Después de que Wilson se fue, Celeste y Mónica se quedaron en la iglesia, dejando que el eco de la misa se desvaneciera lentamente en el ambiente.
Fue entonces cuando Mónica decidió romper el silencio y expresar lo que tenía en mente.
—Ese chico amargado, Wilson, era bastante atractivo —dijo Mónica, suspirando pensativa.
—A mí no me lo pareció —respondió Celeste, encogiéndose de hombros mientras jugueteaba con un mechón de su cabello castaño.
«Atractivo, Thomoe», pensó Celeste para sí misma, esbozando una pequeña sonrisa.
—No me engañas, sé que estás pensando en el profesor Thomoe —insistió Mónica con una sonrisa traviesa, notando lo transparente que era Celeste cuando se trataba de sus sentimientos por él, especialmente desde que Thomoe había dejado una gran impresión en ella.
—No e
