una mesita de madera gastada, y con pasos decididos se encaminó hacia su estudio, donde los proyectos de los alumnos de la universidad aguardaban su atención. Sin embargo, una nube ensombrecía su rostro mientras intentaba concentrarse. —¿Ya no voy a llorar? Mejor cocinaré —murmuró Celeste con un tono de resignación. Celeste se sumergió en la tarea de preparar la comida. Media hora después, el aroma tentador inundaba la lujosa cocina, y los platos comenzaban a tomar forma bajo sus manos expertas. —Esto me está quedando delicioso —exclamó Celeste, saboreando los primeros bocados con satisfacción. —Espero que le guste a Thomoe. Iré a buscarlo. Sin perder un segundo, Celeste se alejo de la cocina y salió corriendo en busca de Thomoe.